Los Chamos de Venezuela, un grupo de ocho hombres, encontraron en una barbería la posibilidad de construir un nuevo sueño en México, tras ver frustrada la posibilidad de migrar a Estados Unidos, con la llegada por segunda ocasión de Donald Trump a la presidencia del país.
Al montar un negocio en conjunto lograron salir del campamento de migrantes donde vivieron por año y medio, en La Plaza de la Soledad, ubicada en la alcaldía Venustiano Carranza.
Rentaron un departamento y la calidad de vida de sus familias mejoró al grado de poder viajar o en otro caso, enviar remesas a quienes se quedaron en su país.
Mientras la navaja desvanece el cabello de un cliente, Luis, de 30 años, asegura que “ya no ven necesario llegar a Estados Unidos”. Al cortar con destreza las puntas del cabello, cuenta que aprendió la técnica viendo a sus hermanos en su natal Venezuela, a la par que estudiaba por las tardes arquitectura y en su paso por Ecuador lo practicó.
Asegura que el ser peluquero o emprender en un oficio solo “es cuestión de perseverancia y quererse superar”. En Venezuela, ser barbero es algo “con lo que se nace”, dice; “es el oficio más ordinario y todos lo saben hacer”.
Cuando llegaron a México, hace más de tres años, “Los Chamos”, integrados por Luis, Ronyer, y otros seis más, con miras del sueño americano jamás imaginaron que lo materializarían en las calles de la Merced.
El sueño lo visualizaron solo Luis y un compañero, quienes empezaron “cortando en la calle” con una barbería improvisada en una de las chozas de madera que se edificaron en el campamento migrante, que rentaban en mil pesos.
Los jóvenes tenían un objetivo claro: con lo que juntaran durante un año “sacando filo”, como se refieren al corte de varón que dan en 100 pesos, buscarían rentar el local de la esquina de la calle de San Simón, que se encuentra a un costado de la Parroquia de la Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, al que “ya le habían echado un ojo”.
Ahora, un año y medio después, ganando 3 mil quinientos pesos al mes tienen un negocio y son sus propios jefes.
Cinco sillas de barbero rojas, máquinas de corte y navajas de afeitar son los aliados de estos peluqueros que transforman el rostro y cortan los cabellos platinados, teñidos o coloridos de mexicanos y extranjeros que pasan por el lugar, que pueden llevarse el combo de corte, barba y ceja por menos de 200 pesos.
Unidos como en una hermandad, trabajan más de 12 horas, seis días a la semana y han logrado aclientarse; cinco de los ocho barberos comparten cuatro sillas que rentan por 300 pesos al día. En un día malo se llevan en promedio 500 pesos para costear el sustento de sus familias y rentar departamentos a los alrededores por los que llegan a pagar hasta 8 mil pesos al mes.
“Trabajamos como familia en unión, nos ayudamos unos a otros”, destaca Ronyer.
Montar un negocio fue la manera que encontró este grupo de jóvenes para seguir adelante tras ver sus sueños frustrados de estudiar y emprender negocios en Estados Unidos, después de que el presidente Donald Trump cancelara la aplicación CBP One que les daba la posibilidad de obtener una cita para pedir refugio.
Ronyer de 25 años, conocido entre los panas como el de la” barba bonita”, también es autodidacta y fue el último en sumarse al equipo de barberos.
Antes del 20 de enero su meta era cruzar la frontera con EU, sin embargo, con todo lo ocurrido y al sentirse inseguro en México, sigue “juntando plata”, pero ahora para volver a su país: “voy otra vez para atrás”, reprocha, pues ya el sueño se vino abajo.
“Mucha gente trabaja en restaurantes, en barberías, de tatuajes, pero la mayoría estamos montando negocios en México”, cuenta Ronyer.
Motivados por sus familias, los migrantes, sobre todo los venezolanos, ven en la Ciudad de México una opción viable para asentarse y comenzar con un nuevo sueño, como Luis, el joven arquitecto que anhelaba con concluir su carrera en el “gabacho” pero, con la fe en Dios por delante como dice, considera que hoy por hoy, la barbería solo es un trampolín en su vida.
“De aquí brinco para otra cosa, no me imagino a los 60 cortando pelo, pero ya la arquitectura es cosa del pasado”, lamenta Luis quien corte a corte, busca construir una nueva meta.
LL