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El 3 de noviembre de 1956, Diego Rivera terminó de pintar el cuadro con Silvia Pinal en vestido negro y cuya espalda es vista por el reflejo de un espejo.
La pintura ha viajado por el mundo. En aquellos lugares donde lo solicitaban, la actriz lo prestaba para que la gente lo admirara.
El día que Rivera presentó la pintura, fue en la casa de la propia Pinal, en el Pedregal. En esa reunión estaba Emilio “Indio” Fernández y estaba maravillado con el detalle.
Fue entonces que el pintor le preguntó a la protagonista de “El inocente” si lo dejaría hacer un mural en su hogar. La respuesta fue no.
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“Me dijo: yo la sigo a todos lados, cuando vaya a hacer su programa, cuando vaya al teatro, yo la sigo y la voy pintando, y le pintó aquí en su casa en labrada aquí le pinto, yo dije no, a la hora de cuánto es, el maestro se va a quedar con mi casa y le dije no maestro, el mural no de plano”, contó en una entrevista a Joaquín López Dóriga en 2012.
Esa vez recordó que el artista era alguien que la apenaba y divertía con sus comentarios.
“Una vez me preguntó: ¿usted ha hecho el amor con mujeres?, no maestro, respondí; y contestó, es maravilloso, no sabe usted lo que es eso, yo vi a fulana y a sutana haciendo el amor y es una maravilla.
“Me sacaba los colores, él disfrutaba un poquito como freakearme, porque claro que hacía preguntas que a mí me sacaban de onda”, reveló en esa ocasión.
El destino que tendrá el cuadro tras su muerte, aseguró a la revista Domingo de EL UNIVERSAL en 2013, ya estaba decidido.
“Les dije a mis hijos que no se los voy a dejar a ellos o se van a sacar los ojos”, bromeó.
“Lo daré en comodato al Museo Estudio Diego Rivera, donde se pintó. Aunque seguirá perteneciendo a mis cuatro hijos”, dijo.
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Pinal, quien realizó estudios de arte dramático en lo que hoy es el INBA y trabajó en el área de Relaciones Públicas en una agencia de publicidad, se codeaba en su época de oro con la comunidad artística e intelectual de la época.
Además de Rivera y gente de cine, a su casa llegaban el poeta Salvador Novo o el rector de la UNAM, Nabor Carrillo.
Ellos fueron unos de los testigos del “lanzamiento” de la pintura, por parte de Rivera.
También conoció a Dolores Olmedo, promotora cultural que fue de las primeras en reconocer el talento de Rivera y Frida Kahlo.
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