Paraíso.— La refinería Olmeca, también conocida como Dos Bocas, que fue presentada como un faro de autosuficiencia energética y el motor de una bonanza petrolera prometida por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, está provocando enfermedades, pobreza y un éxodo silencioso en las comunidades de los alrededores. Cientos de familias huyen de un aire que enferma y de un futuro incierto.
A cinco años de iniciada su construcción, la promesa de prosperidad se desvanece; en su lugar, las comunidades aledañas enfrentan una crisis socioambiental y económica que pone en riesgo su salud y su seguridad.
En las comunidades José María Morelos, Puerto Ceiba y Lázaro Cárdenas, del municipio de Paraíso, los gases de la refinería han disparado las afecciones respiratorias.
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En Lázaro Cárdenas, donde residen 745 familias a escasos cinco metros de la refinería, separadas por una barda perimetral, cerca de 100 han abandonado sus hogares debido a la contaminación y el miedo de vivir en una zona que consideran de peligro por su cercanía a la refinería.
En esta zona, habitada por unas 11 mil personas, la crisis impacta hasta las escuelas. Dos planteles —un kínder y una primaria— han sido evacuados al menos siete veces por nubes tóxicas.
Jorge Lamoyi, director de la escuela Abías Domínguez, a sólo 4.5 metros de la refinería, describe con preocupación: “Un polvo negro, ‘coque’ de la refinería”, cubrió el plantel. Sin medidas urgentes, “tememos una tragedia”, dijo.
La maestra Noelí Tirado explicó que desde 2024 las autoridades escolares y padres buscan reubicar los centros educativos, pero la falta de un terreno frena los esfuerzos. “En días nublados, el olor es insoportable. Damos cubrebocas y evacuamos a los niños, pero esto puede causar enfermedades”, advirtió.
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El éxodo silencioso
En Lázaro Cárdenas, familias, especialmente jubilados, venden o rentan sus propiedades.
Reclaman la ausencia de rutas de evacuación y planes de contingencia en caso de algún imprevisto en la refinería, por lo que Virginia Barjau, vecina de la colonia, compartió su dolor: “La refinería separó a mi familia. Mi esposo, despedido, ahora trabaja en Monterrey. Muchos abandonan sus hogares por miedo a una tragedia”.
La crisis se agrava por la falta de servicios básicos. Escasez de agua potable, fallos en el suministro eléctrico y la ausencia de infraestructura hospitalaria golpean a las comunidades.
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“No les importó la fauna, la flora ni nosotros. Prometieron empleos, pero muchos, como mi esposo, migraron por falta de trabajo”, lamentó.
Especialistas advierten que, sin acción urgente, las consecuencias para la salud serán devastadoras.
La crisis de salud
En comunidades como Puerto Ceiba, el aire de la ciudad huele a gas, a petróleo, a podrido, sobre todo por la tarde-noche. En las mañanas la contaminación mancha los pisos, las paredes y la vegetación.
Desde que la refinería comenzó operaciones, las afecciones respiratorias se han duplicado. Irving Sánchez, médico local, atiende ahora el doble de casos de asma y bronquitis, sobre todo en niños y ancianos. “Antes veía 10 pacientes al mes; ahora son 20, y muchos son pequeños con problemas graves”.
La calidad del aire en Paraíso “alarma y preocupa” por su deterioro constante, advierte el ambientalista Juan Manuel Orozco, de Conexiones Climáticas, quien exige que el gobierno federal y Pemex reevalúen la viabilidad de la refinería, ubicada en una región ya contaminada por décadas de explotación petrolera.
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En Puerto Ceiba los niveles de contaminación han llegado a niveles de riesgo.
En mayo y junio, la Red Ciudadana de Monitoreo detectó niveles de partículas PM 2.5 de hasta 166 µg/m³ (microgramos por metro cúbico), cinco veces más que el límite de 33 µg/m³ de la Norma Oficial Mexicana y 10 veces superior a los 15 µg/m³ recomendados por la OMS.
