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Acapulco.— Ayer por la mañana, choferes de la ruta Bicentenario intentaron reanudar el servicio tras una semana de suspensión por ataques y amenazas de organizaciones criminales.
La intención no llegó ni al mediodía, pues al sitio arribó un grupo armado y los atacó: un chofer murió y dos quedaron heridos.
El miércoles, la gobernadora, la morenista Evelyn Salgado Pineda, atendió personalmente el problema de la falta de transporte público. Hizo un recorrido por la Costera Miguel Alemán y la avenida Cuauhtémoc, las dos más transitadas. Se reunió unos minutos con algunos dirigentes transportistas.
Ahí, el secretario general de Gobierno, Ludwig Marcial Reynoso Núñez, aseguró que el servicio estaba al 85% y que ayer estaría reanudado en su totalidad. Afirmó que no había pretexto para que los choferes se negaran a restablecer las rutas. Dijo que la seguridad estaba garantizada y advirtió que se analizaría revocar la concesión a quienes no volvieran a su trabajo.
En las calles, la realidad es otra. La mañana ayer quedó en evidencia: los choferes no tienen garantizada su seguridad. Lo que sí es cierto es que en Acapulco hay un despliegue policiaco-militar muy amplio, pero eso no es suficiente.
En la esquina de la avenida Baja California y Solidaridad está el sitio de taxis colectivos de la ruta alimentadora Bicentenario. Es una zona muy transitada por la cercanía con los hospitales y escuelas de la Universidad Autónoma de Guerrero. Eran las 11:00 de la mañana cuando llegó un grupo armado y atacó directamente a los choferes. Uno murió en el lugar y dos resultaron heridos. Seis casquillos percutidos quedaron tirados en la calle. El sitio volvió a suspender el servicio.
Este sitio puede ser uno de los puntos de origen de la crisis que atraviesa el transporte público en Acapulco. Apenas el 8 de enero los choferes de esta ruta bloquearon la avenida Cuauhtémoc. Exigieron seguridad. Denunciaron que, durante diciembre de 2023, sufrieron seis ataques ; seis choferes y tres checadoras resultaron con heridas.
En el último ataque les advirtieron que si los volvían a ver trabajando, los atacarían. Este jueves, los criminales cumplieron su palabra.
Acapulco tiene una semana sin el servicio del transporte público. Los acapulqueños si bien no se han acostumbrado a la falta de un taxi, una urvan o un camión disponible, han ido hallando la forma de trasladarse de un lugar a otro.
En las calles se ven imágenes inusuales: acapulqueños haciendo fila para subirse a un camión. El desorden es parte de la vida , aunque siendo más precisos, esta nueva costumbre la impuso el huracán Otis.
El jueves 11 de enero, Acapulco amaneció sin taxis, sin urvan y sin camiones. Se esfumaron. La cotidianidad del puerto se alteró. Todos en las calles no sabían qué hacer.
La disyuntiva era caminar o enraizarse en una parada a esperar una o dos horas hasta que pasara un camión o un taxi. Muchos caminaron, otros pidieron aventón y otros se quedaron a esperar.
Las pocas unidades que salieron a trabajar fueron asediadas. No se dieron abasto. En donde se paraban les caía un tumulto. Al paso de los días, taxis, urvan y camiones han ido saliendo, pero no son suficientes y las patrullas y camiones de la Guardia Nacional siguen convertidos en micros.
En la costera, que es la zona donde más transporte hay, se nota la ausencia de camiones de la ruta Base-Caleta. Para la zona de Las Cruces, La Zapata y El Renacimiento, los camiones urbanos son escasos. Por el otro lado de la ciudad, para Pie de la Cuesta y la colonia Jardín, las urvan no aparecen.
¿Por qué se esfumaron? ¿Por qué no salen? No hay respuestas concretas. En Acapulco ningún chofer lo dice claramente. Un taxista, por ejemplo, repite los mensajes que supuestos criminales han distribuido por las redes sociales: que no los quieren ver en las calles. Él, dice, paró unos días, pero retomó porque la advertencia era más bien para los camiones urbanos, las urvan y los taxis colectivos. Lo que sí tienen claro es que no pueden desaprovechar la oportunidad: por un viaje en la misma costera cobró 150 pesos.