
De un rock n roll saturado en sonidos, intenso, acelerado, con notas imperceptibles y, a veces, inentendibles, a un rock soul, R&B, blues, mucho más tranquilo, donde la melodía sigue siendo agresiva e intensa, pero el ritmo se presta solo para mover la cabeza desde el asiento y no brincar o empujar. Es Lenny Kravitz en el Palacio de los Deportes.
Mezclilla, rastas y lentes oscuros, siempre detrás de esa vestimenta inconfundible con la que aparece caminando en las calles de la Ciudad de México.
Las pantallas y las luces del escenario van al ritmo de las guitarras y la batería. Diez pantallas presentan imágenes repetidas de Lenny tocando, moviéndose, y junto a él, su banda, todos con largos afro, paliacates sesenteros y lentes oscuros, delgados, ágiles.

Luces estroboscópicas que de pronto hacen perder de vista el escenario, pero que ensalzan la figura de Lenny en medio cuando todos los faros apuntan hacia él.
Y ahí, Kravitz, como si no se percatara de los gritos del público, solo disfruta: baila, mueve sus rastas, no muestra sonrisas ni enojo, solo abre la boca cuando toca un solo con su guitarra. Y se acerca con su compañero a disfrutar dejándose llevar por la improvisación en los instrumentos.
En el público algunos bailan y algunos permanecen atentos a cada movimiento de Lenny, cantando desde su asiento y dejándose sorprender por los movimientos del cantante que, aunque no son muy ágiles, son muy particulares, moviendo las caderas en “Bring It On”.
De pronto se pone más serio en sus pasos de baile y se suelta, se divierte, toma el atril del micrófono, y se acerca moviendo en círculos su cadera y bajando el trozo hacia el piso, sensual.
Por un momento se aleja del papel de rockstar y se asoma del escenario hacia el público, saluda, pero pronto regresa a su posición, caminando lento, como si cada paso que da tuviera que durar el doble de tiempo, con un brincoteo en el medio, para que todos noten cuando está caminando, con su pantalón acampanado y su chamarra abierta del pecho.

La música se detiene después de “I’m a Believer” y da un breve paseo por el escenario para que el público le aplauda, lo reconozca. Sacude el puño en señal de victoria, en señal de fuerza, de complicidad con todo su público.
Los señala con el índice y, de un extremo al otro, gira haciendo gritar en orden a la media luna de público que lo rodea y le agradece con un “Lenny, Lenny, Lenny”.
“México City”, dice en inglés, pero cambia rápidamente al español, muy fluido. “Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes, todos juntos somos energía, somos vibra, somos amor”, y agrega: “Significan tanto para mí, muchas gracias, los amo. Entonces empecemos esta celebración, agradeciendo a Dios”.
“¿Listos?”, preguntó después de tres canciones más y, durante “Believe”, le extendió el micrófono al público para que ellos cantaran el coro, y se bajó del escenario para cantar desde la valla con todo su público.
Después de “I Belong to You”, “Stillness of Heart” y “The Chamber”, nuevamente se detuvo, y dedicó un nuevo discurso a su público mientras se tocaba el pecho con la palma de su mano derecha. “El dinero no compra la felicidad. Si todo está bien aquí (señaló a su mente), todo está bien aquí (señaló a su corazón)”, dijo.

“I love you, te amo, mamita”, continuó jugueteando, y el público respondió con “Olé, olé, olé, olé, Lenny”, y Lenny reiteró: “Los amo, México”, para que ahora el público retumbara la grada dando pisotones en el concreto de la misma. Lenny continuaba impresionado, aunque conoce bien a los mexicanos.
“Lenny, hermano, ya eres mexicano, Lenny, hermano, ya eres mexicano”, fue el grito que continuó y provocó que Lenny se agachara en el escenario con la cabeza mirando al suelo para agradecer el gesto de sus fanáticos.
“Ustedes me dan vida y me dan propósito. Desde el inicio siento esto como mi casa, siento el amor y la energía orgánica. Espero que me entiendan, y siento el alma de la gente mexicana. Siempre han compartido su cultura conmigo, mucho amor, así que gracias”, agregó.
Así continuó la noche Lenny, bailando y, cada tanto, deteniéndose para volver a levantar el puño, como señalando el sentimiento de unidad que tiene con sus seguidores, hablando español fluido y agradeciendo en cada momento por un concierto más, ahora ante 18 mil personas de la capital, cerrando con sus clásicos “Human”, “Fly Away” y “Let Love Rule”.
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