
León, Gto.- Doce personas privadas de la libertad se graduaron como la primera generación de asesores de la Clínica de Rehabilitación contra las Adicciones (CRA) del Centro de Prevención y Reinserción Social (Ceprereso) de León.
Alan ingresó al penal hace poco más de tres años, es uno de los graduados; en la ceremonia comentó que cargaba una vida “fuera de rumbo”, y ahora como “asesor educativo” comparte sus conocimientos en física, química e inglés con otros internos, además la música es una de sus pasiones desde su niñez.
“Me dieron permiso para tener una bocina, un MP3. Eso significó todo. Escuchar mis canciones favoritas fue recordar quién era y quién aún puedo volver a ser”, dijo con emoción mientras nombraba a Daft Punk, dúo francés de música electrónica, y a Pearl Jam, grupo de grunge formado en Seattle, Estados Unidos.
Alan canta y le gusta dibujar. "Aquí descubrí que soy bueno para las artes y ahora sé hasta dónde puedo llegar y no veo límites”, compartió.
En la ceremonia, autoridades de la Secretaría de Seguridad y Paz reconocieron el trabajo y compromiso de las doce personas que lograron concluir el programa intensivo de rehabilitación, que no solo aborda el consumo de sustancias, sino que escarba en lo más profundo de la identidad de cada participante.
Miriam Sánchez Arredondo, representación de Julio César Pérez Ramírez, director del Sistema Penitenciario estatal, destacó que “no se trata sólo de custodiar, sino de dar segundas oportunidades, terceras o cuartas, las que sean necesarias, porque sabemos que abordar las causas desde la raíz es esencial para romper los ciclos de reincidencia y construir una sociedad más segura”.

La psicóloga Sandra Isela Barroso, parte fundamental del equipo, resaltó lo valiente que es pedir ayuda desde un centro penitenciario: “imaginen decirle a tres extraños que necesitas ayuda porque tu vida se ha salido de tus manos. Ese fue el primer paso. Y lo dieron: demostraron que sus ganas de vivir son más fuertes que su miedo”.
El trabajo terapéutico, aseguró, implica exponer cicatrices, miedos e inseguridades, y no todos se atreven.
“Estos 12 hombres sí lo hicieron: en un entorno donde la fe escasea, ellos eligieron creer. Yo no veo ingenuidad”, agregó ante madres, esposas y hermanas de los nuevos asesores, que lloraron de emoción.
Cada uno de los graduados recibieron el reconocimiento que acredita su esfuerzo. “Los exámenes de la vida nunca terminan, pero hoy más que nunca tenemos la fuerza para creer que sí podemos aprobarlos. Gracias por creer en nosotros”, matizó Gabriel, quien también es parte de la primera generación de egresados.


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aov/mgm
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