Torreón.— Rufina Abaroa Rodríguez, madre buscadora, se sumó a la Búsqueda Nacional con Vida en Torreón, Coahuila, a pesar de que su hijo Alfredo Hernández Abaroa desapareció en Veracruz en agosto de 2016.
“Se llevaron a mi hijo en Veracruz, pero no sé si ahí quedó o se lo llevaron a otro estado”, comenta la madre al acompañar la jornada que se realizó en el municipio lagunero y que duró dos semanas.
Coahuila no ha sido el primer estado al que llega Rufina en busca de su hijo, quien trabajaba trasladando automóviles. Desde 2017, la mujer ha viajado a Guerrero, Michoacán, Hidalgo, Monterrey y Tijuana.
“Hemos encontrado de pueblo en pueblo a personas, tanto en vida como fallecidas”, explica, y asegura que eso la mantiene en movilización visitando cárceles, centros de rehabilitación para las adicciones, centros siquiátricos o simplemente las calles de las ciudades.
Sin embargo, Rufina no ha tenido suerte en la búsqueda de su hijo: “Absolutamente nada, parece que se lo tragó la tierra. Nadie se me acerca a decirme ‘yo lo vi en algún lado’”.
Su hijo tenía 42 años cuando desapareció, residía en la Ciudad de México y por su trabajo se trasladó a Veracruz. Su desaparición —relata la madre— se dio entre Córdoba y Orizaba, pues allí fue donde encontraron la camioneta, en la que también iban otras cuatro personas. Rufina tampoco tiene datos de ellos ni conoce a sus familias.
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La madre buscadora menciona que no es fácil trasladarse a otro estado y permanecer por días en la búsqueda. Ella trabaja vendiendo productos como complementos alimenticios y en lo que se pueda para sacar recursos. La idea es siempre acudir a las búsquedas en vivo.
Explica que dependiendo de la distancia a donde se traslada, es lo que tiene que ahorrar: “Tengo que traer suficiente porque no quiero quedarme a medio camino”.
La búsqueda en vida
Durante la Búsqueda Nacional con Vida en Coahuila estuvieron más de 80 familias buscadoras. Comenzó en Torreón y siguió en las ciudades de Saltillo, San Pedro, Parras, Francisco I. Madero y Matamoros.
En dos semanas visitaron ocho centros de rehabilitación, cuatro centros penitenciarios, el hospital siquiátrico y puntos de población en situación de calle y en tránsito.
También acudieron al Centro Regional de Identificación Humana (CRIH) para la toma de muestras de ADN de familiares, y cuando ingresaron a las cárceles les permitieron extender las fotografías de sus hijos desaparecidos con la esperanza de que alguien los reconociera, alguien que haya tenido contacto con ellos en algún momento. Lo mismo en los centros de rehabilitación para personas con adicción.
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Durante esta búsqueda en vida se obtuvieron 74 “posibles positivos”. Esto significa que hay alguna información que les refiera sobre una persona desaparecida.
María de la Luz López Castruita, organizadora de la Búsqueda Nacional en Vida, señala que los casos “positivos” se desprenden de información que ofrecen los internos en penales.
“Nos dicen que lo vieron después de la desaparición, que convivió con alguien. Algunos los descartamos porque sabemos que no siempre dicen la verdad, pero después del filtro quedaron 74 posibles positivos”, explica.
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Destaca que un caso particular se dio en el penal femenil de San Pedro, en la región Laguna, donde internas refirieron haber visto a una persona que desapareció en ese municipio.
“Fueron cuatro chicas del penal que dijeron que habían convivido con él, ‘yo anduve con él’, decían. Inclusive, una chica llegó y dijo: ‘Mira, fulanito’. Lo que nos dicen es que es consumidor y aparentemente lo vieron en el municipio de Matamoros”, relata la madre buscadora. Este hallazgo llevó a la revisión de un predio del municipio.
Asimismo, se revisaron archivos de personas no identificadas en los servicios forenses.
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Rufina añadió que también se realizaron actos en las plazas públicas, con la esperanza de que alguien los reconozca.
“La gente no habla. Nomás ve y observa, pero no se anima a arrimarse y sumarse a nuestro dolor”, lamenta la madre buscadora.