Oaxaca de Juárez.— Mujer de barro está basada en la historia de la madre y la abuela de la cineasta ayuujk Concepción Vásquez. Las mujeres de la Sierra Mixe reflexionan sobre su cotidianidad y cómo el arte de la alfarería les ha permitido un espacio más digno desde la Sierra Mixe ubicada en el sur de México.
En las comunidades también se viven violencias, pero a su vez, muchas resistencias día a día, en donde no sólo se lucha bajo un sistema de marginación y pobreza, sino un machismo local. Desde ahí, la madre de Concepción cuenta cómo a través del barro pudo romper barreras, mantener a sus hijos y convertir el barro en arte.
El documental nos acerca sobre la vida y las reflexiones de Rufina, una mujer de 62 años originaria de Santa María Tlahuitoltepec, ubicada en la Sierra Mixe de Oaxaca, donde aprendió alfarería desde su infancia, creciendo bajo condiciones de marginación, violencia y migración.

A Rufina le ocurren una serie de situaciones, migra a la Ciudad de México y a su regreso retoma el oficio de la alfarería, para poder sostener a sus hijos después de la muerte de su esposo.
“Los años de lucha desde el sustento familiar, la violencia por el alcohol, se convirtió en el arte, y esta fue una forma de escape y supervivencia, hasta ahora. Y por toda esta travesía hago esta reflexión hacia ella, por ser una mujer poderosa, una mujer guerrera que trabajó duro con mi abuela y pues gracias a ellas hoy puedo mostrar esta historia”, dice la joven cineasta multipremiada en festivales de Europa y Cuba.
Sobre la historia de su madre y abuela, la cineasta también reflexiona sobre su quehacer en el cine. “El dilema de mi vida, de si seguir haciendo cine o continuar conservando la tradición alfarera, porque si no lo hago, quién más lo hará”.

Sin embargo, está segura de que desde el cine puede contar diversas historias de su comunidad.
“Cualquier cosa que yo decida hacer, aunque es claro que hay muchas historias que contar desde mi comunidad, de cómo vivimos los usos y costumbres, y otras historias. Siempre lo haré con la misma fuerza, dedicación y valentía como ellas lo han hecho desde el barro”.
Actualmente, Rufina, madre de Concepción, tiene su propio taller y una tienda de alfarería con su propia marca, Mujeres de barro, en Tlahuitoltepec, a tres horas de la capital oaxaqueña.
“Doña Rufina se dedica al barro, porque es lo que le apasiona, es lo que le gusta hacer con mi abuela”, añade Concepción.
El documental es totalmente hablado en la lengua ayuujk con subtítulos en español y no viceversa. Sobre la lengua, la joven expone que es importante demostrar que las lenguas están vivas en las comunidades.
“Cuando se hace en español es otro sentimiento el que se expresa y en ayuujk es otro. Y a veces es un poco difícil interpretarla en español, lo más lindo es mostrar nuestra lengua”, agrega.
“La necesidad de contar nuestras propias historias”
Concepción concibe el cine desde su comunidad como parte de una reflexión con los hombres y las mujeres, para crear conciencia de que no se deben normalizar situaciones como la violencia, sino un cambio con la comunidad.
“Cada comunidad de Oaxaca y de México tienen sus propias historias que necesitan ser contadas por nosotras desde nuestra comunidad, porque se ve de otra forma, es lo que yo descubrí con mi familia, pues una persona puede venir y preguntarte, entrevistarte, pero a veces la gente no habla la lengua y no hay un entendimiento.
“También depende de la confianza que se tenga para poder contar toda la historia”, dice Concepción Vásquez, quien ha sido autodidacta en distintas áreas del cine.
Dice que las historias toman otro sentido o se perciben de otra manera cuando personas externas llegan a los pueblos a documentar.
“A veces, no siempre se cuenta todo lo que es la historia real de una comunidad, cómo se vive, cómo está la gente de ahí. Quienes vivimos día a día en nuestra comunidad afrontamos la vida cotidiana, entendemos cómo es vivir con los usos y costumbres, qué está pasando en la comunidad, entonces nuestra forma de contar las historias es más íntima, personal e incluso más amoroso”, refiere la cineasta.
Cuando Concepción se acercó al cine fue a través de la fotografía para su familia, porque no tenían retratos de sus vidas.
“Comencé como que a ver que necesitamos tener algo como audiovisual. Y es que, en la comunidad, la gente a veces se acerca para preguntar sobre nuestras historias, y que ellos puedan contarlos, entonces empecé a ver esta parte de por qué no hacerlo yo, le decía a mi mamá que si la podía grabar y empezaba a platicar poco de su historia”.
Concepción Vásquez se suma a la larga lista de cineastas de comunidades originarias que empezaron a contar sus propias historias, como Teófila Palafox, Yesenia Martínez, Cassandra Casasola, Yaasib Vázquez Colmenares, Eloísa Juárez Romero, Selene Yuridia Galindo, Alma Yoari Cizaña López, Cinthya Lizbeth Toledo Cabrera, entre otras.
Entre risas, la cineasta señala que después de las charlas con su madre y abuela comenzó el interés de documentar sus historias, hablando sobre sus vidas.
“El cine puede permitir difundir la identidad de su comunidad, debemos de aprovecharlo para contar lo que vivimos a diario desde nuestra lengua”.
El cine independiente
Aunque Mujer de barro ha sido galardonada en diversos festivales de Francia, España, Cuba, Guadalajara y Guanajuato, pasaron cuatro años para que el documental se pudiera proyectar, por falta de recursos.
Antes de la producción, Concepción asistió a varios talleres porque no tenía formación en estudios cinematográficos.
“Fue un proceso lento, primero fue en guion, luego sobre rodaje y producción. Tuve que esperar un año para empezar a grabar. Cuando obtuve el fondo para el rodaje fue hasta en 2022”.
Fue en 2024 cuando a la joven le dieron un apoyo para la posproducción del documental, y fue cuando pudo concluirlo. Luego, lo inscribió a los festivales, y finalmente se comenzó a estrenar este año.
“En el cine independiente uno tiene que buscar fondos, apoyos, espacios donde puedan abrirnos para la proyección, es difícil y complejo, pero acá estamos”, comenta animada tras ser reconocida en Francia, España y Cuba.
A diferencia de las grandes producciones, en Mujer de barro, al igual que en la mayoría de los documentales producidos por personas de comunidades originarias, una persona realiza varios papeles en la producción debido a la falta de recursos.
Concepción agradece a sus 25 compañeros que le apoyaron durante la realización del proyecto. Además de su abuela, madre y toda su familia que estuvo involucrada.
“El cine permite difundir nuestra identidad de nuestra comunidad. Siento que ayuda a crear conciencia y reflexión a través del audiovisual, me siento muy feliz de poder compartir mi historia, mi lengua y mi cultura hablando de temas fuertes que a veces no se quiere hablar en la comunidad, como el machismo, la discriminación, la violencia que viven las mujeres, el regateo de los productos de los artesanos, cómo es que nos han visto, porqué nos describen como artesanos y no como artistas”, finaliza.