En una pequeña sala de cine en León, Guanajuato, los boletos se agotaron tres días antes. No era una cinta de superhéroes ni una comedia. Era un, estrenado en 2018 bajo el sello del .

Afuera, la fila doblaba la esquina. Había familias con niños, parejas jóvenes y adultos mayores. Nadie sabía quién dirigía la película, pero llegaron porque la parroquia la recomendó durante el sermón.

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La escena se repitió en otras ciudades de México y América Latina. Solo en su primera semana, El último misterio de Fátima convocó a más de 80 mil personas en salas comerciales, superando —según sus organizadores— a las de alto perfil en promedio por función.

La cinta ambientada en el siglo XVI se rodó en México y Europa. Fotos: Netflix
La cinta ambientada en el siglo XVI se rodó en México y Europa. Fotos: Netflix

Aquella imagen —padres, hijos y abuelas esperando para ver cine religioso— parecía improbable una década atrás. Hoy es parte de un fenómeno: el resurgimiento del cine religioso independiente.

Sin campañas millonarias, sin actores de renombre, sin plataformas, estas historias han encontrado formas inesperadas de avanzar: con crowdfundings (peticiones de apoyo económico por internet), boletines parroquiales, estrenos-evento, el boca a boca y hasta cadenas de WhatsApp.

“Muchas de nuestras películas caminan gracias a donaciones y apoyos, porque la gente cree en lo que hacemos”, explica Gaby Jacoba, directora del Festival Internacional de Cine Católico, en entrevista con .

“No se trata solo de entretenimiento, sino de un cine que toca lo más profundo de las personas. Cada estreno es también una misión: mover algo en el espectador”.

Llevados por la fe

La misión no ha sido fácil. A menudo, estas iniciativas enfrentan el escepticismo de la industria, el prejuicio de la crítica y la indiferencia total de los fondos públicos.

Para muchos dentro del mundo del cine, estas películas son vistas como contenidos de nicho, con producción limitada y una carga doctrinal difícil de asimilar fuera del creyente.

Las dudas no vienen solo de fuera. Dentro de la propia comunidad cristiana —especialmente la evangélica— se ha gestado una crítica abierta a la calidad y al enfoque de muchas de estas producciones.

“No es solo un problema de estilo, sino de integridad”, escribe Andrew Barber en el sitio The Gospel Coalition, una influyente red de análisis desde la fe.

“Presentamos una película como arte, y luego, ya que el espectador está sentado, le lanzamos el mensaje de conversión. El resultado casi siempre será una mala película, o una dilución del mensaje. Probablemente ambas”, escribió.

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El milagro de The Chosen

En medio de esa duda, en 2019 apareció una serie que rompió con todos los supuestos: The Chosen, centrada en la vida pública de Jesús, se convirtió en la producción financiada por crowdfunding más exitosa de la historia.

La serie —escrita y dirigida por Dallas Jenkins, hijo del novelista cristiano Jerry B. Jenkins— comenzó con una colecta digital: más de 10 millones de dólares aportados por 19 mil personas para producir la primera temporada.

Hoy, suma más de 110 millones de espectadores en 175 países, subtitulada en múltiples idiomas y proyectada incluso en IMAX.

“Pusimos una semilla y ha crecido un árbol, en vez de plantar un árbol ya hecho, como suele pasar con el dinero en esta industria”, dice Shahar Isaac, actor que interpreta a Pedro, a EL UNIVERSAL.

Rodaje en comunidad

Pero esa historia es una excepción. Mientras esta serie recauda millones en camisetas, licencias y eventos, en América Latina el panorama sigue siendo incierto.

La mayoría de las producciones religiosas enfrentan el abismo entre lo que quieren contar y lo que pueden financiar, pues suele faltarles presupuesto y proyección.

“Estuve cinco años tocando puertas en las cadenas de cine. Me decían que estaba loca, que era imposible meter estas películas. Pero yo dije: si Dios lo quiere, Él abrirá los caminos”, se sincera Gaby Jacoba

“Producir cine católico es de verdad muy complicado. No es tan fácil y es muy costoso. Por eso es tan importante que la gente vaya al cine cuando se estrena, porque si no apoyan, no se siguen haciendo”.

Su festival funciona hoy como una red de distribución, exhibición y producción. Ha llevado a salas comerciales más de 30 películas, muchas de ellas en colaboración con productoras independientes de Europa y América Latina.

Este año, lanzará seis en salas comerciales. La primera será Kit de Santidad, sobre el joven beato Carlo Acutis —conocido como El influencer de Dios— protagonizada por Antonio Mauri, hijo del actor mexicano Toño Mauri. Su estreno está previsto para el 15 de mayo en complejos de Cinemex y otros en América Latina.

También se espera el estreno de María desatadora de nudos: la película, una coproducción filmada en México, Alemania, el Vaticano y otros países europeos. Está protagonizada por Karyme Lozano y Toño Mauri y cuenta con la asesoría espiritual del padre Luis Pablo Garza, fundador del santuario mariano de Cancún, que inspira la trama.

“No competimos con Hollywood, ni con el cine comercial. Lo que hacemos no es tanto un negocio: es misión. Y aun así, nuestras salas se llenan, queremos seguir tocando más corazones que algoritmos, resume Gaby Jacoba.

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