Cuernavaca.— Era una adolescente cuando tocó la puerta de Rivetex, una fábrica de casimires instalada en Cuernavaca. Sus 17 años no fueron impedimento para su contratación, porque la empresa requería mano de obra y Juliana García Quintanilla era una de las decenas de mujeres que atiborraban las naves industriales.
Ingresó a la fábrica en 1969 y la ubicaron en el área de trajes, donde zurcía a mano. Dos años después la atrapó un movimiento de protesta por el despido de 110 trabajadoras sindicalizadas y comenzó su activismo en defensa de los derechos humanos. Un 80% de la base trabajadora eran mujeres.
Al final ganaron su reinstalación, pero un año después ya estaban en huelga en demanda de mejores condiciones de trabajo, y luego de 41 días lograron su propósito.
Lee también “México es una nación de paz”, afirma Rosa Icela; se debe erradicar todo tipo de violencia de género, dice

Para 1978 Juliana fue nombrada delegada sindical del departamento de terminados de traje, pero su liderazgo fue atajado mediante su despido.
Juliana estaba embarazada y así emprendió demandas contra el IMSS por la seguridad social y a la empresa por despido injustificado. El litigio le llevó nueve años y al final ganó por partida doble.
En esos viajes a la Ciudad de México, en busca de solidaridad con el movimiento sindical, Juliana conoció a Rosario Ibarra de Piedra, mujer icónica en la lucha por la presentación de los desaparecidos políticos, y así nació su encuentro con el activismo político.
La lucha contra la violencia feminicida
La lucha social, sin embargo, le tenía preparada una ruta especial la cual fue detonada por la violación sexual que sufrió una compañera de partido político.
La víctima era su representante ante el organismo electoral y, de acuerdo con las investigaciones, ingresaron a su domicilio con el único propósito de abusar de ella y dejarle un mensaje de represión.
Un año después, en 1988, se registró la primera desaparición política del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) en la persona de su compañero del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), José Ramón García Gómez.
Enseguida, en 1989, cuenta Juliana, la policía reprimió un movimiento del pueblo indígena de Xoxocotla que luchaba por nombrar a su ayudante; en esas acciones de opresión murieron dos jóvenes.
Esos episodios la llenaron de desolación pero al mismo tiempo la alentaron, y junto a su equipo fundaron en 1989 la Comisión Independiente de Derechos Humanos.
Desde esa organización, Juliana fortaleció su lucha feminista, participó en las protestas contra la desaparición forzada de personas y posteriormente se solidarizó con las madres de las víctimas involucradas en el caso de Las Muertas de Juárez, durante la década de los 90.
Con la experiencia acumulada decidió, en el año 2000, junto a su compañero de vida, José Martínez Cruz, documentar los crímenes violentos de mujeres en Morelos por razón de género.
En 2005 la diputada por el PRD Marcela Lagarde, presidenta de la Comisión de Equidad en el Congreso de la Unión, presentó una investigación sobre feminicidio en la República Mexicana y eligió 10 entidades donde se registraba ese fenómeno, entre ellas Morelos.
Por su experiencia, Juliana fue invitada a colaborar con la investigación y 10 años después, con todo el aprendizaje, las vivencias y la colaboración con la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, Juliana y su equipo materializaron la activación de la Alerta de Violencia de Género en ocho de los entonces 33 municipios.
Inicialmente pidieron la activación para todo el estado pero, cuenta Juliana, el entonces gobernador Graco Ramírez Garrido Abreu (PRD), y los enviados de la Secretaría de Gobernación acordaron por adelantado elegir solamente cinco municipios, y ante la insistencia de la CIDH sumaron tres más.
Trotski, Kolontái e Ibarra, sus referentes
Juliana es una mujer menuda, de expresión dura, pocas veces expresa emociones. Sin embargo, cuando se trata de salir a las calles a demandar justicia por las mujeres asesinadas, va en primera fila.
Frente a las autoridades aplica la máxima de Rosario Ibarra: “Enfrente de los represores no vamos a llorar. Lloraremos en casa, pero afuera tenemos que tener fuerza, fortaleza, denuncia, justicia, reclamos”.
Juliana se define de izquierda, feminista y defensora de los derechos humanos de las mujeres.
“Me formé en la defensa de los derechos de las mujeres sindicalistas, después con las madres que buscan a sus hijos; siempre me he ido fortaleciendo de la energía y la fortaleza de otras mujeres”, expresa.
De las mujeres que ayudaron a su formación reconoce a Amalia García, Marcela Lagarde, Andrea Medina Rosas, feministas con antecedentes en la lucha a nivel internacional.
En un sitio especial guarda la imagen de Rosario Ibarra, a quien —dice— debe su amplio conocimiento dentro del tema de las desapariciones forzadas.
Como escritoras predilectas refiere a Marcela Lagarde y Aleksandra Shura Mijáilovna Kolontái, una soviética revolucionaria, diplomática y política feminista marxista que trabajó a favor de los derechos de las libertades de las mujeres.
Su afinidad con la diplomática rusa se debe también a su simpatía con el trotskismo, a cuya corriente teórico-práctica del marxismo Juliana atribuye su aliento en el movimiento sindical y político.
“Le entré al PRT porque, al igual que doña Rosario, veía que ellos estaban involucrados en lo que quieres, no en lo que ellos te vienen a imponer; no que tú los acompañes, sino que ellos te acompañen”, refiere la mujer.
Con 25 alertas en 22 estados
Juliana nació en una familia cuya madre fue pilar económico, trabajando como vendedora de frutas en el Mercado Adolfo López Mateos de la ciudad de Cuernavaca.
Por su experiencia en la defensa de los derechos de las mujeres, contribuyó a nivel nacional en la elaboración de las bases de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y también en la tipificación del feminicidio en el país.
Incansable en su lucha contra los feminicidios, Juliana lanza un llamado para que el gobierno de México revise la atención de las 25 alertas que están activadas en 22 estados del país.
Lee también “Queremos vivir sin miedo”; agricultores de Zacatecas exigen seguridad tras secuestro de dos productores
“Hacemos un llamado a todas las mujeres alertistas a una reunión nacional para exigir a la Presidenta y plantear que más que desaparecer organismos se debe revisar cómo van a atender las alertas de violencia de género en el país”, expone.
Su preocupación, expresa, es saber cómo la Secretaría de las Mujeres va a dar seguimiento a la Alerta de Violencia de Género.
¿Qué te faltaría para sentirte plena?
—Uy, que ya no hubiera feminicidios, responde sin cortapisas.
¿Qué sentimiento te da el asesinato de la legisladora Gabriela Marín en octubre de 2022?
—Es el mismo caso de Gisela Mota [exalcaldesa de Temixco]. Es un feminicidio que no se atiende como feminicidio, a pesar de ser mujeres públicas, porque una era presidenta municipal y la otra era diputada, igual que la vecina que fue víctima de feminicidio.
Yo no las veo diferentes, ni como la académica Yadira, todas son mujeres víctimas de feminicidio y todas deberían tener justicia y clasificar sus carpetas como feminicidio, cosa que no sucede en Morelos, concluye.