El rugido del power metal volvió a escucharse en el corazón de la . Eran las 8:40 de la noche cuando las luces del Circo Volador se apagaron y el inconfundible sonido de Speed of Light marcó el inicio de una velada que pocos olvidarán: estaba de regreso en nuestro país, y su vocalista Timo Kotipelto había logrado lo que parecía imposible días antes: cantar de nuevo.

Solo unos días antes, el destino del “Cuauhtli Tour 2025” parecía incierto. En Puebla, Timo había perdido completamente la voz por una fuerte amigdalitis. El show continuó de forma instrumental. En redes, el propio cantante tranquilizó a sus fans:

“No pude cantar hoy, pero ya estoy tomando medicamentos y me estoy comenzando a sentir mejor. Mi voz sanará muy pronto”.

Y cumplió su promesa.

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En la CDMX, apareció sobre el escenario visiblemente emocionado. Su voz, aunque prudente, tenía una calidez especial, un tono de agradecimiento.

“Many gracias, many gracias”, dijo en su característico acento. “He estado enfermo, tuve un tratamiento especial hoy aquí en la ciudad, algo que me metieron en las venas… me sentí mareado, pero ahora puedo verlos, y eso me hace feliz”, dijo ante los asistentes.

El público estalló en aplausos. El guerrero finlandés había vuelto a cantar, y México fue testigo de su renacimiento.

“Ya saben, algunos habrán visto las noticias. Sí, he estado jodidamente enfermo, y hoy recibí un tratamiento especial aquí en la ciudad. Me metieron algo en las venas y me sentí súper mareado. Pero bueno, estoy realmente estoy feliz de estar aquí con ustedes”, dijo al inicio del show.

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El poder del metal, la fuerza del águila

Desde las 6 de la tarde, los alrededores del recinto se tiñeron de camisetas negras, chalecos llenos de parches y cabelleras largas. En la entrada, fans de todas las edades esperaban su turno para entrar: parejas, grupos de amigos, familias completas e incluso abuelitas con diademas luminosas.

La parte baja del recinto estaba completamente llena; los más jóvenes se abrían paso hacia las primeras filas, mientras los veteranos del metal (los “chavorucos del power”) preferían las gradas para disfrutar, sin empujones, con cerveza en mano. En total mil 832 personas se dieron cita esa noche.

Apenas sonaron los primeros acordes, la euforia fue inmediata. Eagleheart y Kiss of Judas convirtieron el lugar en un coro multitudinario. “¡Timo, Timo!”, coreaban entre headbangs y palmas. En cada riff, el público respondía con el clásico “¡hey, hey!” al ritmo del doble bombo, mientras Timo dirigía la energía como un director de orquesta.

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“How are you, cabrones?”, gritó entre risas.

Detrás de él, Matias Kupiainen se lucía con solos precisos, mientras Jens Johansson, leyenda del teclado, arrancaba aplausos al ser presentado como “mi amigo de toda la vida”.

El público sabía lo que venía: “Black Diamond”, el himno absoluto del power metal finlandés, y el Circo Volador se vino abajo.

El repertorio siguió con joyas como Stratosphere, Distant Sky, Twilight Symphony y Holy Light, donde el guitarrista mostró un virtuosismo que arrancó gritos de admiración.

Uno de los momentos más memorables llegó cuando el bajista Lauri Porra improvisó un pequeño homenaje mexicano: tocó los primeros acordes del Himno Nacional, seguido de un “Cielito lindo” metalero que desató carcajadas, cantos y hasta gritos de mariachi entre el público.

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Con Paradise y Destiny, la noche se acercaba a su clímax. Timo, aunque cuidando su garganta, no se contuvo:

“El doctor me diría que no cante más… pero ustedes son increíbles. ¿Quieren más?”, el grito fue unánime.

El encore inició con la balada eterna Forever, coreada por miles de voces que se unieron en una sola. Timo recibió una bandera mexicana que colocó sobre el teclado.

“Sin ustedes no hubiera podido cantar esta noche. Gracias, México”, dijo, con una sonrisa y haciendo una reverencia al público.

La fiesta siguió con Unbreakable, símbolo del espíritu que define a Stratovarius: la resiliencia, la unión y la libertad.

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“¿Son más ruidosos que los italianos?”, desafió Timo. El público respondió con un rugido que retumbó en las paredes del Circo Volador.

La última canción, Hunting High and Low, fue una explosión de emoción. Timo bajó del escenario para cantar junto a los fans, abrazando a algunos, chocando manos y cerrando con una foto grupal que inmortalizó el momento.

“Cuando regrese a Finlandia y me pregunten cómo fue México, les diré: vayan y escuchen a estos cabrones ustedes mismos”, bromeó antes de despedirse.

Stratovarius, con más de 40 años de carrera, aún continua su gira por varias ciudades del país, bajo el símbolo del Cuauhtli, el águila que se eleva una y otra vez.

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