Emiliano Zapata.— Cuando era niña y joven, Edith jamás supuso que algún día formaría parte de las Fuerzas Armadas. Hoy, suma 13 años portando el uniforme como oficial de Transmisiones del Ejército Mexicano.

“Nos damos cuenta de que aquí somos capaces de dar el extra (…) que sí somos capaces de hacer un poco más”, afirma la mujer, madre de un pequeño de tres años y sargento primero de Transmisiones, Edith Mendoza Aquino.

Forma parte de una larga fila de mujeres en la institución armada (17 mil incorporadas al Ejército Mexicano, Fuerza Aérea y Guardia Nacional), donde tiene la encomienda de planear, organizar, instalar, operar, controlar y supervisar los sistemas de comunicaciones entre el mando y las tropas.

“Me siento bien, me siento satisfecha, a gusto, me siento contenta el ponerme mi uniforme, al amarrarme mis botas y ponerme mi gorra, me siento muy a gusto”, asegura la oficial.

Se muestra orgullosa de ser graduada de la Escuela Militar de Transmisiones que este año cumplió cien años y de formar parte de la Sección de Transmisiones en apoyo a la 26 Zona Militar.

Cuando camina por las instalaciones del 63 Batallón de Infantería, asentado en el municipio de Emiliano Zapata, Veracruz, los soldados la saludan con respeto y se mueve con orgullo por los pasillos y áreas comunes del Ejército, institución armada que en 1934 causó alta de manera oficial a la primera mujer en el servicio activo.

Aún recuerda cuando su familia, de estirpe conservadora, se sorprendió al notificarles que se enlistaría en el Ejército Mexicano, pero luego de las resistencias la apoyaron al verla contenta y segura.

“No tengo familia militar, en mi familia soy la única militar, me gusta estar aquí, mi profesión y mi oficio como militar”, afirma la oficial, quien se siente tranquila rodeada de hombres de tropa y oficiales. Nos tratan bien y por igual”, resalta.

Una decisión difícil

Al principio, cuando tomó la decisión y en sus primeros días en las Fuerzas Armadas, el temor le invadía por la situación de violencia que vivía el país, pero con el paso del tiempo se sintió segura. “El Ejército siempre va a estar al frente de nuestra seguridad, defendiendo a la ciudadanía”.

Entre sus funciones se encuentra instalar, operar y mantener los sistemas de comunicaciones, proporcionar apoyo logístico, operar el enlace de los mandos de los diferentes niveles.

“Es complicado porque todo debe ser en el momento y en el lugar, todo debe ser muy rápido, las órdenes así deben de ser”, describe su papel en el servicio de transmisiones.

En la institución armada aprendió que siempre se puede dar un extra en todo lo que se propone, sobre todo con disciplina.

“Lo mejor que me ha pasado es una conjunción de todo: nos damos cuenta de que aquí nosotros somos capaces de dar el extra, ese extra que a veces pensamos ya no puedo, sale a flote y ahí nos damos cuenta de que si somos capaces de hacer un poco más de lo que creemos o de lo que nuestra mente nos dice”, recuerda.

Por supuesto, sus peores momentos son cuando se entera del fallecimiento de alguno de sus compañeros de armas que combaten a la delincuencia.

“Todos somos una familia y al escuchar ese tipo de noticias sí nos pone triste: el pensar qué estará pasando su familia, porque independientemente de que portemos un uniforme, también somos seres humanos”.

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