Cinco años después del inicio de la pandemia de Covid-19, Oliva López Arellano, exsecretaria de Salud de la Ciudad de México, hace un balance ante el desafío que fue atender a una Ciudad que, además de tener mucha densidad poblacional, sus habitantes tienen alta prevalencia de enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión, ambas asociadas a los casos más graves y defunciones que se registraron.
Advierte que este gran reto —que se sorteó con medidas como el uso temprano de cubrebocas, reconversión hospitalaria e innovación tecnológica— dejó importantes lecciones, como la necesidad de un sistema de salud con capacidad de respuesta y la urgencia en el control de enfermedades crónicas entre la población.
En entrevista con EL UNIVERSAL, la exfuncionaria advierte que desde el primer momento se estimó que la situación sería “compleja y muy desafiante” debido a las características de la capital, una Ciudad con muchos habitantes, movilidad intensa y, sobre todo, una población enferma con altas prevalencias de diabetes, hipertensión, obesidad y sobrepeso, padecimientos que eventualmente se encontró que estaban asociados a los casos más graves de Covid-19.
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“Desde el primer momento, en la ciudad se estimó que iba a ser una situación compleja por estas características de densidad de población, de concentración de personas, de movilidad, pero también por la heterogeneidad socioterritorial y por las condiciones laborales”, dice.
Otro factor que se sumó a la emergencia es el hecho de que más de la mitad de las personas en la capital tienen trabajos precarios o están en la economía informal, lo que a su vez implica que tengan dificultad para el acceso a servicios, explica.
“Esta complejidad, más la enfermedad basal, hizo que en la ciudad tuviéramos una situación bastante compleja”, menciona.
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Ante la inminente emergencia, que asegura “se estimaba que iba a ser grande, pero incluso pensábamos que iba a ser de duración más corta”, una de las cosas que “atemperó la gravedad del problema” fue sumar capacidades. Desde el gobierno, entonces encabezado por Claudia Sheimbaum, se movilizó a todos los actores de la salud para atender la pandemia, pero también se sumaron otros actores de la sociedad, privados y sociales, así como dependencias.
López Arellano destaca el papel de la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP) —entonces encabezada por José Antonio Peña Merino y Eduardo Clark García Dobarganes, director de Gobierno Digital, a quien era habitual ver en conferencias— pues eran los encargados de actualizar las cifras.
Ese monitoreo cotidiano y casi en tiempo real, explica, ayudó a las autoridades en la toma de decisiones durante los momentos más álgidos de la pandemia. Por ejemplo, señala, si bien el semáforo era una disposición nacional, en la capital “se tenía esa vigilancia más los datos en tiempo real que alimentaban decisiones particulares”.
La exfuncionaria capitalina destaca también otras acciones que caracterizaron el manejo de la pandemia en la ciudad, a diferencia de otros lugares del país; por ejemplo, el cubrebocas que “muy tempranamente se empezó a usar de manera masiva” antes de que se decretara de forma nacional, una disposición que “se hizo siempre por la buena, insistiendo en la solidaridad, el cuidado y el amor, con mensajes positivos”; de igual forma, la ciudad lideró la realización de pruebas masivas, con más de 6 millones aplicadas para la denominada ‘sexta ola’; y se distinguió por su modelo de vacunación en macrocentros, llegando a vacunar hasta a 40 mil personas al día en una sede.
“Rápidamente ganamos la confianza de las personas que sabían que no se nos iba a acabar la vacuna, que si decíamos que les tocaba un día, íbamos a garantizar que tuvieran su vacuna”, señala.
Los aprendizajes
Los embates de la pandemia trastocaron muchos ámbitos de la sociedad, el sector salud, sin duda, fue uno de los más afectados. Oliva López Arellano afirma que la pandemia permitió mejorar algunos aspectos del servicio médico, por ejemplo, todo el sistema de gases medicinales al interior de los hospitales, se amplió la capacidad de respuesta y se adquirieron ventiladores y monitores. En plena contingencia, recuerda, se inauguró el Hospital General de Topilejo, que ante la situación abrió sus puertas como unidad Covid. No obstante, la pandemia también dejó lecciones de suma importancia: como que “necesitamos tener sistemas de salud públicos fortalecidos, con capacidad de respuesta y flexibilidad para responder muy rápido a los desafíos que pueden ser otras pandemias o situaciones de emergencia”.
Otros aprendizajes, dice, son la necesidad de controlar las enfermedades crónicas no transmisibles; el uso de telemedicina y las tecnologías de la información que tienen que incorporarse de manera permanente a los sistemas de salud; tener personal permanentemente capacitado e incidir sobre las desigualdades y entornos insalubres para convertirlos en poblaciones saludables con capacidad para enfrentar este tipo de emergencias.
Un lustro después López Arellano considera que la responsabilidad que tuvo como secretaria de Salud durante la pandemia fue “la tarea más desafiante” de su carrera.