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Todos los días, sobre su bata uniforme de enfermero, Jorge se colocaba en el pecho una cinta con su apodo y un mensaje: “Calavera. Sin miedo a la muerte”.
Eran los últimos días de abril de 2020 cuando los primeros embates de la pandemia por Covid-19 comenzaban a dejar constancia de su fuerza.
Este fanático de la lucha libre, en cuya juventud jamás pensó en la medicina, comenzó a ser un puente entre los pacientes ingresados por coronavirus y sus familiares, que esperaban fuera de un hospital en la zona de Tlatelolco, en la Ciudad de México.
Los externos colgaban o pegaban cartas en la clínica y él comenzó a recogerlas para hacerlas llegar a los pacientes. Estos a su vez, le enviaban respuestas.
“Estoy bien, tráeme un libro”, se oye en una de las enfermas desde una cama del área Covid.
Juan Carlos Rulfo, el director de En el hoyo y Los que se quedan, vio algo fuerte y hermoso en eso. Y comenzó a planear la forma de retratar eso que ocurría.
Contrario al papel de las autoridades, que sólo señalaban números y fakenews a los que se acogió una parte de la población mexicana, quienes incluso llegaron a golpear a quienes portaban uniforme médico por considerar que traían el virus consigo, el realizador optó por lo humano.
Así surgió Cartas a distancia, largometraje que llega este fin de semanas a cines y que fue hecho durante cinco semanas.
“Para nada es un documental fatalista, ni intenta regodearse donde duele. Lo que se intentó es tener enfrente a gente fantástica como el Calavera, quien le daba optimismo a la gente. de abrir puertas de comunicación que estaban cerradas”, comenta Rulfo.
“Había muchas estadísticas, viendo cuántos muertos, como competencia entre países y eso al final de cuentas opacaba lo que esta gente se encontraba haciendo”, agrega.
Rulfo y su equipo proporcionaron a enfermeras y enfermeros cámaras para que desde el interior del hospital y cuando salieran fueran tomando imágenes y hasta mandando mensajes de reflexión, como el de aquella trabajadora de la salud que lamentó que la gente no tomara en serio a la enfermedad.
Valentina Leduc fue la editora. Era quien veía las imágenes que llegaban, como la pareja que se encontraba en habitaciones distintas, la del hombre que esperaba saliera su pareja con quien llevaba 47 años de matrimonio o el de los padres que con video pedían a su hijo que le echara ganas para salir del hospital.
“Era estar viendo algo histórico para la humanidad, era ver la historia de Claudia, alguien de nuestra generación, lo que nos indicaba que nosotros podíamos estar pasando por algo así, o ver a alguien que mandaba un video y moría a los dos días. Hubo varias veces que lloramos. La película se iba armando conforme iban pasando las cosas”.
Desde un inicio, comenta por su parte Rulfo, se buscó a personas dispuestas a compartir sus experiencias. Así, existe el hombre que se pone a bailar para recordar cómo conoció a su pareja internada o el hombre que pide luchar a su mamá, asegurándole que las peleas con sus hermanos son por amor.
“(Las autoridades sanitarias) Estaban tan rebasadas que ni me pelaban, pedí permiso (para filmar) y nunca me autorizaron nada. Pero aquí no era de denuncia, lo nuestro era ver un asunto de comunicación entre las personas”, destaca.
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