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Con más de mil 500 piezas de pan de muerto, mil 700 candelabros, casi dos toneladas de fruta, más de 10 mil hojas de papel picado y las fotos de cientos de fieles difuntos de los habitantes del pueblo de San Andrés Mixquic, en Tláhuac, aseguran haber creado la “ofrenda más grande del mundo”.
“Para nosotros como pueblo es muy importante conservar las tradiciones, porque somos uno de los siete pueblos originarios de la Ciudad de México y hacer esta ofrenda no sólo es una forma de poner a Mixquic en el panorama turístico, también es una forma de recordarle a la gente que aquí se conservan fielmente las tradiciones”, dice Luis Deboque, organizador de la megaofrenda.
Esta se encuentra ubicada en las periferias del pueblo y resalta inmediatamente a la vista por su enorme complejidad, sus colores vivos y su inmensa cantidad de elementos que la componen, que van desde pequeños objetos como calaveras o recipientes de copal hasta Catrinas de tamaño real.
La ofrenda fue inaugurada este 1 de noviembre.
La instalación es sólo uno de los varios atractivos que le esperan a quienes decidan visitar el pueblo de San Andrés Mixquic para conmemorar a los fieles difuntos.
Este antiguo pueblo ubicado en la periferia de la Ciudad de México vuelve a llenarse de Catrinas, veladoras, olor a cempasúchil y miles de hojas de papel picado colgando sobre sus calles para esperar la visita de sus muertos.