El sol cae a plomo en el rancho Izaguirre y mientras en el interior miembros del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco observan los trabajos de prospección de las autoridades federales, María Luisa Rodríguez permanece afuera, al rayo del sol, con una playera blanca que lleva a foto de su hijo, Elías Sánchez, desaparecido en 2014; busca que alguna autoridad le permita entrar al predio a mirar.
Hace unos días vio la imagen de una prenda que piensa puede ser de Elías y quiere confirmarlo; aunque ha buscado en el sitio de internet en que la Fiscalía de Jalisco publicó el registro de lo que ha localizado en el rancho, sólo tiene acceso a internet a través de un teléfono que no le permite observar bien.
Llamó al número difundido por las autoridades estatales para obtener más información pero nadie respondió; ahora espera con la paciencia que ha forjado en casi 11 años de búsqueda, parada sobre el polvo hirviente de Teuchitlán.
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Al igual que María Luisa, 10 madres buscadoras de Colima han identificado prendas que creen pueden ser de sus hijos y quieren verlas, tener más información, pero la historia es similar: en el teléfono nadie responde.
Llegaron este domingo a Teuchitlán para participar en la jornada de oración y consuelo convocada por la parroquia local; el programa hablaba de una procesión por las calles del pueblo, una misa y otra caminata hacia el rancho para conjurar el mal que encierra y ofrecer una luz de esperanza a las víctimas.
“Por una parte nos da gusto tener un indicio de que tal vez pueda ser nuestro familiar, pero al mismo tiempo nos devasta, se nos acaba todo”, dice María Candelaria Huerta, quien reconoció una camisa y un pantalón que cree son de su hijo, Josué Arón, desaparecido en Villa de Álvarez, el 22 de septiembre e 2018.
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La razón le dice una cosa, pero el corazón le descoloca el pensamiento: “si llegase a ser mi hijo jamás lo vamos a saber, porque las cenizas, cómo los dejaron a todos no se puede sacar la genética para saber a qué familia corresponde. Entonces así se va a quedar, en indicios y sospechas; pero al ver la ropa te llega un temblor, el corazón se quiere salir, nunca yo había sentido eso y digo ¿por qué estoy sintiendo eso? Mi corazón de madre me dice que sí pero yo me quiero asegurar. Jamás voy a saber y seguiré buscando. Si no lo encuentro tal vez me haga a la idea de que está ahí y ya sé a dónde venir a traerle una vela de vez en cuando”.

“Teuchitlán no es el racho Izaguirre”
La imagen del Señor de la asunción, el máximo icono religioso de Teuchitlán, bajó temprano hasta la entrada del pueblo para recibir a quienes atendieron al llamado de la parroquia y ante las casi mil 500 personas que se reunieron al pie de la carretera, el párroco Jaime Gustavo Navel Mora, afirma que Teuchitlán no es el terror del rancho Izaguirre, porque la mayoría de su gente es buena, de trabajo y de fe.
“Darnos cuenta del dolor de los que sufren debe despertar en nosotros la sensibilidad de ese dolor para ofrecer caminos de sanación y de consolación; la parroquia diseñó esta jornada para orar por los difuntos, consolar a los tristes y comprometernos en la búsqueda de los desaparecidos”, explicó el párroco.
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A las 11 en punto la banda de guerra de la escuela Emilio Zapata comenzó a marcar el camino por donde la procesión remontó las calles del pueblo hasta la parroquia donde el obispo auxiliar, Engelberto Polino Sánchez, originario de este lugar, celebró la misa.
Mientras el río de personas que cargaba con las fotografías de sus desaparecidos subía hacia la parroquia, la gente del pueblo observaba desde las banquetas o los zaguanes, conmovidos o expectantes de una realidad que, afirmaron algunos, era ajena a la vida del pueblo.
“Aquí es tranquilo, el rancho está lejos de aquí, sí es el municipio, pero no es aquí; sí ha desaparecido gente, pero no muchos, unos 10 tal vez, y con lo que se dice del pueblo hay gente que ya no viene al lugar arqueológico o a los balnearios”, dice un hombre que escucha la misa bajo la sombra de un árbol en el atrio de la iglesia.
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Adentro el obispo habla del poder del perdón para transmutar el mal que simboliza el rancho y convertir esta situación en un camino de paz, recordó las raíces ancestrales del pueblo que erigió pirámides circulares y cuyo nombre significa “lugar de la divinidad”, pidió por la justicia para las víctimas, por encontrar a los que no están y llamó a resignificar Teuchitlán para que no sea recordado por la muerte, sino por la vida y la fe.
Al concluir la ceremonia el párroco anuncia que han preparado comida para acoger a los visitantes y que la procesión hacia el rancho se canceló por “prudencia y para no entorpecer el trabajo de las autoridades en el lugar.
Parte del colectivo Guerreros Buscadores decide ir por su cuenta, lo mismo decide María Luisa, que ya ha recorrido en una pequeña moto más de 30 kilómetros desde San Juanito Escobedo y piensa que puede encontrar alguna respuesta en el rancho, pero al llegar un policía municipal la ataja y le dice que no puede entrar sin autorización. “¿De quién?”, pregunta ella, y la respuesta, tan ambigua como concreta, la clava como estaca a la tierra: “De la Fiscalía”.
aov