
En los 90, la dupla de Pilar Boliver y Darío T. Pie “interpretaban” a los émulos de Verónica Castro y María Félix, en una parodia donde no dejaban títere con cabeza, así que en algún momento preguntaban al público a quién debían crucificar, si a Jesús de Nazareth o a Emilio Azcárraga, dueño de la empresa Televisa.
La audiencia del entonces cabaret El hábito, en Coyoacán, cargaba de inmediato contra el magnate de los medios de comunicación. Y entonces, cuenta Pilar, salía un Cristo maquillado y con mechón blanco, característica física del empresario.
“Una vez no sabíamos que entre el público estaban familiares de Azcárraga y se salieron fúricos, tiraron mesas, sillas, lo hicieron patente. Era muy fuerte en esa época la comedia, éramos más duros y a la cabeza. Ahora hay mucha más vuelta de tuerca para poder decir lo que queremos”, recuerda Boliver.

¿La razón de ya no poder hacerlo actualmente? La corrección política, responde rápidamente la actriz, directora, conductora y activista en pro de la diversidad sexual en las artes escénicas.
“Vivimos en una época de hipocresía a partir de la corrección política, mucha gente piensa cosas, pero ya no las dice.
“Entonces, para mí eso es una hipocresía social y seguirá hasta que realmente modifiquemos las estructuras mentales desde adquirimos desde chiquititos, si no, ahí estarán las ladies racistas, los destroyers, los lords y no sé qué más, a los que se les sale todo el racismo, la xenofobia y más cosas, pero cuando la gente está frente a una cámara, pantalla o reunión social, dice todo lo contrario aunque no lo piense, esto es más de fondo”, explica.
Con 62 años de edad y cuatro décadas de carrera, Boliver se ha desenvuelto en todo el espectro teatral, desde el drama Calígula probablemente y hasta La rubia, la trigueña y la pelirroja vengadora, puesta que le exigía hacer siete personajes. Pero gusta de la farsa, comedia burlesca que a través de personajes estereotipados y situaciones absurdas y exageradas atraigan y hagan reflexionar al público.
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También se ha dado uno que otro gusto en películas de comedia como Mamá o papá, con Mauricio Ochmann y Silvia Navarro.
Sin embargo, lo suyo está más en el teatro. Tan sólo ahora protagoniza y dirige en el Teatro Xola Lavar, peinar y enterrar: Historias de una estética en serie, comedia de humor negro que se ubica en un salón de belleza de dos amigas que sufren un atraco, lo que las lleva, con los dos asaltantes, a descubrir un sótano lleno de “cadáveres” de un pasado que deben enfrentar.
“Algo que ha sido muy golpeado en esta época de corrección política es la comedia, precisamente, la farsa y la comedia, que son las herramientas honestas de este tipo de teatro. Ahora resulta que al decir las cosas a bote pronto, como son, la gente se ofende, ¿no? Pero lo que tiene que ver es el mensaje final, que es el de reeducarnos”, subraya.
Molière decía que las grandes verdades entraban por la risa...
Él era el rey de la comedia y a su público, que era la gente de la corte: los Luises (reyes franceses), les espetaba en la cara sus defectos, sus errores, vicios. Están sus obras El médico palos o Las preciosas ridículas, pero había una toma de conciencia y eso es efecto de la comedia. Al principio a la gente le cuesta reírse de sí misma, pero va cayendo.

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¿Alguna vez te han querido cerrar el teatro?
A nivel censura nos ha pasado más con respecto a la homofobia, como con Un corazón normal, cuyo póster eran dos hombres besándose y de eso no hace tanto, unos 12 o 13 años. Hoy está todo mucho más abierto y qué bueno, pero seguimos en picos (negativos y positivos) con los que estamos acomodándonos como sociedad en todos estos temas.
¿Crees que las obras eran más frontales, más groseras?
El teatro cabaret que hacía por ejemplo con Jesusa Rodríguez era muy diferente de hoy. Era frontal, no grosero. Ser grosero me parece de comediantes chafas, soltar la grosería por soltarla, no. En el stand up muchas veces veo a los que empiezan y cuando no clavan (en el público) un chiste, meten algo de pinch... put... para que la gente se ría y yo no creo en ese humor. Claro, una grosería bien acomodada es una joya.
¿Ese humor se ha ido a otros lugares?
El teatro no va a morir nunca, lleva siglos funcionando, pero en los podcast que han ido proliferando hay una gran libertad. En audio puedes decir lo que quieras porque no tienes una empresa detrás de ti, algo igual que en el teatro a menos que hagas teatro institucional.

Los que han incidido con ese tipo de humor, de pegarle a los políticos, al poder, son quienes hacen podcast o videos que hablan más que alguna obra de teatro o cabaret que yo haya visto antes.
La censura ahora, afirma Pilar, no viene curiosamente del gobierno.
“La peor censura es la de las masas, es casi casi como una inquisición mediática de los propios usuarios. Es de ahí de donde viene la cacería de brujas real, a veces hay personas que dicen ‘mejor métanme a la cárcel antes de sufrir a la marabunta mediática’”.
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