Los Ángeles.— Imposible no escuchar la risa de al verla cruzar la pantalla en Annie Hall (1977); no percibirla en su corbata, chaleco y sombrero, algo más profundo que una excentricidad: una negativa a disfrazarse de lo que el mundo esperaba de una mujer.

Fallecida ayer en , a los 79 años, de causas todavía desconocidas, Keaton no solo deja películas memorables, sino una forma de habitar el mundo: una mujer que se transformó sin someterse a nadie, que convirtió su estilo en un argumento y que hizo de la imperfección una forma de honestidad.

Pensar en Keaton es atravesar uno de los movimientos más fascinantes del cine. Porque antes de ser la mujer que opinaba de todo en un café neoyorquino, fue Kay Adams en El padrino: la esposa que observó desde la puerta, atrapada entre la lealtad y el silencio.

Su primer papel importante fue Kay Adams en El padrino (1972), donde compartió con Al Pacino. Fotos: AFP, AP y Paramount Pictures
Su primer papel importante fue Kay Adams en El padrino (1972), donde compartió con Al Pacino. Fotos: AFP, AP y Paramount Pictures

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Y ese tránsito, el de la mujer que espera a la mujer emancipada, es quizás su verdadera biografía.

Lo suyo no fue la actuación transformista, sino la coherencia: Keaton redefinió a la mujer en pantalla.

No componía un personaje distinto en cada filme: afinaba, capa a capa, una misma voz. En Annie Hall mostró la torpeza sin disculpas; en Interiores, la duda; en Manhattan, la ironía. Pero siempre abanderó a la mujer que no pretende gustar y, por eso mismo, resulta inolvidable.

La imagen como consigna

Su estilo también fue parte de esa filosofía. Diane no se vestía: declaraba. La corbata y el abrigo masculino no buscaban escándalo, sino espacio. No decía “soy distinta”, sino “no me acomodo”.

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En una industria que premiaba lo complaciente, Keaton convirtió la incomodidad en identidad. Nunca posó para la cámara; la enfrentó. Tampoco sedujo: propuso.

Sin buscarlo, se volvió referencia de moda pero nunca jugó a estar a la moda, más bien, convirtió su imagen en un discurso y anticipó una pregunta que hoy sigue vigente: ¿qué es ser femenina sin obedecer las normas sociales?

Tanto fue así que su estilo salió de la pantalla. Revistas como Vogue y Vanity Fair la convirtieron en referencia de elegancia sin artificio, y casas de moda replicaron, una y otra vez, aquello que ella nunca quiso patentar: blazer amplio, guantes, sombrero, cuello alto.

Trabajó con Woody Allen en dos cintas antes de Annie Hall, que le valió el Oscar a Mejor Actriz. Fotos: AFP, AP y Paramount Pictures
Trabajó con Woody Allen en dos cintas antes de Annie Hall, que le valió el Oscar a Mejor Actriz. Fotos: AFP, AP y Paramount Pictures

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Keaton no vestía para gustar, sino para resguardarse, y, sin proponérselo, inauguró una estética que aún hoy defienden diseñadoras en todo el mundo como Phoebe Philo: la mujer que se viste no para exhibirse, sino para pensarse.

El eco de una voz propia

Ese gesto fue más que una tendencia: abrió un territorio inédito en Hollywood a actrices como Meryl Streep, Frances McDormand o, más tarde, Greta Gerwig, directora de Barbie (2023).

La actriz, primogénita de cuatro hermanos, nunca se casó y adoptó a sus dos hijos, Dexter y Duke, cuando tenía más de 50 años.

“Observé cuánto tuvo que sacrificar mi madre”, dijo Keaton en una entrevista con Interview en 2021.

Para desprenderse de la comedia probó con dramas como Looking for Mr. Goodbar, (1977). Fotos: AFP, AP y Paramount Pictures
Para desprenderse de la comedia probó con dramas como Looking for Mr. Goodbar, (1977). Fotos: AFP, AP y Paramount Pictures

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“Y creo que por eso no me casé. Porque no quería renunciar a mi independencia”, abundó.

Su emancipación en cine no comenzó en Annie Hall, sino mucho antes, en el silencio de El padrino. Su personaje, Kay Adams, fue el cuerpo presente que no opina, la conciencia moral excluida del poder que mira desde el silencio.

Francis Ford Coppola explicó que la eligió para El padrino porque veía en ella “algo más: profundidad, humor e interés”, pese a que el papel era el de una esposa “recta”.

De esa joven nació Annie Hall, que no esperó invitación para tomar asiento en la conversación. Porque ese recorrido, de las sombras al protagonismo, fue también el viaje del siglo XX para muchas mujeres.

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Su coherencia atravesó décadas. En los 80 abordó el absurdo laboral en Baby boom (Quién llamó a la cigüeña?); en los 90 se rió del matrimonio en El club de las divorciadas y en los 2000 desafió el deseo maduro en Alguien tiene que ceder.

Su idea fue llevar la misma integridad a distintas edades: de la joven que duda a la madre agotada, de la amante irónica a la mujer que ya no pide disculpas por desear.

Keaton deja un espejo difícil de igualar. Muchas seguirán agradeciéndole que en pleno Hollywood de los 70, haya decidido ponerse una corbata sin buscar aprobación.

Produjo filmes como Mack & Rita (2022), que la llevó a plasmar sus manos en el Teatro Chino. Fotos: AFP, AP y Paramount Pictures
Produjo filmes como Mack & Rita (2022), que la llevó a plasmar sus manos en el Teatro Chino. Fotos: AFP, AP y Paramount Pictures
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