Áurea Delgado Flores tiene 72 años y disfruta vivir sola. A veces tiene un sentimiento de nostalgia o tristeza al recordar cuando toda la familia vivía en casa, pero se le pasa pronto, dice. Foto: Germán Espinosa/EL UNIVERSAL
Especialistas atribuyen este fenómeno a los cambios sociales y a las nuevas tecnologías: redes sociales
Con una amiga, planea retirarse a un asilo pese a la insistencia de sus hijos para que se mude con ellos; así lo decidió porque defiende su independencia y su espacio. No quiere ser “una carga” para nadie. Foto: Germán Espinosa/EL UNIVERSAL
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Cuenta que de los seis hijos que tuvo aún viven cuatro y que le dieron 12 nietos y estos, a su vez, 22 bisnietos. Son una familia unida, pero insiste en disfrutar de su independencia. Foto: Germán Espinosa/EL UNIVERSAL
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Desde hace 27 años vive sola en su departamento de 48 metros cuadrados en la unidad habitacional Nonoalco Tlatelolco de la Ciudad de México, decorado con cuadros de flores; a lo largo de ese tiempo ha coleccionado figuras de porcelana y recuerdos de sus viajes a Acapulco, Madrid, Cuba y Miami. Su nuevo proyecto es visitar Francia. Foto: Germán Espinosa/EL UNIVERSAL
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Comenta: “a la soledad hay que adaptarse, yo sé que estoy sola: sola nací y sola voy a morir. No me pesa: será porque viajo, me divierto, nos vamos a desayunar, a comer, al café con las amigas. Foto: Germán Espinosa/EL UNIVERSAL
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Considera que algunas personas se sienten solas porque los vínculos familiares se han desgastado. Cuando sus hijos vivían en casa, se sentaban a comer y convivían. Ahora que tienen sus propios hijos, Áurea ha notado que la convivencia es más difícil y lo atribuye al uso de teléfonos inteligentes. Foto: Germán Espinosa/EL UNIVERSAL
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Como en el caso de Áurea, cada vez es más frecuente encontrar en México a personas que viven solas. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 9.1% del total de los hogares fue clasificado en 2015 como unipersonal y de ellos 15.3% eran encabezados o correspondían a mujeres y 6.7% a hombres. Foto: Germán Espinosa/EL UNIVERSAL
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De acuerdo con Sonia Rangel Espinosa, doctora en filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, los cambios en la estructura laboral y tecnológica generan una atomización e incomunicación. Foto: Luis Cortés/EL UNIVERSAL
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Explica que “el tejido social se diluye y ya no se plantean relaciones profundas o afectivas, sino utilitarias y de competencia en las que ya no se busca cultivar la amistad, el amor o las relaciones de solidaridad”. Foto: Luis Cortés/EL UNIVERSAL
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También profesora de la Facultad de Música y del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM, Rangel Espinosa comenta que “algo que sí estamos viendo cada vez más en México es la falta de tiempo para tomar un café con alguien, hablar por teléfono ya es casi un tabú. Hay que darse cuenta de qué estás priorizando".