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En el parque Centenario, ubicado en el Centro Histórico de Coyoacán, un mimo bromeaba con las decenas de personas que transitaban por la fuente de los Coyotes, para disfrutar del último día de las vacaciones de Semana Santa en la Ciudad de México.
Con su clásica vestimenta de rayas negras y blancas y la cara pintada con maquillaje de los mismos tonos, el artista callejero tomaba de las manos a los turistas extranjeros y nacionales, quienes entre risas seguían su juego y desfilaban con los aplausos de fondo.
“¡Wow, wow, wow!”, exclamaban los espectadores mientras disfrutaban de una nieve, aguas y raspados que servían para refrescarse del sol que traspasaba los árboles de esta zona.
Aldo Ramírez, quien visitó este punto desde Querétaro, aseguró que Coyoacán es un “muy buen lugar para pasar el rato. La gente es muy amable, hay buenos shows, como este (espectáculo de mimo), la comida es muy buena y, pues, en general está muy tranquilo, nada más que sí se llena mucho, como ahorita”.
Adultos mayores, jóvenes y niños acompañados de sus papás disfrutaron del arte callejero del mimo y, frente a ellos, otros turistas se reunieron para disfrutar de un baile folclórico en la plaza Jardín Hidalgo.
Dos parejas de bailes típicos animaban a la gente para realizar la danza con gritos y aplausos: “¡Apóyenme con esas palmas, Coyoacán!, ¡Que se escuche el Viva México, señor!”, decía uno mientras giraba sobre su propio eje con las manos en la espalda para representar elegancia.
El lugar fue adaptado como escenario, en el que únicamente se necesitaron dos pedazos de madera en el que los hombres zapatearon, mientras que, frente a ellos las mujeres movían sus faldas de un lado al otro.
La sonrisa que estaba fija en los rostros de los bailarines contagiaba a los asistentes más pequeños, quienes desde su lugar intentaban repetir sus pasos, a lo que los danzantes festejaban su peculiar ritmo.
“Eso, mi niño. ¡Báilele, pues!”, alentaban los bailarines.