Las mediciones arrojaron que abril tuvo sólo cinco días por debajo de los 15 µg/m³, en mayo fueron 14 días y en junio fueron 11 días con niveles aceptables. Sin embargo, en mayo se registraron tres días con mediciones por arriba de los 140µg/m³. El día primero se contaron 158.03 µg/m³; el día 2, 166.15 µg/m³, y el día 3 se registraron 143.79 µg/m³.
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El ambientalista denunció que, además de las PM 2.5, la población inhala gases no medidos como dióxido de azufre, ozono, benceno, tolueno y metano, que provocan partos prematuros, alteraciones genéticas, cáncer, cardiopatías, neumonías, enfermedades cerebrovasculares y muertes prematuras.
Destacó que en zonas petroleras como Paraíso, los menores suelen reducir su rendimiento escolar y “comprometen” su esperanza de vida por exposición a factores cancerígenos. “Las PM 2.5 son tan pequeñas que ingresan al torrente sanguíneo y dañan los órganos; respirar este aire envenenado es una muerte lenta”.
Por ello, Orozco urgió reubicar escuelas cercanas a la refinería Olmeca, establecer protocolos de Protección Civil y crear alertas sobre la calidad del aire. Propuso políticas públicas para reducir emisiones, priorizar la salud materno-infantil y fomentar energías renovables, instando a la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) a verificar el cumplimiento ecológico.
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Por su parte, Manuel Llano, director de CartoCrítica, atribuyó el deterioro ambiental al modelo energético impulsado por el expresidente López Obrador, quien desde 2019 impulsó la extracción de hidrocarburos de campos viejos y complejos procesadores, además de la refinería.
Llano señaló que esta estrategia duplicó las emisiones de gas quemado, azufre y nitrógeno en Tabasco y Chiapas, afectando gravemente a las comunidades. “En su afán por extraer más, López Obrador duplicó el volumen de gas quemado en los mecheros de su propio estado, con severos impactos a la salud”.
De la bonanza al abandono
Una gasolinería frente a la refinería Olmeca cerró sus puertas recientemente. Su anuncio desgarrado, con el emblema de Pemex, refleja la crisis que atraviesa el monopolio estatal, golpeado por escándalos de opacidad en el manejo de recursos y el auge del huachicol.
Cuando la construcción de la refinería Olmeca arrancó, el 1 de agosto de 2019, Paraíso vivió una fiebre económica sin precedentes.
Más de 30 mil trabajadores, apodados “zanahorias” por sus overoles naranjas, colapsaron el tráfico y saturaron los servicios. Los cajeros automáticos se vaciaban y sectores como el comercio, inmobiliario, el turismo y el transporte terrestre experimentaron una bonanza.
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En Puerto Ceiba y El Bellote, las rentas de locales y viviendas se quintuplicaron, mientras el sector inmobiliario creció 300% entre 2019 y 2023, segun la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios. La ocupación hotelera alcanzó 90%, resistiendo incluso los embates de la pandemia por Covid-19, porque las obras en la refinería nunca se detuvieron.
Sin embargo, la prosperidad fue efímera pues se terminó junto a los trabajos en la refinería. “Hubo exceso de todo, una racha abundante, pero se esfumó como una llamarada de petate”, expresa Wences Laguna, delegado de Puerto Ceiba.
Hoy, las principales avenidas de Paraíso están inundadas de anuncios de locales y viviendas en renta o venta. La bonanza dejó paso a comercios abandonados, construcciones inconclusas y hoteles con una ocupación de 20% en temporada vacacional, según Sully Torres, directora de ventas de la cadena Hampton Inn en Puerto Ceiba.
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A la crisis económica se suma el impacto ambiental. En mayo, un derrame de 300 barriles de crudo paralizó la pesca y el corredor turístico-restaurantero de Puerto Ceiba.
EL UNIVERSAL buscó a las autoridades de Paraíso para consultar sobre planes de protección civil y la reubicación de escuelas, sin obtener respuesta.