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Progreso, Hgo.— En los últimos seis meses la familia Cano Lugo ha luchado y se ha esforzado por salir adelante. Anayeli está aprendiendo a leer y escribir y Fernando está por terminar su primaria. Con una vida difícil a cuestas, ella violentada desde pequeña y él sin estudiar por la falta de dinero, han encontrado en su hija Valeria la oportunidad de una educación que la vida les negó.
En Progreso, Hidalgo, hay alrededor de 6 mil personas en rezago educativo, Anayeli y Fernando forman parte de esta estadística y aunque sólo cuentan con 36 y 42 años de edad, en su momento no tuvieron la posibilidad de estudiar, y hoy a través del Movimiento Nacional por la Alfabetización y la Educación (Monae) del Instituto Nacional de Educación para los Adultos (INEA) y del que Hidalgo es pionero, Anayeli por fin pudo escribir su nombre.
La responsable de esto y de la emoción que se refleja en los ojos de Fernando al hablar de la certificación por culminar la primaria es Valeria, su hija, quien estudia el bachillerato en el Centro de Educación Media Superior a Distancia (CEMSaD) y quien, como parte de su servicio social, es su instructora.
Sentados en un aula del CEMSaD que pertenece al Colegio de Bachilleres de Progreso, Anayeli y Fernando cuentan un poco de su vida y cómo es que regresaron al cuaderno y al lápiz. Ella recuerda el abandono que sufrió por parte de su madre al ser apenas una bebé, y cómo su padre decidió llevarla a Hidalgo para que la cuidaran sus hermanas.
Tal vez fue la falta de una madre o el maltrato físico y emocional que vivió, lo que dice repercutió para que “no me entraba nada en la escuela, me cuentan que sólo hacía berrinche y rompía los libros y, pues, ya no me mandaron”, comenta.
Fernando recuerda que en su casa faltaba el dinero, el único sostén para él y sus dos hermanos era su madre, por lo que no había recursos suficientes para que todos fueran al colegio, así que tuvo que abandonar la escuela en el tercer año de primaria.
La joven que quiere ser aeromoza
De niña, Valeria tenía el sueño de ser maestra y el Monae se lo hizo realidad. A sus 18 años de edad está a punto de culminar su educación media, pero antes tuvo una encomienda, asesorar y ayudar a sus padres.
Valeria dice que personal del Instituto Hidalguense para la Educación de los Adultos (IHEA) le dio una plática de cómo orientar a los educandos, así que con sus libros y las ganas de que sus padres se superaran inició la aventura.
Una hora al día, generalmente por las tardes, Valeria y sus padres comenzaron con las clases, en algunas ocasiones, dice, le costaba trabajo, ya que se desesperaba ante los pocos avances de Anayeli. “Yo entiendo que para ella es difícil aprender y trato de enseñarle mejor”, asevera.
Señala que con Fernando fue más fácil, ya que con los pocos conocimientos académicos que tenía y lo que la vida le ha enseñado en su trabajo en la construcción le aligeraron la carga y de manera rápida pasó el examen de certificación.
Como cualquier joven de su edad a Valeria le gusta la música y sus sueños pasaron de ser maestra a aeromoza, por lo que dice que va a luchar para alcanzar sus metas. En este momento está orgullosa de sus victorias, de que poco a poco su madre comienza a unir las palabras, ya sabe escribir su nombre, lo siguiente es enseñarle a firmar.
Fernando: entre comer y estudiar
Cuando fue niño, Fernando no tuvo la oportunidad de estudiar, ya que empezó a trabajar para ayudar a su familia y ahora nuevamente se vio en la misma situación. “Yo hasta aquí llegué, ya no puedo seguir”.
Señala que labora en la construcción como albañil, por lo que no hay tiempo que alcance. Entre comer y estudiar la elección es lo primero.
Fernando se dice contento de haber acabado la primaria y recuerda con emoción la ceremonia en la que le entregaron su certificado. Hoy le tocará sacrificarse para que su esposa pueda seguir. “Yo quiero que ella continúe, que aprenda a leer bien”.
Anayeli dice que le cuesta aprender, pero lo intenta por su hija, que vea que las cosas pueden suceder, quiere que Valeria tenga mejores oportunidades de las que tuvo ella.
El apoyo que recibe de su marido para poder aprender destaca entre muchas historias donde las mujeres tienen pocas oportunidades. De acuerdo con Jesús Cisneros, coordinador de zona Actopan, hay casos donde son golpeadas o se tienen que esconder porque sus esposos no saben que han decidido seguir estudiando.
“En Acaxochitlán, donde en una ocasión realizaba una inspección a una de las educandas en su domicilio, arribó su esposo, quien al vernos se enteró de que la mujer realizaba sus estudios. De manera inmediata supimos que iba a haber problemas, lo que constatamos al siguiente día, ya que la mujer llegó golpeada”.
Hidalgo, en rezago educativo
El director del IHEA, Pedro Porras Pérez, señala que en el estado se tiene un rezago de alrededor de 600 mil habitantes, de una población de poco más de 3 millones de personas, de los cuales son los jóvenes de secundaria los más afectados.
Explica que de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), un segundo grupo afectado es de las personas analfabetas con 130 mil, aproximadamente 2.5%, mientras que quienes no culminaron sus estudios de primaria son más de 80 mil, sobre todo en los lugares de la Sierra y Huasteca, como Xochiatipan, que se puede considerar como foco rojo.
A través del programa del Monae se ha trabajado para que se puedan disminuir estas cifras, de tal manera que en diciembre del año pasado Hidalgo se ubicó en el séptimo sitio de los estados con mayor número de certificaciones, al lograr más de 15 mil 700.