El miedo, terror y zozobra del primer impacto bajan lentamente como el agua de los ríos de la región norte de Veracruz.
Las dantescas imágenes de las crestas o golpes de agua inundando calles, avenidas, comercios y casas en Poza Rica, Álamo, Cazones y en docenas de comunidades y pueblos cercanos a los afluentes, siguen en la memoria de los sobrevivientes y damnificados.
Miles de personas mayores evocan las inundaciones de aquel lejano 1999, una tragedia que se ha venido contando de generación en generación y que hoy los más jóvenes vivieron, sintieron y sufrieron en carne propia.
Quizá jamás se pueda comparar con los cientos de fallecidos de aquel año que aún permanecen en la memoria y en los altares de Día de Muertos (se dice que fueron 384 fallecidos y 450 mil damnificados), pero sí equiparar con la crecida de los ríos Cazones y Pantepec que fueron invadiendo centros urbanos y afectando hoy más de 16 mil viviendas, provocando la muerte, de manera preliminar, de 15 personas.

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“Yo pasé por algo similar, salí huyendo en la madrugada en octubre del 99. Las peñas cayeron sobre mi casa. Tapó la casa el lodo y el agua y el río. Perdí todas mis pertenencias, cientos de carros en la carretera tapados de lodo. Con lo que llevábamos puesto nos quedamos. La ayuda no llegó, juntamos fuerzas y nos apoyamos en mi pueblo”, recuerda la reconocida cocinera autóctona de Papantla, Marta Soledad Gómez Atzin.
“Eran cientos de muertos en el río, eso no se dice, porque estaba prohibido. Vimos y escuchamos a gente en la corriente del río. Aguantamos y salimos de ese infierno. No podemos seguir culpando y hablando. Si el hablar les diera fuerza, entonces con tanto excremento que escriben ya habrían salvado a muchas vidas”, se lamenta en redes sociales padeciendo la tragedia que viven hoy sus hermanos.
Las aguas de los afluentes han venido bajando lentamente y con su retiro a los remansos de los causes, aflora el daño: docenas sino es que cientos de vehículos aplastados, dañados, volteados… destrozados, como la vida de miles de veracruzanos.
Reportar que suman 55 municipios con algún tipo de daño y que van contabilizadas más de 16 mil viviendas dañadas, no refleja el verdadero dolor de una comunidad, de un pueblo acostumbrado a vivir en las cercanías de los ríos, pero que hoy fueron castigados por la madre naturaleza.

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Decir que son 42 comunidades con acceso limitado y 25 vías de comunicación afectadas y 51 derrumbes registrados, no logra exponer la angustia de miles de personas que buscan salir de sus pueblos para pedir ayuda o de miles más que quieren llegar a la casa de sus abuelos, padres o hermanos para cerciorarse que todos están bien.
Para muchos, después vendrá ver los daños en las zonas rurales, donde cientos de cultivos de naranjas, limones, plátanos se encuentran bajo el agua; después se verá que pasó en esos pueblos ubicados a orilla del río, porque están tan lejos de Dios y de la mano del hombre.
Inicia la limpieza de las calles, avenidas, comercios y casas; empieza el recuento de lo perdido y lo salvado; comienzan las leyendas de aquellos aferrados a los árboles, de aquellos soportando la fuerza del agua en los toldos de los autos, y de aquellos en las azoteas de sus casas rogando que cesara el golpe de agua antes que ya no hubiera a donde treparse.
Viene el momento de llorar al policía municipal de Papantla que intentando salvar vidas ajenas, murió ahogado; de rendirle tributo al doctor que viajaba en un auto arrastrado por la corriente; de sufrir la pérdida de los dos estudiantes atrapados por el agua del Cazones; y de condolerse por la muerte de un matrimonio cuyo auto fue su ataúd en calles de Poza Rica.

Es tiempo de rendir tributo a la gente solidaria, esa que dio refugio a los desconocidos; a los guías de descenso en rápidos que llegaron a la ciudad con sus lanchas inflables a rescatar a los suyos; a las hombres y mujeres que no sólo se salvaban a sí mismos, sino que cargaban a sus perritos mojados y temerosos. A los que robaron en tiendas, a esos no. A esos que la justicia los alcance.
“Avisaron y pasó que muchos no quisieron salir, me pasó: yo no quise salirme antes en aquel 99 y hoy fui la primera en salir, sin pensarlo. Estas son cosas en la vida que nadie puede evitar. Esto fue inevitable, hay muchos pueblos, aún nadie ha apoyado, falta apoyo, pidámoslo, ayudemos a encontrar quien nos escuche”, escribió Atzín, desde su pueblo totonaca, afectado por lluvias.
Y mientras tanto, las autoridades -esas que durante los momentos críticos de la inundación en Poza Rica andaban ausentes- llevan a cabo acciones de rescate, abasto y restablecimiento de servicios en los municipios más afectados.
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En Poza Rica inició el operativo de limpieza; en Álamo, considerado como uno de los puntos críticos, la energía eléctrica fue suspendida de manera preventiva y se distribuyen víveres y medicamentos; en la región huasteca se habilitan plantas potabilizadoras y pipas.
En zonas incomunicadas se prepara un puente aéreo hacia Ilamatlán y Zontecomatlán para llevar víveres y atención médica; y están en marcha los trabajos para rehabilitar los 17 tramos estatales afectados.
Por supuesto, pululan las imágenes y fotografías de los servidores públicos en las zonas desbastadas. Llegaron a apoyar al pueblo, dicen.
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