En las calles del barrio San Bartolomé, en Mixquic, decenas de muralistas decoran con entusiasmo —y a marchas forzadas— cientos de glifos de colores, pintan murales y arreglan fachadas. Este es uno de los siete pueblos originarios de Tláhuac que está próximo a convertirse en el siguiente Yólotl-Anáhuac, una iniciativa impulsada por la jefa de Gobierno, Clara Brugada, para recuperar y darle una nueva vida a los pueblos originarios de la capital.

“Yólotl-Anáhuac tiene el objetivo de dar identidad a la comunidad a través de la iconografía propia, por medio de zócalos (o medallones) y de la decoración de cenefas y fachadas y algunos murales, (...) cada barrio tiene su mayordomía, ellos organizan tanto festividades como cuestiones culturales”, cuenta a EL UNIVERSAL Gisela Romero, una de las seis gestoras de la Secretaría de Cultura encargadas del proyecto en este pueblo.

Los trabajos iniciaron en marzo y deberán estar listos para julio próximo: en total se intervendrán 30 kilómetros (60 si se cuentan ambas aceras). Como parte de la intervención se está trabajando con 10 símbolos representados en los medallones de yeso, señala la gestora.

En las calles de San Bartolomé, en Mixquic, decenas de bardas y fachadas han sido intervenidas por muralistas a fin de dar identidad al barrio. Foto: de YARETZY M. OSNAYA
En las calles de San Bartolomé, en Mixquic, decenas de bardas y fachadas han sido intervenidas por muralistas a fin de dar identidad al barrio. Foto: de YARETZY M. OSNAYA

Entre las figuras que se encuentran en las cenefas destacan ranas, ajolotes, una pieza arqueológica que se encontró en el panteón del pueblo, un Chac Mool, cráneos alusivos a las celebraciones de Día de Muertos, entre otros. Hasta mediados de abril se había avanzado en la colocación de 2 mil piezas de 11 mil 800 que habrá en total.

En un recorrido por las calles de este barrio se observaron decenas de paredes pintadas de colores vibrantes con cenefas, en las que sobresalen glifos de flores, conejos, aves, cacomixtles y cráneos con flores de cempasúchil; en las banquetas los trabajadores reposan entre botellas de pintura y pinceles. En algunos predios las fachadas han sido intervenidas con murales que representan la zona chinampera.

A su paso por las calles, algunos vecinos se acercan con entusiasmo a los gestores, Gisela y Nicolás Avilés, para pedirles que los sumen al programa. “Yo también quiero que me pinten mi casa, nada más que ayer no estábamos”, dice una vecina que se acerca a los encargados del proyecto.

En las calles de San Bartolomé, en Mixquic, decenas de bardas y fachadas han sido intervenidas por muralistas a fin de dar identidad al barrio. Foto: de YARETZY M. OSNAYA
En las calles de San Bartolomé, en Mixquic, decenas de bardas y fachadas han sido intervenidas por muralistas a fin de dar identidad al barrio. Foto: de YARETZY M. OSNAYA

El rescate del pueblo no ha sido una tarea sencilla. Antes de empezar a pintar las fachadas, los gestores realizaron una investigación a fondo del pueblo; las 369 hectáreas que conforman a Mixquic están compuestas por seis barrios: San Bartolomé, Santa Cruz, Los Reyes, San Ignacio, San Agustín y San Miguel; hay más de 16 mil 200 habitantes. Fundado en 1229, Mixquic fue un pueblo lacustre en sus inicios, por lo que las chinampas fueron parte fundamental de la vida de esta zona. Actualmente es una de las principales comunidades productoras de romerito; es famoso por sus celebraciones religiosas y la velada en el panteón el Día de Muertos.

Lo que se propone “es trabajar desde el territorio en una oferta de agenda cultural local que se está llevando a cabo con varias mesas de trabajo, estamos trabajando en descentralizar la oferta cultural, que la gente comience a participar en los murales e identidad de los zócalos, pero que no sólo sea eso, sino que las personas se apropien del programa y también lo transformen en la posteridad”, explica la gestora Gisela.

