.— Estrella tiene seis años. Desde hace más de un mes no duerme en su hogar. Escapó agazapada, entre las rodillas de su madre, en la parte trasera de una camioneta. Un grupo de hombres encapuchados entraron en su casa y le apuntaron con un arma a su madre: , les dijeron.

Aún no sabe leer ni escribir, pero ya reconoce el sonido que hace un el cartucho.

“¿Por qué no podemos regresar a casa?”, le pregunta a su padre, Alberto, mientras él la mira jugar de rodillas sobre la tierra con un tenedor que halló en algún rincón, con el que dibuja la silueta de la casa que fue obligada a abandonar.

Lee también:

La colonia Prado del Águila está marcada por la violencia. Grupos criminales entierran a personas asesinadas en los patios de las casas. (22/04/2025) Foto: Aimee Melo | El Universal
La colonia Prado del Águila está marcada por la violencia. Grupos criminales entierran a personas asesinadas en los patios de las casas. (22/04/2025) Foto: Aimee Melo | El Universal

Desde marzo, Estrella, sus tres hermanos y sus papás permanecen en un refugio en el sur de Tijuana, lo único con lo que cargan es una muda de ropa y documentos de identificación. Recién lograron recuperar su vehículo, donde pasan la mayor parte del tiempo, pero que pieza a pieza comienzan a vender para ganar algo de dinero.

La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2024 (ENVIPE) estimó que en 2023 más de 320 mil 700 familias cambiaron de vivienda o lugar de residencia dentro del país, para protegerse de la delincuencia, un incremento de más de 40% respecto al promedio anual de años anteriores.

Prado del Águila

La familia de Estrella fue desplazada. Su madre, Alicia, recuerda que hace años llegaron a Prado del Águila, una colonia ubicada al sureste de Tijuana. Su lejanía con la zona urbana y la ausencia de las autoridades terminó por convertir el barrio casi en un lugar que es usado por los grupos criminales como cementerio clandestino.

Es un vecindario de la periferia que colinda con Playas de Rosarito, dividido apenas por un relleno sanitario olvidado. En esa zona, marcada por la violencia, las bandas desaparecen a sus rivales en las puertas de las casas de las familias que sobreviven a las balas perdidas que resuenan por las noches, sin darles tregua en el día. “Yo estaba en la cocina cuando llegaron”, recuerda Alicia, “eran varios hombres con las caras cubiertas, mi perro empezó a ladrar y corrí para ver qué pasaba, cuando llegué a la sala ya estaban dentro y mis hijas a unos pasos de ellos... ¿Dónde está tu esposo? me preguntaron”.

Buscaban a Alberto porque semanas atrás comenzó a organizar un grupo de vigilancia comunitaria en su colonia, abrieron un grupo de WhatsApp y coordinaba reuniones de vecinos y autoridades para reportar los hechos violentos que ocurren prácticamente a diario: balaceras, fosas clandestinas y ejecuciones.

La advertencia que recibió ese día fue muy clara: “se van ya, no pueden sacar nada, o se mueren”.

Primero, uno de los hombres cortó cartucho de su arma y luego apuntó a la cabeza de Alicia. Después sonrió y se retiró de la casa con el resto de los encapuchados. Ella no lograba detener el llanto, pero ni eso la frenó para tomar a sus hijas del brazo y correr con un vecino, desde donde llamó a Alberto para contarle lo sucedido.

Unas horas después Alicia se fue de la casa que sería el patrimonio de sus hijas. Se subió en la parte trasera de la camioneta de un vecino, colocó a Estrella entre sus piernas y a su otra hija a un costado. Se agacharon y huyeron, llegaron con un familiar, donde al fin se reunieron todos.

Zonas de silencio

Tijuana tiene zonas de silencio, lugares de donde las familias son desplazadas. Donde criminales ejecutan y desaparecen cuerpos en fosas ilegales. Los patios de las casas son convertidos en cementerios clandestinos con plena impunidad. A esa gente le estorbó que en la comunidad de Alicia se organizaron para combatir la inseguridad.

Alberto, esposo de Alicia y padre de Estrella, asegura que pidió ayuda al gobierno municipal y al estatal sin que ninguno haya respondido. La familia necesita despensa, dinero o, al menos, protección.

Lee también:

“No es justo, nosotros no hemos sido los únicos que han corrido estos delincuentes, llegan y amenazan para luego quedarse con las casas, hace poco nos dijeron que esos mismos regresaron a la casa y destruyeron todo, ya no nos queda nada ni tampoco hemos recibido apoyo, lo único que quería era un lugar seguro para mis hijas”, lamentó.

Estrella juega sobre la tierra con un tenedor. Reconstruye la que era su casa. Dice que extraña a su amiga María y jugar con sus perritas. De ellas tampoco queda nada.

A sus seis años apenas sabe leer y escribir, pero conoce muy bien el sonido de una bala y el olor a muerte, porque hay zonas de silencio dentro de las ciudades, en sus periferias olvidadas por la autoridad salvo en tiempo de campañas y elecciones, donde los niños aprenden a jugar en tierra bañada en sangre.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios