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San Cristóbal de las Casas, Chis.-El 15 de septiembre a las 12:30 horas, Karla Stephany Guillén Leyva, ese día cumplía 24 años de edad, tenía unos minutos de haber salido de su trabajo en un McDonald’s, en California, para dirigirse a su casa, cuando fue arrollada por un vehículo que conducía un migrante de origen oaxaqueño, en estado de ebriedad, que días después quedó en libertad al pagar una fianza de 50 mil dólares.
En el 2012, a los 12 años de edad, Karla Stephany se despidió de sus abuelos, en el barrio La Lomita, en Huixtla, en la costa de Chiapas, para reunirse con su madre Yovana Guillén Leyva, en California, donde había llegado a principios de este siglo en busca de oportunidades de trabajo que no encontró en Huixtla.
Es madrugada, un compañero de trabajo de Yovana Guillén fue a despertarla para decirle que el carro de su hija había sufrido un accidente. En el trayecto hacia Camino Vida Roble y Las Palmas, marcó al teléfono de la joven, pero no respondía. Cuando llegaron al lugar, vieron que el auto de Karla Stephany estaba destrozado. La Policía no dejó que se acercara al lugar.
Ese 15 de septiembre, mientras la comunidad mexicana se preparaba para festejar el Grito de Dolores, Karla Stephany había abandonado el McDonald’s donde era manager, para dirigirse a su casa, cuando su vehículo fue chocado por la unidad que conducía el migrante de origen oaxaqueño. Dos vehículos más fueron destrozados. “El carro estaba estacionado. Se había bajado del carro y estaba cerrando cuando la persona borracha la impactó. Ahí me la mató”, cuenta su madre, Yovana. A las 06:30 de ese día, la Policía terminó los trabajos en el lugar del accidente.
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El migrante oaxaqueño, José Manuel Zambrano Cruz, de 26 años de edad, fue detenido, pero horas después quedó en libertad, al pagar una fianza de 50 mil dólares. Le colocaron un grillete con GPS, con la condición de que no salga de los Estados Unidos, ni de California. Durante la primera audiencia en la Corte, donde un juez declaró que las investigaciones continuarán durante uno o dos años.
“Lo que nosotros estamos buscando es que se haga justicia más pronto, porque no puede estar libre una persona que haya hecho esto”, asegura Yovana, vía telefónica. A los 18 años, Karla Stephany se había casado en California y con su pareja había procreado una niña de seis años y un niño de cuatro años, que preguntan desde el día del accidente: “¿Dónde está mi madre?” y alzan la mirada al cielo para ver las estrellas.
La vida para Yovana cambió, igual a la de los niños que ya no tienen a su madre. “Es triste, es desgarrador saber que los niños no tienen a su mamá. Yo no tengo a mi hija. Es triste”, dice.
El día que el cuerpo de Karla Stephany Guillén Leyva fue cremado, le festejaron sus 24 años de nacimiento. Doce años después de haber llegado a los Estados Unidos, la joven chiapaneca buscaba arreglar su estatus migratorio para establecerse en ese país. Entre sus metas quería ser estilista, tener su propio salón, para hacer uñas acrílicas, cortar cabello y hacer otros tratamientos de belleza a las mujeres.
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El 30 de septiembre hay otra audiencia en la Corte, pero no saben si el migrante oaxaqueño seguirá en libertad con el grillete con GPS. “Nos dicen que tenemos que esperar, que porque las cárceles en California están muy llenas y por eso están dándole a las personas que hace daño, estos beneficios de ley, para que puedan estar libres y no pagar lo que están haciendo y eso es súper injusto”.
“Lo que pido es justicia. Justicia para mi hija, para que esta persona lo vuelvan a meter a la cárcel y no salga, porque lo que hizo no fue cualquier cosa. Mató a mi hija, No debe andar libre y haciendo lo mismo. Como que no va”, sostiene Yovana.
jf