Una tarde cualquiera en México: un adolescente mira en su celular un tutorial para resolver ecuaciones; su hermanita, a unos pasos, repite la coreografía de un video infantil que encontró en ; los padres, en tanto, se informan en un canal con la misma plataforma.

La tele incluso puede estar encendida en la sala, pero nadie le presta atención. No es algo extraordinario: es parte de la rutina diaria. Un hábito cada vez más común que da forma, casi sin darnos cuenta, al nuevo orden del consumo audiovisual en el país.

“Por primera vez, el espectador tiene el poder de producir, distribuir y consumir sus propios contenidos”, explica.

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Consumo de Youtube
Consumo de Youtube

“YouTube rompió con la lógica vertical de los medios tradicionales y dio paso a una comunicación horizontal, accesible y participativa. Esa es la clave de su permanencia: no sólo ofrece contenido, sino un sentido de apropiación”.

Ese cambio de lógica —del espectador pasivo al usuario que elige, comenta, comparte e incluso crea— se refleja con claridad en los datos oficiales.

En 2019, YouTube ya era la plataforma favorita entre quienes consumían video por internet: 80% de los usuarios digitales la prefería. Durante los años de pandemia, ese porcentaje tuvo apenas una ligera variación —se mantuvo en 79%—, a pesar del auge del streaming por suscripción.

Lo que sí cambió fue la diversidad de usos: además de los clásicos videos musicales, comenzaron a crecer los contenidos educativos, los tutoriales, las transmisiones informativas, los videos en vivo y los canales especializados.

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Hoy, según la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales, 66% de quienes ven contenidos por internet siguen haciéndolo principalmente en YouTube. Aunque es una cifra menor frente a años anteriores, sigue colocando a esta plataforma muy por encima de otras opciones digitales: Netflix alcanza 32%, Facebook y TikTok 29% cada uno, y Prime Video apenas llega a 17%.

Además, YouTube ya no se limita a entretener: los usuarios consumen películas, noticias, clases, documentales o canales de opinión.

“En la cultura del espectáculo, lo popular siempre va delante de lo refinado”, apunta Alejandro Byrd.

“Y eso es lo que hace tan potente a YouTube: convierte en entretenimiento todo lo que toca, y al mismo tiempo permite que cualquiera acceda a él sin barreras”.

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Un ecosistema en reacomodo

Pero esa transformación no se explica sólo por el auge de lo digital, sino también por el desgaste de las plataformas tradicionales.

La televisión abierta sigue siendo la señal con mayor cobertura: en 2024 llega a 74% de los hogares. Pero su papel simbólico se ha diluido. Hoy convive con otras pantallas y hábitos. La pandemia marcó el punto de quiebre. El encierro diversificó rutinas: adultos en streaming, niños en YouTube Kids, adolescentes entre tutoriales y videos virales. La tele siguió encendida, pero perdió centralidad. Su rol se fragmentó.

La televisión de paga, en cambio, muestra una caída más clara. Aunque en 2020 tuvo un leve repunte (de 45% a 46%), en 2024 se mantiene en ese nivel, pero con menor relevancia real. El contenido exclusivo perdió peso frente al acceso gratuito y bajo demanda.

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Más de 2.1 millones de hogares cancelaron su suscripción entre 2021 y 2023, según el INEGI, para ahorrar, y porque se asumieron nuevos hábitos.

“Los modelos tradicionales perdieron fuerza porque dejaron de dialogar”, apunta Byrd.

“En pandemia, gente usó YouTube para generar contenidos constructivos, como meditaciones y círculos de lectura. Eso fue una revolución comunicativa: los usuarios se apropiaron e interactuaron”.

Otro giro clave fueron las smart tvs. En 2019, solo 24% las usaba para ver videos por internet; hoy ya lo hace el 41%. El televisor sigue ahí, pero ya no sintoniza canales: abre aplicaciones. Y YouTube, preinstalado y omnipresente, domina.

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