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Para Timothy Lyndsay Shaddock su barco era su tierra y su hogar, pero tuvo que abandonarla en medio del Océano Pacífico para salvar la vida; hoy probablemente el Aloha Toa (algo así como “Hola Héroe” en hawaiano) esté en el fondo del mar o destrozado, pues dos días después de que Timothy y Bella (su perra) fueron rescatados del naufragio, un huracán categoría tres le pasó por encima.
“A ese ciclón yo le pasé por abajo, a unas 180 o 200 millas al sur, pero la trayectoria que siguió prácticamente hubiera el velero, la noche que yo lo pasé era categoría uno y al día siguiente ya era categoría tres”, narra Oscar Gerardo Meza Oregón capitán del buque atunero Maria Delia, que rescató al náufrago australiano.
Meza y su tripulación llevaban 34 días en el océano pescando atún cuando el técnico de pesca Oscar Zepeda y el rastreador Cristian Duleño llamaron desde el helicóptero en el que buscaban los cardúmenes y reportaron una nave desde cuya cubierta un hombre hacía señales; al acercarse vieron que el yate tenía lama, que había peces a su alrededor, “parecía llevar mucho tiempo a la deriva”, describió Meza.
El capitán dio aviso a su empresa, Grupomar, y enfiló el buque hacía las coordenadas que le dieron sus compañeros desde el aire, casi a 21 millas de distancia; mientras, en tierra la información corría hasta llegar a oídos de Antonio Suárez Gutiérrez, dueño y fundador de la empresa, quien dio la instrucción de proceder con el rescate.
“Cuando estábamos próximos envié una lancha para revisar si no traía algo que pudiera poner en peligro a nuestra embarcación, armas, drogas; le preguntaron su nombre, su edad, de dónde y cuándo salió, después se le pidió permiso para abordar su barco e inspeccionarlo”, continuó Meza.
Así supieron que Shaddock llevaba más de 90 días en el mar, que una tormenta rompió la vela de su nave y dañó sus sistemas de comunicación, que después falló su motor, que una perra lo acompañaba y tuvieron que sobrevivir comiendo pescado crudo o carne de algún aves que descuidada se posó en el pequeño yate.
En el video grabado por los marineros que se acercaron para hacer la inspección se observa a un hombre con la barba crecida, delgado, un tanto desconcertado y que agradece a quienes le hablan después de tantos días sin escuchar la voz de otra persona.
“Hubo muchos días buenos y muchos días malos, pensé que no lo lograría, lo más difícil es el cansancio porque siempre había algo que arreglar”, diría después Shaddock ante la prensa.
El seis de abril hubo luna llena sobre el Mar de Cortés y el náufrago australiano recordó que esa noche, tras dejar el puerto de La Paz, en Baja California Sur, fue la última vez que vio tierra firme hasta que fue rescatado.
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Seis días después de dejar atrás el Aloha Toa y con ello perder todo lo que tenía, Shaddock arribó en el buque atunero María Delia a los muelles de Grupomar, en Manzanillo, donde Antonio Suárez Gutiérrez lo esperaba: “bajó y nos dimos un abrazo, me besó dos veces en la mejilla, los ojos se le llenaron de lágrimas, fue muy emotivo, estaba muy agradecido con todos”, recordó el empresario.
Durante esos seis días “Tim”, como le dicen los marineros que lo rescataron, observó las complejas faenas de la pesca de atún, porque las bodegas del María Delia aún no se llenaba y había que continuar con el trabajo a pesar del afortunado encuentro; “fue como encontrar una aguja en un pajar”, dice Meza, quien considera el caso como extraordinario no sólo porque no es común encontrar a un náufrago, sino por el tiempo y las condiciones en las que éste tuvo que sobrevivir.
Antonio Suárez decidió celebrar el rescate invitando a los involucrados a comer, “fuimos a comer carne, Tim comió filete y bebió algo de vino, está muy agradecido y dice que quiere volver a su país con su familia”.
Por ahora el hombre de 54 años estará unos días más en Manzanillo y la empresa que lo rescató se encarga de sus alimentos y de pagar el hotel donde se hospeda, aún hay algunos trámites por hacer ante las autoridades mexicanas y australianas; Bella, la perra que lo acompañó, se ha quedado con uno de los miembros de la tripulación, Tim accedió a dejársela con la condición de que la cuidara bien.
El María Delia dejará de navegar para Grupomar, que ha comprado nuevos barcos y vendió ya este buque que con su medio siglo era el más viejo de la flota; “una despedida muy significativa” dijo Suárez y recordó que en el Aloha Toa se colocó en una boya con un GPS por si Shaddock decidiera intentar recuperarlo: “parece imposible pero nunca se sabe”.