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Entre música, aplausos y flores, familiares, amigos, alumnos y compañeros del mundo underground despidieron al maestro en artes plásticas, Jorge Islas Flores, de 50 años, una de las víctimas mortales de la volcadura de una pipa de gas ocurrida en el puente de La Concordia, en la alcaldía Iztapalapa.
El velorio se realizó en una funeraria ubicada sobre calzada Ignacio Zaragoza, en la colonia Tepalcates, donde la sala fue ambientada con algunas de las piezas más representativas del artista.
En las paredes colgaban lienzos con trazos de resistencia, autorretratos y miradas que parecían observar en silencio el adiós a su creador.
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“Era un hombre lleno de vida, un padre devoto y un artista que supo dejar huella en todos los que lo conocimos”, dijo entre lágrimas Arely, cuñada del maestro, quien recordó que su legado trascendió fronteras con murales en Francia, Colombia y Venezuela, además de exposiciones en distintos recintos culturales de México.
El velorio se convirtió en un homenaje a sus creaciones. No hubo silencio sepulcral, sino música improvisada, guitarras que llenaban la sala con acordes suaves y voces que se unieron en canto.
Uno de los momentos más emotivos llegó cuando los músicos Ana Pizarro y Julio Ayala, amigos cercanos de Jorge, interpretaron Allá lejana y fría, pieza que solían compartir en tardes de bohemia.
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“Jorge era la esencia del arte libre, del arte sin cadenas. Le gustaba lo espontáneo, lo irreverente, lo que nacía desde las entrañas. Así era él, así lo recordaremos”, expresó Julio Ayala antes de comenzar a tocar.
Durante años, Jorge Islas impartió clases en el CECyT Número 7, Cuauhtémoc.
Entre sus obras más reconocidas se encuentra el mural Signo de resistencia, en el que plasmó la figura de un perro en estado de desnutrición sobre un fondo blanco y azul.
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“Ese mural lo pintó como una metáfora de nuestra sociedad, de las carencias y de la lucha por sobrevivir”, explicó Carlos Gómez, uno de sus exalumnos que acudió a despedirlo con un ramo de flores.
Otra de sus obras incluye el rostro de su hijo Emilio, de 19 años, quien se mantuvo cerca de su madre Laura durante el velorio.
“Tu luz nunca se apagará”, “Gracias por enseñarnos a resistir”, “Tu arte vive en nosotros”, fueron algunos de los mensajes colocados junto a veladoras.
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El aplauso colectivo estalló en varias ocasiones durante la tarde: cada vez que recordaban una anécdota, una canción terminaba, cada que alguien alzaba la voz para recordar la bondad y el compromiso social del maestro.
“Él nos enseñó que el arte no está en los museos de mármol, sino en las calles, en las paredes, en la gente. Nos enseñó que todos podíamos pintar nuestra historia”, comentó Mariana López, colega de Jorge y promotora cultural en Iztapalapa.
En los pasillos del velatorio, algunos asistentes improvisaron versos y rimas, otra de las pasiones del maestro, que encontraba en la música underground un lenguaje paralelo a su pintura.
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“Jorge era un artista de piel, de calle, de barrio, pero con visión mundial”, concluyó Raúl.