No todo es magia en el pueblo de San Andrés Mixquic. Algunos vecinos y comerciantes se muestranescépticos ante esta intervención, pues consideran que este programa no ayudará a resolver problemas como la inseguridad en la zona e incluso manifiestan que tanto color no es completamente de su agrado; para otras personas, la intervención es “un éxito, es agradable a la vista ir pasando y ver todo pintado, dan ganas de pasear por aquí, de cuidarlo”.

San Juan Tlihuaca, Azcapotzalco, fue el primer pueblo originario de la Ciudad en donde el Gobierno capitalino echó a andar el proyecto Yólotl-Anáhuac. Foto: de  FRIDA SÁNCHEZ. EL UNIVERSAL
San Juan Tlihuaca, Azcapotzalco, fue el primer pueblo originario de la Ciudad en donde el Gobierno capitalino echó a andar el proyecto Yólotl-Anáhuac. Foto: de FRIDA SÁNCHEZ. EL UNIVERSAL

El señor Memo, quien trabaja en una carnicería, considera que “quedó bonito, pero nada más”, pues duda que estas mejoras en su colonia puedan atraer más turismo o mejorar en sus ventas.

María, quien tiene una cocina económica, cuenta que no es la primera vez que se hacen este tipo de intervenciones: “Hace unos años nos pintaron de un solo color”, ahora que las calles lucen decoradas con distintos colores y figuras de animales admite que “la verdad, a mí no me gustó, está de todos los sabores y colores, tal vez las figuritas sí, pero lo demás no”.

Recuerda que la intervención se echó a andar luego de que en febrero de este año se registrara la ejecución de cinco jóvenes en San Andrés Mixquic. “Habían matado a unos jóvenes y vinieron aquí a Mixquic, y empezó todo esto de que iban a hacer programas, de que iban a poner iluminación y sí están poniendo hasta el monumento, la carretera, están pintando, no digo que no se esté haciendo”.

Señala que sí hay policías en la zona para vigilar y brindar seguridad a los habitantes, pero “a veces no están donde deben estar, por ejemplo, los asaltos están en el deportivo y ellos [los elementos] están más por la secundaria, son muchas cosas”.

No sólo es pintar murales

San Juan Tlihuaca, en Azcapotzalco, fue el primer pueblo originario de la Ciudad de México en donde se echó a andar el proyecto Yólotl-Anáhuac, a casi cuatro meses de la inauguración las calles del pueblo aún lucen decoradas con llamativos colores. Pueblo Mágico San Juan Tlihuaca, se lee en un muro pintado de rojo con letras de grandes dimensiones y una cenefa con glifos.

Aunque uno de los grandes atractivos de este programa que se impulsa en los pueblos originarios son las coloridas cenefas, la intención va más allá de eso, pues se busca mejorar las condiciones de seguridad, salud, acercar la cultura, poner iluminación y reparar baches, entre otras acciones en beneficio de los capitalinos.

La idea es “construir territorios de paz e igualdad con intervenciones importantes en el territorio, las cuales tienen que ver con obra pública, salud, es como meter toda la fuerza del Gobierno de la Ciudad a un determinado territorio que lo necesita; se arreglan desde baches, alumbrado, drenaje”, explica a este diario Ana Francis López Bayghen, titular de la Secretaría de Cultura.

En su caso, precisa, se trabaja junto con la comunidad para la colocación de murales y cenefas, y darle una determinada identidad a cada pueblo. “Por ejemplo, en San Juan Tlihuaca se ven las hormiguitas que es mucho la identidad chintolola, de Azcapotzalco, las imágenes de estos zócalos se fueron construyendo a partir de lo que la gente conversa, lo mismo los murales que cuentan la historia del pueblo”.

Uno de los grandes proyectos es la construcción de museos comunitarios en cada uno de los pueblos intervenidos, aunque eso “es un proceso lento”, debido a la investigación previa que requiere.

Agrega que está en proceso el museo comunitario de San Juan Tlihuaca (previsto a abrir este año); y como parte de Yólotl-Anáhuac se realizan trabajos en Mixquic y se avanza en un proceso similar en Tepito, en la alcaldía Cuauhtémoc.

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