Prepararse para un de supervivencia extrema va más allá de la resistencia física; implica también un entrenamiento mental y una disposición para enfrentar lo desconocido.


Luna Larios, Alberich García y Manuel Antonio, participantes de la reciente edición de "", ambientada en la selva del Gran Chaco, compartieron los retos que enfrentaron antes, durante y después de esta experiencia que, en voz de ellos, dejó cicatrices imborrables.


Preparación extrema


Sabiendo que caminarían descalzos en un terreno hostil, Alberich García recurrió a una preparación inusual pero efectiva. “Me fui todos los días al Parque Viveros a correr descalzo sobre el tezontle; las primeras veces fue muy doloroso, la gente se reía de mí, quizá pensaban que me habían robado los tenis, pero me sirvió mucho”, relató. Sin embargo, confesó que ni ese entrenamiento lo preparó para las espinas de la selva: “Te das cuenta de lo que son realmente los pies cuando estás allá”.


Por su parte, Luna Larios aprovechó su entorno natural para adaptarse al reto. “Vivo en la selva, así que salí a practicar hacer fuego con pedernal, intenté cazar y corrí en el monte”, explicó. Manuel Antonio también optó por un método singular: “Tenía un caballo, y para su mantenimiento iba a cortar pasto, pastorearlo y todo lo hacía sin playera y sin zapatos. Eso comenzó a fortalecer mi cuerpo”.

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El reto mental


Más allá de la resistencia física, los participantes coincidieron en que el verdadero reto se libró en su mente. “No llegas preparado mentalmente; mejoras tu mente en el proceso. Te haces de templanza conforme avanzas”, expresó Luna. Manuel añadió que experiencias previas, como el nacimiento de su hija, lo ayudaron a mantenerse firme: “Si pude enfrentar algo tan desafiante como eso, podía con este reto también”.


La convivencia


Además de la dureza del entorno, la convivencia con personas de diferentes personalidades sumó complejidad al reto. “No solo sufres por el peligro o por estar cerca de la muerte todo el tiempo, sino por aprender a convivir, ceder y no chocar constantemente”, señaló Alberich.


Aunque aseguró haber formado un buen equipo con Manuel, reconoció que “hay momentos de discordia, pero debes aprender a llevarla bien por el bien de ambos”.


La selva


Describir la selva del Gran Chaco es narrar una experiencia de contrastes y peligros constantes. Alberich la definió en tres palabras: “Tienen toda la variedad de espinas que existen en el planeta, tormentas y mucho calor”, dijo Manuel.


Las secuelas después de la supervivencia


El impacto de la experiencia no terminó al abandonar la selva. Manuel confesó que, ya en casa, seguía inmerso en la rutina de supervivencia.


“Terminé durmiendo en el piso, quedas como un soldado con estrés postraumático o algo así”, dijo Alberich.


Luna no solo enfrentó un desgaste mental, sino también físico: “Salí con una voluntad súper aferrada, pero con mi cuerpo deteriorado, salí muy delgada”.


Valorar lo esencial


Al reflexionar sobre lo vivido, los tres participantes coincidieron en que el reality les enseñó a replantear sus prioridades. “Aprendí a cuestionar en qué invertimos nuestra energía física y mental cada día”, expresó Manuel, quien también destacó la importancia de alejarse de la crítica constante:


“La queja y el juzgar son energías negativas que destruyen; pensar en cómo ayudar y resaltar lo positivo construye y ayuda a sobrevivir”.


“Yo aprendí a valorar los detalles cotidianos, desde el agua, hasta un techo y las comodidades que tenemos fuera, pero lo haría de nuevo ya estoy lista para la siguiente temporada”, dijo Luna.

melc


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