.—“La palabra no no existe en mi vocabulario, tiene uno que ver cómo hacer las cosas”, asegura Roberto García Gómez, quien desde los 13 años dejó de caminar debido a la fiebre que le dio cuando se enfermó de amigdalitis.

Hoy, a sus 67 años, elabora rompecabezas que, junto con otros juguetes artesanales como carritos, baleros y juegos de mesa, vende en el mercado de Analco, Puebla.

Antes de su enfermedad, don Roberto era un deportista, subía cuatro veces a la semana el Cerro de Loreto y corría aproximadamente 40 kilómetros a la semana.

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Cuando se integró al grupo de personas con discapacidad, aprendió a elaborar rompecabezas de todo tipo. Foto: Omar Contreras / EL UNIVERSAL
Cuando se integró al grupo de personas con discapacidad, aprendió a elaborar rompecabezas de todo tipo. Foto: Omar Contreras / EL UNIVERSAL

Entender que la vida había cambiado para él fue un proceso muy complicado de asimilar, tuvo que adaptarse a una vida en la que al principio dependía 100% de su familia.

“El cambio de vida de caminar a ya no caminar cuesta mucho trabajo entenderlo, adaptarse y tratar de vivir la vida. A mí me costó como seis años, casi no salía, más que cuando iba a consulta médica, hasta que conocí a algunos compañeros en sillas de ruedas que me invitaron a salir”, platica don Roberto.

Después de empezar a entender un poco su nueva vida, y para ocuparse durante el tiempo que no salía de su casa, menciona que aprendió a hacer manualidades con fieltro, migajón y tarjetería española.

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En el puesto que tiene don Roberto en el mercado de Analco, Puebla, se encuentran carritos, baleros y juegos de mesa, todo hecho con madera. Foto: Omar Contreras / EL UNIVERSAL
En el puesto que tiene don Roberto en el mercado de Analco, Puebla, se encuentran carritos, baleros y juegos de mesa, todo hecho con madera. Foto: Omar Contreras / EL UNIVERSAL

“Cuando entré al mundo de la discapacidad aprendí varias cosas que me enseñaban algunos amigos y una novia que tuve en ese momento. Buscaba algo que me dejara ganar dinero. Desgraciadamente, las manualidades no dejan para comer, pero lo que sí deja un poquito más es el comercio”, explica.

Menciona que a los 40 años tomó la decisión de irse a vivir solo y enfrentar la vida. “De un 100% fui autosuficiente 80%. Viví y me adapté a hacer mis cosas. Me fui a vivir solo y pensaba en cómo hacer las cosas, cómo vestirme y empecé a trabajar la creatividad para hacer las cosas”.

Roberto cuenta que tenía ganas de superarse, de vivir la nueva vida que tenía y, sobre todo, de conocer gente. Fue así como se integró a un grupo de personas con discapacidad, “un grupo que estaba a mi mismo nivel. No me considero diferente, por mi físico tal vez, pero en lo demás soy igual que todos”, puntualiza.

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Dice que entrar a ese grupo le dio la oportunidad de tener más confianza en él mismo y de ser autosuficiente. Ahí algunos compañeros le enseñaron a elaborar los rompecabezas que ahora vende en su puesto, y también fue invitado a practicar tenis de mesa.

“Llevo como 35 años elaborando rompecabezas, cuando iba a las reuniones del grupo éramos como 30 o 40 personas, ahí se dio la oportunidad de aprender y empezar a trabajar”, platica don Roberto.

La venta de este juguete tradicional le ha dado la oportunidad de trabajar y ganar dinero con su esfuerzo, pero también entiende que estos juguetes no son tan comerciales ni tan llamativos como la tecnología con la que juegan ahora los niños.

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“Desgraciadamente la niñez de ahora se va con lo moderno, con lo nuevo, es lo que les llama la atención a ellos. Lo que nosotros no tuvimos. Nosotros nos divertíamos hasta con corcholatas, con lo que fuera”.

Para don Roberto, el juguete tradicional es más económico pero ayuda a desarrollar la creatividad de los niños y a que disfruten su infancia, aunque también entiende que los tiempos han cambiado y que se deben de adaptar a lo nuevo.

“No tuve hijos, pero si hubiera sido padre me hubiera gustado enseñarles lo de antes y lo de hoy para que valoren lo que nosotros tuvimos y el juguete moderno (...) ser flexibles”.

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Comenta que elaborar rompecabezas le ha dejado una gran satisfacción con los clientes, principalmente con algunas escuelas que piden los juguetes tradicionales como los que él vende.

“Los clientes vienen [a su puesto] y me preguntan qué juguetes tengo. Luego en las escuelas, los maestros piden ciertos juguetes para darlos a conocer a los alumnos y eso es muy bueno, retomar todo eso para que no se pierda esa tradición que tenemos”, finalizó don Roberto.

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