El de la transporta diariamente a más de tres millones de personas, conectándolas con sus destinos. Sin embargo, también es un espacio donde la violencia viaja entre vagones, afectando a usuarios, principalmente mujeres.

En los últimos meses, las redes sociales y la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México han encendido las alarmas sobre un fenómeno que ha ido en aumento: los “”, según denuncias públicas de afectados, consiste en que los agresores inyectan sustancias a sus víctimas, “se cree con la intención de violentarlas”, sin embargo, la Fiscalía ha informado que de las 20 denuncias, solo a dos personas se han detectado estupefacientes, y que continúan con la investigación para determinar si la presencia de esas sustancias están o no relacionadas con el hecho. A pesar de que hasta ahora se han abierto nueve carpetas de investigación, estos incidentes han puesto en evidencia lo que algunos usuarios califican como “una mafia de negligencias” que normalizan la violencia en el transporte público.

Leticia, quien ha vivido violencia sexual en la Línea 2 del Metro, asegura que esta problemática trasciende los “pinchazos”.

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Karla, otra usuaria frecuente del transporte asegura que sus traslados no son nada seguros pues “Desde miradas lascivas hasta toqueteos, es como si esto ya fuera parte del viaje. Nadie denuncia porque parece ‘normal’”, lamenta.

Acoso sexual, arrimones, miradas intimidantes e incluso actos grotescos como masturbaciones en público son parte del panorama cotidiano para los usuarios del Metro. Foto: Atenea Campuzano - EL UNIVERSAL
Acoso sexual, arrimones, miradas intimidantes e incluso actos grotescos como masturbaciones en público son parte del panorama cotidiano para los usuarios del Metro. Foto: Atenea Campuzano - EL UNIVERSAL

La inseguridad no discrimina género. Aunque las denuncias formales por pinchazos hasta la fecha ascienden a 21 casos, muchas víctimas prefieren recurrir a las redes sociales para narrar sus experiencias. Según Priscila, estudiante de la UNAM, el anonimato en estas plataformas permite que más personas se atrevan a alzar la voz. “Las fiscalías revictimizan, no te creen y pierdes muchas horas”, asegura.

Acoso sexual, arrimones, miradas intimidantes e incluso actos grotescos como masturbaciones en público son parte del panorama cotidiano para los usuarios del Metro. Según testimonios realizados para EL UNIVERSAL, 4 de cada 5 entrevistados que han sido víctimas de algún tipo de violencia en este sistema de transporte no han denunciado por miedo, falta de tiempo o pruebas suficientes.

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“La inseguridad se vive, pero cuando el vagón está lleno y no sabes quién fue, no hay a quién denunciar”, explica Karla.

Aunque el Metro cuenta con mecanismos de seguridad, como la palanca de emergencia en los vagones y la presencia de personal de la Secretaría de Seguridad Ciudadana en los torniquetes, pocos usuarios los conocen o confían en ellos. “Yo no he visto ‘polis’, y luego me da más miedo”, confiesa otra usuaria.

En algunos casos, los victimarios también han sido mujeres, generado una atmósfera de desconfianza generalizada, “he visto cómo hasta las mujeres violentan, por eso no confío en nadie”, lamenta Priscila. Por lo que, los capitalinos han adoptado estrategias para protegerse, como compartir su ubicación en tiempo real o portar objetos defensivos.

La violencia en el Metro es un síntoma de problemas más profundos: la falta de protocolos claros, la saturación de los transportes y una percepción generalizada de inseguridad que, según los entrevistados, ha ido en aumento.

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