
Cancún.— Aunque el huracán Delta no dejó muchas afectaciones materiales a su paso, para los pescadores de Puerto Juárez, en Cancún, este fenómeno natural resultó desastroso.
Cuando llegaron a su zona de trabajo se dieron cuenta de que las ráfagas de hasta 175 kilómetros por hora (km/h) hicieron volar las bodegas de madera donde guardaban sus redes, anzuelos, bidones de gasolina, así como otros objetos que utilizan para realizar su trabajo.
Pescadores consultados por EL UNIVERSAL indicaron que deberán invertir entre 20 mil y 30 mil pesos para recuperar lo perdido, situación que pegará a su economía, que ya antes había sido afectada por la pandemia de Covid-19.
“Por la epidemia no habíamos trabajado y el pescado lo pagan a la mitad del precio que lo pagaban hace seis meses (...) Las redes son lo más caro. Ahora debemos levantarnos desde cero para ver si el gobierno nos ayuda con maderas, clavos o algo que podamos utilizar para construir nuevas bodegas”, dice Roberto Carlos Arjona.

En Puerto Juárez había aproximadamente 15 o 17 bodegas de pescadores. Todas fueron arrasadas por Delta, el cual dejó árboles y postes de luz caídos, tumbó letreros y provocó que vehículos quedaran aplastados por troncos. Horas después de que el meteoro salió de Quintana Roo, los pescadores volvieron a su zona de trabajo y descubrieron que ya no había nada.
“Ni tiempo nos dio de sacar nuestras cosas, [las autoridades] trajeron remolques para ayudar a algunos a sacar las cosas de las bodegas, pero a nosotros nos dejan a la deriva”, reclama.
Roberto Carlos comparte que previo al huracán sacaron todas sus embarcaciones del mar, por lo cual quedaron sin daños.
Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), Delta impactó tierra mexicana como un huracán categoría 2: provocó fuertes vientos; sin embargo, debido a que no estuvo acompañado de lluvias torrenciales, las afectaciones fueron menores. Pese a ello, hay quienes sí deberán vivir las próximas semanas con las consecuencias.
“Es un golpe a nuestra economía, porque quién va a querer hacer una inversión en algo que ya estaba hecho. Las bodegas tenían como ocho años y, de hecho, ya se habían quemado antes. Costó mucho trabajo, tiempo y dinero reconstruirlas”, indica Nelson Jiménez, un pescador con 17 años de experiencia.
En su caso, aseguró con redes su bodega, pero eso no impidió que el viento se la llevara.
Los pescadores dedicaron al menos todo el pasado 7 de octubre a limpiar su zona de trabajo, a la espera de que en el menor tiempo posible puedan volver a sus actividades normales.
En Puerto Juárez no sólo los pescadores perdieron sus bienes, sino que también se volaron las palapas de quienes las rentan a los visitantes.
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