Acapulco.— Para llegar en transporte público a la colonia La Mira, en Acapulco, hay que armarse de paciencia. Estar dispuestos a esperar más de una hora para poder tomar un taxi colectivo, hay que hacer fila, ver cómo se suben unos y luego otros hasta que toca el turno.
Por ahora son pocos los choferes que están dando servicio, y eso para los pobladores de esa colonia es un problema, los taxis colectivos son su única opción.
Los choferes no hacen base. Cuando una unidad llega, apenas y se para: espera a que se bajen los pasajeros y nada más llena el cupo y se arranca. Ni un minuto se detiene. Así lo hacen todos. Es una forma de precaución, no dar tiempo para ser atacados.
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Desde el miércoles 2 de abril así proporcionan el servicio, aprisa, y los usuarios hacen filas y filas.
Ese día en La Mira, una colonia asentada en el cerro más alto del centro de Acapulco, hombres armados asesinaron a un taxista; al día siguiente mataron a una trabajadora de una tortillería y quemaron una miscelánea. La columna de humo se veía desde la Costera Miguel Alemán.
Eso fue suficiente para incubar el miedo entre choferes y pobladores. Desde entonces, los taxistas trabajan con mucha cautela, unos de plano pararon por el temor a ser atacados. Mientras, los vecinos administran muy bien sus tiempos, si no hay nada a qué bajar al centro, lo evitan, además de que ir y venir es todo un lío.

“Desde el ataque la gente se encerró, no sale ni a las calles, tiene miedo”, dice un vecino.
Explica que aquí los ataques son porque una organización criminal llegó a disputar la colonia a otra.
“Andan matando así nada más, me imagino que quieren calentar la plaza al otro y que suba mucho el Ejército”, plantea el vecino.
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Transporte en la mira
El miedo entre choferes no es exagerado, en lo que va de 2025 por lo menos 22 choferes de taxis, urvan y camiones urbanos han sido asesinados, una checadora también fue acribillada, pero no sólo ellos, dos pasajeros murieron en los ataques y tres cadáveres —que no se sabe si eran de choferes— fueron dejados dentro de dos taxis.
La violencia contra el transporte público este 2025 no ha cesado, pero en marzo se ensañaron contra los choferes: 12 fueron asesinados, además de la checadora y los dos pasajeros; los tres cadáveres también fueron hallados ese mes.
Violencia arraigada
La violencia en Acapulco no es de ahora, es vieja como el resto de todos sus problemas, pero los transportistas ocupan un lugar especial.
Los ataques a los choferes alteran la cotidianidad de la población. Ahora la sufren los vecinos de La Mira, pero hace dos semanas fueron los de Infonavit Alta Progreso, cuando asesinaron a la chofer de una urvan.
En esta colonia ya van para el año que se quedaron sin taxis colectivos. Los choferes del sitio Bicentenario definitivamente decidieron dejar de trabajar; los asesinatos de sus compañeros no paraban y ninguna autoridad les garantizó que pudieran trabajar sin ser blanco del crimen. Antes fueron vecinos de las colonias Antorcha campesina, Mozimba, Silvestre Castro y Juan R. Escudero.
En esta zona de Acapulco asesinaron a dos choferes de urvan de la ruta Antorcha Campesina-Centro; a uno lo hallaron muerto dentro de la unidad, del otro sólo hallaron su cabeza en una hielera y luego asesinaron a su checadora. Todo comenzó después de que les dejaron a unos metros de la base un cadáver desmembrado, que hasta hoy no se sabe si también era un chofer.
En la calle 13, en la colonia Juan R. Escudero, una madrugada pararon a un taxi, bajaron a la pasajera y le dispararon, luego al chofer.
El origen de la violencia
¿Por qué están asesinando a los choferes en Acapulco?
Nadie quiere decirlo. Ni los dirigentes transportistas ni los choferes, menos las autoridades.
Buenas tardes, ¿Podríamos hablar de lo que está pasando con los choferes?, se le pregunta a un dirigente transportista, de quien por seguridad no se revelará su nombre.
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“No, no puedo hablar, de hecho ningún dirigente va a hablar”.
¿Ustedes saben cuales son las causas de los ataques?
“No y no las queremos saber. Son las autoridades las que deben explicar qué está pasando”, dice el dirigente y corta la llamada.
Las autoridades no dan una explicación clara de lo que ocurre.
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El subsecretario de Desarrollo Político y Social de la Secretaría General del Gobierno del estado, Francisco Rodríguez Cisneros, hace unos días expuso la misma teoría que han dado todos estos años, y para todo tipo de circunstancias: es una disputa entre dos organizaciones criminales.
“Son los reacomodos de los grupos que operan aquí en la ciudad, pasan de un lado a otro, y generan esta situación. Ellos viven también de generar terror y pánico entre la población”, apuntó el funcionario.
Y volvió a dar las mismas soluciones de siempre: reforzamiento policial y la instalación de retenes. Sin embargo, desde hace años es conocido que en todo Acapulco los choferes sufren el acoso de las organizaciones criminales. Los presionan de muchas formas: los extorsionan, los obligan a pasar en las cajuelas de las unidades droga e, incluso, cadáveres.
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Los choferes también son ocupados por los dirigentes para rellenar mítines políticos, para respaldar candidatos.
Se trabaja cuando se puede
En las calles de Acapulco se ven pocos taxis y también son pocos los policías y soldados. No hay agentes ni militares resguardando las bases o acompañando los recorridos de las unidades del transporte público.
“Yo ando trabajando sólo en la zona céntrica, he estado rechazando mucho pasaje para La Mira, para arriba de Ejido (que lleva a la colonia Juan R. Escudero) la gente se enoja, pero de verdad es muy riesgoso”, dice un taxista en una breve plática mientras da el servicio.
El servicio no dura ni siete minutos, es de la calzada Pie de Cuesta al zócalo. Cobra 80 pesos, 20 pesos más de la tarifa oficial.
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“Estamos cobrando más porque no estamos trabajando bien. Yo trabajo por ratos, llevaba tres días sin trabajar, salí porque está más o menos tranquilo, de noche no se trabaja en estos días y trabajo sólo en calles céntricas, tenemos que sacar algo, lo de la cuenta y algo para la casa”, explica el taxista.
Expresa su preocupación por la violencia en contra de su gremio, pero también por la inacción de las autoridades: “En Acapulco está muy difícil, de verdad que a nosotros si no nos mata una bala nos van a matar las deudas”, precisó.