Villa Hidalgo Yalálag, Oax.— Sobre el vestido de las mujeres de esta comunidad están reflejadas las veredas que recorren los campesinos diariamente, sus campos agrícolas, las flores que simbolizan la vida, el camino de la serpiente coralillo y la distinción social.
Su vestimenta, además, es el resultado de un trabajo colectivo. Aunque todas las artesanas textiles conocen y pueden hacer cada una de las piezas que la conforman, la laboriosidad implica que hayan decidido especializarse en sólo una de sus partes. Unas hacen la falda en el telar de cintura (también llamada refajo), otras el huipil, otras el rodete (gran trenza de hilos de lana de color negro que las mujeres portan sobre su cabeza), otras el rebozo, y otras las trenzas que se colocan en el pecho del huipil.

Tejer parada
Eufrasia Carlos Diego, de 57 años de edad, prepara el telar de cintura con la ayuda de su hijo, quien ata con un mecate en una de las ramas de un árbol el marco de madera, mientras el otro extremo es sostenido por Eufrasia con el uso de un mecapal sobre su cintura. Una vez atado al árbol, inicia con la urdimbre de hilos delgados de color café y blanco.
“Aquí las mujeres tejemos paradas, para que estén bien tensados los hilos cuando se empiezan a tejer. Si lo hacemos sentadas, la falda queda floja y, ¿para qué quiere? Luego empiezan las críticas (de las demás artesanas) sobre la calidad de la falda”, explica.
Eufrasia aprendió de su madre y su abuela la elaboración de cada una de las prendas que forman parte de la vestimenta tradicional de Yalálag, pero principalmente de su abuela. A los siete años de edad la ponían a enrollar los hilos, luego a que ayudara a hacer ojales para poner botones a las camisas.
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“Mis hermanos también trabajaban junto con mi madre. Mi madre trabajó el telar de cintura y también trabajó en la máquina para hacer camisas antigüitas como las que ocupan aquí en Yalálag los hombres”.
La mujer relata que no se dio cuenta cuándo aprendió a tejer, pero sí recuerda su primera pieza, la cual fue un ceñidor de seis codazos (medida que abarca la extensión del brazo, desde la mano hasta el codo) y que se usa para sujetar por la cintura la falda que portan las mujeres.
“De ahí poco a poco fui avanzando, fui aprendiendo. Aprendí a hacer los rebozos, el rodete, el huipil”.
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Vestimenta tradicional con simbolismo
Cada una de las piezas que conforman la vestimenta tradicional de las mujeres de Yalálag tiene una representación que da identidad a su comunidad. La falda de enredo son líneas tejidas de color café (el cual se obtiene del teñido con el uso de la corteza de encino) y blanco. Estas líneas representan los caminos que recorren los campesinos cuando se dirigen a sus campos; en la parte superior del huipil, que abarca los hombros y el pecho, se tejen cuadros horadados que simbolizan los campos agrícolas.
Mientras tanto, en los bordes inferiores del huipil se teje una línea de diferentes colores que simbolizan a la serpiente coralillo. En el centro se levanta una línea de flores con significados relacionados con la naturaleza y la vida; en el traje de gala se bordan cinco flores y en el diario sólo una flor. Además, destaca una trenza roja tejida de manera horizontal y que sobresale a la altura del pecho.
La vestimenta tradicional se corona con el rodete, la trenza negra que se coloca sobre la cabeza y que sólo se utiliza en festividades especiales y el cual sólo tiene derecho a usar la mujer principal de la fiesta, como la novia en una boda o una quinceañera, y simboliza el momento de la mujer yalalteca sobre la cual una serpiente coralillo se enrolló y posó en su cabeza en el momento en que unos campesinos cortaban un árbol de copal.

También destaca un collar con un dije en forma de cruz en cuyo centro está la figura de un corazón, pero su significado no tiene ninguna relación con la Iglesia católica o el cristianismo, según explica Eufrasia Carlos.
Aunque, según especialistas, se trata de un sincretismo cultural entre españoles y los indígenas zapotecos, para estos últimos, dice Eufrasia, el corazón es el centro donde ocurren el tiempo y el espacio, y la cruz representa el cielo; el centro, el inframundo, y las puntas de la cruz, los cuatro puntos cardinales.
Trabajo colectivo
Las prendas que conforman la vestimenta de las mujeres zapotecas de Yalálag contienen una complejidad única. Sólo para terminar una falda pueden tardar hasta dos meses.
Las mujeres deben ir por la cáscara del árbol de encino, machacarla y prepararla para teñir los hilos, un proceso que se prolonga hasta por una semana para que adquieran el color deseado.
“Machacamos la corteza con una piedra hasta que quede en polvito. Una vez que ya está en polvito, ahora lo echamos en la olla y esperamos una semana hasta que empiece a dar el color y lo prueba uno, se siente en la lengua, se siente en el paladar que ya está listo. Entonces agarramos el hilo, lo metemos en el agua de tinte y ahí va a estar unos 20 días, y ya de ahí lo sacamos, lo tendemos, lo secamos, lo lavamos otra vez para que esté firme. Luego lo ponemos a secar otra vez en un lugar con sombra”.
Posteriormente sacuden los hilos y los limpian para quitarles la cáscara de corteza que haya quedado impregnada. Es entonces que lo tienden en la tabla del telar de cintura y realizan la urdimbre, y finalmente comienzan a tejer.
Los esfuerzos por preservarlo
Es por esta dificultad para hacerlos, el poco mercado para venderlos y el desinterés de las nuevas generaciones que las artesanas textiles son cada vez de mayor edad y pocas las jóvenes dispuestas a sucederles.
Para encontrar viabilidad económica, las artesanas textiles han innovado con la creación de blusas, bolsas y otros artículos, usando sus conocimientos, con el fin de hallar un mercado que pueda adquirirlas con mayor facilidad y que esos ingresos permitan continuar con la elaboración de su vestimenta tradicional.
“Esto es del pueblo, esto es de mi gente, de mis paisanas, de todas las que trabajan... somos muchas”, concluye Eufrasia.
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