En México, la lucha incansable de las madres buscadoras por encontrar a sus hijos desaparecidos ha cobrado un alto precio. En la última década, al menos una decena de estas mujeres han sido asesinadas mientras realizaban una labor que debería recaer en el Estado: la búsqueda de personas desaparecidas.
La noche del miércoles 23 de abril, María del Carmen Morales, integrante del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, y su hijo Jaime Daniel Ramírez Morales fueron asesinados en Tlajomulco. Salieron de casa para acarrear agua ante la falta de suministro, cuando dos hombres en motocicleta les dispararon. María ya había recibido amenazas por buscar a su hijo desaparecido, Evaristo Julián Ramírez, pero la Fiscalía estatal afirmó que el ataque iba dirigido al hijo que la acompañaba.
Este caso se suma al de Teresa González Murillo, quien murió tras un atentado ocurrido el 27 de marzo. Según la Fiscalía de Jalisco, el móvil fue el robo de dinero relacionado con la venta de alimentos, descartando vínculos con su activismo, a pesar de que la buscadora había denunciado amenazas previas.
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En Zacatecas, Sofía Raygoza Ceballos fue encontrada sin vida en febrero de 2025, tras denunciar la desaparición de su hija y reprochar la omisión de las autoridades. En Michoacán, Griselda Armas murió durante un ataque armado, pese a que su familia ya había alertado sobre amenazas por su labor de búsqueda.

A estas historias se suman los nombres de Teresa Magueyal, María del Carmen Vázquez, Blanca Esmeralda Gallardo, Rosario Lilián Rodríguez, María del Rosario Zavala y Miriam Rodríguez, quienes fueron asesinadas entre 2017 y 2023, todas en circunstancias donde el denominador común fue el abandono institucional y la falta de protección pese a los constantes riesgos que enfrentaban.
Miriam Rodríguez, originaria de Tamaulipas, llegó a localizar a diez de los responsables del secuestro y asesinato de su hija por sus propios medios, luego de que algunos escaparan de prisión. Fue asesinada el Día de las Madres, en 2017.

También están los casos de otras cinco mujeres buscadoras asesinadas, entre ellas Angelita Meraz León, Brenda Jazmín Beltrán, Ana Luisa Garduño, Gladys Aranza Ramos y Zenaida Pulido Lombera.
Cada madre asesinada representa no solo una vida arrebatada, sino también una búsqueda silenciada y una exigencia de verdad truncada. Sus nombres hoy se suman a los de sus hijos, en la larga lista de personas desaparecidas que México aún no ha podido —o no ha querido— encontrar.
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