Acapulco.— La zona Diamante en este periodo vacacional no brillará, está casi en penumbras: los hoteles cinco estrellas no cuentan con habitaciones disponibles, no hay espectáculos, la vida nocturna está apagada, los condominios de lujo se ven vacíos y sólo dejan ver la destrucción.
Sí hay servicio de energía eléctrica, pero en las calles predomina la oscuridad: la mayoría de los comercios están cerrados y el alumbrado público no está restablecido al 100%.
La zona Diamante en las últimas décadas fue la principal oferta turística de Acapulco, pero a 50 días del paso del huracán Otis no supera los daños.
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La principal avenida de la zona, el bulevar de Las Naciones, no tiene el brillo de acceso a la zona más cara de Acapulco, como lo fue en algún tiempo y una con la mejor plusvalía. Está opaca, su oferta es mínima. Muchos restaurantes siguen cerrados, con los daños expuestos, otro tanto está en reparación y una minoría está funcionando, pero nada comparado con lo que era hasta antes del 24 de octubre, cuando Otis devastó al puerto.
La zona se ve triste, recorrer las principales calles es como hacer un recuento de daños: hoteles y condominios destruidos, con las ventanas y techos hechos pedazos. Algunos tienen varios pisos iluminados, pero la mayoría está a oscuras, apagados, abandonados.
El único hotel que está iluminado es el Princess Imperial, su fachada está pintada de verde con la silueta que simula un pino navideño y un mensaje: “Todos somos Acapulco”.
Los centros comerciales están cerrados, sólo la tienda departamental Liverpool tiene un letrero gigante en el que anuncia su apertura, pero advierte del horario: “De 11 de la mañana a 5 de la tarde”.
Redujo casi seis horas su horario. El anuncio no explica las razones, pero son obvias: no hay a quién ofrecer productos. Ahí no se han parado los turistas desde la noche del 24, los que sí andan, como en toda la ciudad, son los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) o los que reparan la telefonía o internet.
El Forum Imperial, el principal centro de convenciones y espectáculos de Acapulco, también está cerrado, apagado, a oscuras. Todos los eventos y conciertos fueron cancelados o reprogramados hasta nuevo aviso. ¿Cuánto tiempo? No se sabe, nadie puede pronosticarlo.
En la zona Diamante, la Navidad no será día iluminado, tampoco de turistas, ni tampoco de trabajo para miles de acapulqueños.
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Los alrededores
Los alrededores de la zona Diamante, como en la Playa Bonfil, el escenario es similar, los restauranteros están más preocupados por que el mar no siga tragando sus locales que en recibir turistas.
Arturo Miranda es propietario de la Cabaña de Lucio, un restaurante en Playa Bonfil. Los vientos de Otis le arrancaron todas las palapas que tenía en la playa, pero también la que cubría al restaurante. Además de eso, el mar se comió a la playa unos 80 metros. Ahora las olas revientan al pie de la construcción.
Miranda tiene claro que esta temporada está perdida, no podrá recibir a ningún turista; está más preocupado por conseguir dinero para reparar los daños de su casa y el restaurante. Y no es que no lo haya hecho ya, sino que ha sido insuficiente.
“El huracán nos partió, en palabras llanas, nos dio en la madre (…) esta parte de Acapulco es la que se desarrolló en los últimos 50 años y todo se destruyó. Acapulco no está bien”, subraya.
Miranda espera que el gobierno de los morenistas Andrés Manuel López Obrador y Evelyn Salgado Pineda apoyen de manera más contundente a los comerciantes, a los restauranteros, a los hoteleros.
“La gente de todo este tramo, toda esta zona, siempre ha trabajado en los restaurantes, en los hoteles, esto ha sido su único modo de vida y depende de que estos negocios se restablezcan. Yo quisiera que le metiera dinero como cuando el huracán arrasó Cancún, pero aquí ni madre; parece que somos como mexicanos de tercera, eso es muy triste”, sostiene el empresario.
Sin apoyo no hay solución
El empresario Guido Rentería Rojas explica que 80% de los daños provocados por el huracán Otis fue a la iniciativa privada y el resto a la pública.
Rentería Rojas considera necesario que haya un financiamiento público, es decir, que el gobierno federal otorgue préstamos con tasas de interés mínimas o fondo perdido a los empresarios y comerciantes para que se realice la reconstrucción económica del puerto de Acapulco.
“Muchas empresas están paradas porque forman parte de un corporativo o pagaban un seguro. Se necesita activar la industria. No quieren que les regalen, sino que les den facilidades, pero todo está relacionado, es una simbiosis: si no abren los acapulqueños no podrán trabajar”, explica.
El empresario reconoció los apoyos que está ofreciendo el gobierno federal, pero advirtió que no son suficientes.
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“A finales de enero, febrero, se va a comenzar a resentir, porque ese dinero que está dando el gobierno se va a terminar y ¿qué va a pasar si su fuente de trabajo no está abierta? El gobierno federal debe de tener claro que no se está apoyando a los fifís, que en el fondo se está apoyando al personal, se me ocurre que el gobierno condicione el apoyo, que le diga a los empresarios que los va a apoyar con la condición de que no despidan a ningún trabajador, pero si no se reparan los hoteles, los restaurantes, cómo recibes a los turistas, cómo se da el empleo”, expuso.
Guido Rentería Rojas advirtió que en Acapulco ya se está viendo una “subeconomía”.
Explicó que acapulqueños ya están recibiendo remesas de sus paisanos que tuvieron que dejar el puerto para ir a trabajar a otros municipios o estados.
Acapulco en esta temporada está metido en una encrucijada: hay miles que esperan trabajar, pero para hacerlo requieren que los turistas lleguen y para ello debe haber hoteles, restaurantes, bares disponibles y eso casi no hay.