Buenavista.— Los pobladores de la tenencia Felipe Carrillo Puerto, conocida como , se preguntaban: “¿Y al del pollo por qué no lo han corrido?”, luego de que empezó la limpia de cárteles en esa localidad del municipio de Buenavista.

Habitantes y personal militar expulsaron a las células criminales de Los Viagras y del Cártel Jalisco Nueva Generación, que los tenían bajo un yugo de violencia y extorsión.

Pobladores recuerdan que hace unos tres meses, después del asesinato de Hipólito Mora Chávez, quien fuera el fundador de las autodefensas en esa tenencia, las cosas empezaron a cambiar.

“Cobraban hasta el internet”

El grupo criminal de Los Viagras mantuvo el control de La Ruana por poco más de una década. En ese tiempo se paseaban con libertad y fijaron impuestos a todos los servicios y productos.

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Jorge Mario Zaldívar Ruiz, nativo de La Ruana, afirma que tenían que pagar a los criminales “cuotas” por todo, lo que encareció la vida de los habitantes del lugar.

Los Viagras fijaban los precios de todo producto y ellos eran los que, además, surtían a los comercios, con un elevado costo, porque no permitían que hubiera proveedores”, explica.

Puso como ejemplo la venta de carne. La organización criminal obligaba a las carnicerías a comprárselas al precio que ellos pusieran.

“Antes, el kilo de carne de res nos la daban a 200 pesos y ahora ya bajó a 180, porque ya no pagamos la cuota y ya podemos comprársela a quien queramos”, añade.

Dice que en el caso del pollo, Los Viagras tenían su propio proveedor. “El pollo también bajó. Ahorita está como en 90 pesos el kilo y antes estaba sobre 160-170 pesos el kilo”, refirió el jornalero.

Expuso que aunque ya no hay extorsión en La Ruana las empresas comerciales siguen sin poder entrar a esa localidad por temor a represalias de la delincuencia, lo que no ha permitido que muchos de los productos de la canasta básica bajen de precio.

Desde la llegada del Ejército Mexicano a La Ruana “ya no hay criminales ni extorsiones”, según afirman los vecinos del lugar. Foto: Carlos Arrieta / El Universal
Desde la llegada del Ejército Mexicano a La Ruana “ya no hay criminales ni extorsiones”, según afirman los vecinos del lugar. Foto: Carlos Arrieta / El Universal

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Señala que lo mismo pasaba con los servicios de internet y de televisión por cable, que se disparaban hasta tres veces más de su costo real.

Juana Torres Vidal, ama de casa de esta tenencia, recuerda que “todo tenía un impuesto adicional fijado por los criminales, de hasta 20% más que en el mercado.

“No entraban ni los camiones de las empresas a repartir sus productos, porque la maña era la que los recibía y los revendía con sus propios costos”, relata.

Enfatiza que antes pagaban las familias precios exorbitantes también en la tortilla, que llegó a costar hasta 35 pesos el kilo, y lo mismo ocurría con el pan y la cerveza.

Doña Juanita cuenta que las familias no tenían recursos suficientes para surtir la canasta básica completa y disminuyeron sus raciones o dejaron de comprar productos.

“Pues imagínese, esa organización criminal controlaba también los empleos, el corte de limón, los empaques y los comercios, donde también pagábamos extorsión.

“Entonces, pues nuestra economía dependía de ese grupo en su totalidad. Pagábamos todo muy caro y recibíamos descalabros en nuestros ingresos”, agrega.

Cuenta que a eso se sumaba el hostigamiento e intimidación de la gente armada, que todo el día se paseaba en sus camionetas o motos por la localidad.

“Todo estaba infestado de esas personas, que eran los jefes de plaza y siempre andaban muy armados, pero afortunadamente ya no están”, dice la vecina de La Ruana.

Armados de valor

El pasado 10 de septiembre, un grupo de sujetos pertenecientes al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ingresó a La Ruana.

Con el discurso de que eran autodefensas y que iban a liberarlos del yugo de Los Viagras los hombres buscaban atraer a la gente, pero los habitantes no los respaldaron.

En un operativo de la Secretaría de la Defensa Nacional, apoyado por pobladores, hicieron que los falsos autodefensas huyeran, al verse descubiertos.

Como hace 10 años, pero sin armas, un grupo importante de pobladores se organizaron para sumarse cívicamente al Ejército Mexicano.

Relatan que el objetivo era “limpiar La Ruana” de criminales y recuperar la paz y la tranquilidad, y así fue. “Hoy ya no hay ni criminales ni extorsiones”, aseguran.

Para los militares era de suma importancia la información que los habitantes les pudieran proporcionar para no ser sorprendidos por la delincuencia organizada.

Soldados y pobladores recorrieron el pueblo y ubicaron cada una de las propiedades desde donde operaban los criminales.

Tres de esas propiedades, utilizadas por Los Viagras como bodegas para almacenar los productos que revendían a las familias, fueron vaciados por los habitantes, en un hecho que algunos vecinos consideraron un “autorrobo”.

Poco a poco, los pobladores de esta localidad michoacana han recobrado sus actividades cotidianas. Foto: Carlos Arrieta / El Universal
Poco a poco, los pobladores de esta localidad michoacana han recobrado sus actividades cotidianas. Foto: Carlos Arrieta / El Universal

“Nosotros finalmente pagamos esos productos con el dinero que nos quitaban en extorsiones esos cabrones, así que no me sentí mal por tomar algunas cosas”, reconoce María Inés Campos Valencia.

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Platica que hasta una bodega donde los criminales tenían pollo fue vaciada y “hasta la báscula se llevó una vecina”.

“Nomás les chingamos una pizquita de todo lo que nos quitaron los malandros durante muchos años, y empezamos a correr del pueblo a quienes estaban coludidos con ellos. Los que les surtían la carne, los abarrotes, la cerveza, el refresco, el agua y todo”, sostiene la mujer.

Menciona que quien se les escabullía y pasaba desapercibido era el proveedor de pollo, a quien era obligatorio comprárselo por órdenes del grupo criminal.

“Hasta que un día lo sorprendí y les grité a los vecinos: ‘¿Y al del pollo por qué no lo han corrido?’. El hombre se desapareció de mi vista y ya no regresó”, relata doña María.

La recuperación

Ahora, las calles de La Ruana, desde el acceso carretero a la localidad, se vuelven a ver pobladas de habitantes. Los comercios abrieron de nuevo sus puertas con libertad.

El ruido de las camionetas a toda velocidad con gente armada, el cerrojo de los fusiles y las amenazas de los sicarios y el jefe de plaza ya fueron reemplazados por el sonar de las máquinas de tortillerías, de los talleres, de los vehículos y hasta se ve a niños correr y jugar en las calles.

Las familias regresaron a sus actividades, los precios de muchos de los productos empiezan a bajar y los habitantes volvieron a respirar, tras detener la asfixia criminal.

“Ahora ya estamos un poco más tranquilos, sin estrés porque ya hubo un cambio. Tarde, pero llegó”, dice con una sonrisa María Inés.

Ahora los pobladores sólo piden dos cosas: que los servicios de luz, agua, internet, televisión por cable y del gas se normalicen, y, principalmente que no se vaya el despliegue del Ejército Mexicano, que ya logró, por primera vez en 10 años, la tranquilidad en La Ruana.

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