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Después de años al servicio de la seguridad de los capitalinos, Molly y Héctor, dos perros de raza pastor belga malinois, pertenecientes a la Policía Bancaria e Industrial (PBI) de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México, se despiden de las labores operativas y ahora serán jubilados.
Molly, con 9 años de edad, pasó de ser una perrita amarrada con alambre, una cicatriz en el rostro y signos de maltrato a convertirse en un agente detector de narcóticos.
“La encontramos abandonada, con cicatrices y muy delgada, pero con una energía impresionante. A uno de mis compañeros se le cayó una pelota y ella reaccionó de inmediato. Supimos que tenía potencial”, recuerda el suboficial de la PBI, Andrés de la Rosa Cárdenas, quien fue su adiestrador durante siete años.
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Los policías rehabilitaron a Molly física y emocionalmente, luego, fue entrenada como perro detector de narcóticos.
“Molly ha participado en operativos en calles, CETRAMS y rutas de vigilancia. No necesitábamos ordenarle buscar; ella misma detectaba anomalías, hacía su marcaje y nos llevaba al punto exacto. En una ocasión, localizó droga escondida en cubetas en un puesto semifijo. Otra vez, en un baño público. Ella siempre estaba alerta”, relata su adiestrador.
Su trabajo fue reconocido por la Federación Canófila Mexicana, que le otorgó un certificado de honor en 2022, y un año después recibió un reconocimiento por parte del Senado de la República.
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Ahora, con alrededor de 9 años, Molly muestra signos naturales del paso del tiempo. “Ya nos dio todo, ahora nos toca a nosotros darle una vida llena de amor. Ya no recibe órdenes, ya no trabaja. Solo juega, descansa y vive en compañía”, afirma Andrés de la Rosa Cárdenas.
Héctor, agente canino detector de explosivos
Otro que deja las filas de la PBI, es el pastor belga Héctor quien llegó a la corporación siendo un cachorro de apenas 8 meses.
Los oficiales recuerdan que desde el inicio demostró una sensibilidad especial para la detección de explosivos. Su entrenamiento incluyó una innovación: el uso de guía por láser, una técnica que le permitía realizar búsquedas a distancia, reduciendo el riesgo para el personal humano.
“El objetivo era mantener siempre la seguridad. Desalojábamos el área, apuntábamos con un láser verde al lugar que queríamos que revisara, y él se dirigía con precisión. Si encontraba algo, se sentaba. Si no, seguía buscando”, explicó su entrenador.
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Héctor fue pieza clave en eventos masivos, conciertos, operativos en paraderos y dispositivos de pasajeros seguros, donde revisaba que no hubiera explosivos ni armas de fuego.
Su trabajo también fue reconocido por la Federación Canófila Mexicana, que le otorgó un certificado de honor en 2025 por su destacada labor el año anterior.
Tanto Molly como Héctor cierran su etapa operativa con honores. Ya no portarán su arnés de servicio ni recorrerán las calles en misión, pero seguirán siendo parte de la corporación, ahora como maestros caninos.
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“La mayoría de la gente no imagina lo que hay detrás del trabajo de un perro policía. No los drogamos, como se cree; los entrenamos a través del juego. Ellos buscan su pelota, que asociamos con el olor de lo que queremos encontrar. Todo es a base de juego, cariño y confianza”, explica De la Rosa Cárdenas.
Ambos permanecerán bajo el cuidado de la institución, ya no como trabajadores, sino como compañeros. Recibirán atención médica, alimento, compañía y descanso.
“Fueron compañeros de patrullaje, ahora serán compañeros de descanso”, finaliza el entrenador de Molly.
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