Ciudad de México.— , “la criatura más bella” de , está en el país y, apenas pasado el Día de Muertos, mostró su rostro en el Colegio de San Ildefonso, en el corazón de la Ciudad de México.

Con su característico atuendo negro y un foulard rojo, Del Toro, acompañado de los actores Oscar Isaac y Jacob Elordi, saludó a decenas de fans que se aglomeraron en la entrada del colegio.

Emocionados, llevaron carteles de todas las películas y monstruos del realizador tapatío para que les estampara su firma en sus objetos, algo a lo que accedió él entre las vallas colocadas.

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Guillermo del Toro da indicaciones a Oscar Isaac durante el rodaje de la
película, la cual se filmó en Escocia y en Toronto, donde se construyeron
los escenarios principales, así como en algunas locaciones de Londres. Frankenstein, como criatura, requirió varios prostéticos y efectos especiales a cargo de Mike Hill. Foto: Netflix
Guillermo del Toro da indicaciones a Oscar Isaac durante el rodaje de la película, la cual se filmó en Escocia y en Toronto, donde se construyeron los escenarios principales, así como en algunas locaciones de Londres. Frankenstein, como criatura, requirió varios prostéticos y efectos especiales a cargo de Mike Hill. Foto: Netflix

Una historia de padre e hijo

Venecia.— Del Toro presentó el filme en el reciente Festival Internacional de Cine de Venecia, donde conversamos con él; posteriormente lo llevó a Toronto y a Hollywood, y finalmente lo trajo al país, luego de haber estrenado en salas independientes la semana pasada y previo a su llegada a la plataforma Netflix, este viernes.

Pero el también realizador de "Pinocho" y "La forma del agua" no ha andado solo. Lo acompañaron a Italia Oscar Isaac y Jacob Elordi, protagonistas de la historia.

Los tres llegaron juntos, riendo, con esa complicidad que se nota cuando el trabajo se convierte en otra forma de familia.

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Oscar Isaac, el CEO de Netflix Ted Sarandos, Guillermo del Toro y Jacob Elordi. Foto Hugo Salvador / EL UNIVERSAL
Oscar Isaac, el CEO de Netflix Ted Sarandos, Guillermo del Toro y Jacob Elordi. Foto Hugo Salvador / EL UNIVERSAL

Había ternura, respeto y ese cariño que parece tejido en la forma en la que el cineasta mexicano dirige: no construyendo elencos, sino comunidades, familias.

“Esa es la única manera en que sé trabajar”, diría Del Toro poco después, con su tono cálido, mitad filosofía y mitad confesión.

“Porque las películas duran unos meses, pero las personas con las que las haces, si tienes suerte, duran toda la vida”.

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Esta versión de Frankenstein no es, en palabras del director, una historia de terror al uso.

“Es una historia sobre ser padre y ser hijo”, explica. “De joven habría hecho esta película como hijo; ahora la hice como padre”.

Del Toro se detiene, piensa y continúa con esa mezcla de erudición y ternura que lo caracteriza:

“A cierta edad te miras al espejo y ves a tu padre. Te das cuenta de que, aunque prometiste ser distinto, llevas su sombra. Y ahí está la historia: la de un hombre que crea vida intentando escapar de sí mismo, solo para encontrarse de frente con su reflejo”.

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Un espejo de la humanidad

Para el cineasta, Frankenstein es también un espejo de la humanidad. Habla del miedo a la soledad, la necesidad de aceptación y la búsqueda de una conexión espiritual en tiempos donde lo político y lo superficial parecen ocupar todo.

“Hoy creemos que el origen del mal es político, pero en realidad es espiritual”, dice con firmeza.

“Vivimos en un mundo que ha desplazado lo espiritual hacia la información, la actitud, la pose. Lo que necesitamos es recuperar una dimensión ética, espiritual. Si uno es un ser humano consciente, previene los horrores antes de que ocurran”, asegura.

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Mientras lo decía, Isaac asiente y Elordi lo escucha en silencio. Hay una sensación de reverencia natural hacia un creador que no impone, sino comparte. Del Toro añade:

“No hago películas sobre monstruos. Hago películas sobre lo que nos convierte en humanos, incluso en medio de la oscuridad”.

Del Toro considera que Victor Frankenstein (Oscar Isaac) podemos ser cualquiera de nosotros.

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“Cuando creemos que el dolor nos da derecho a jugar a ser dioses. Por eso esta historia sigue viva: porque el monstruo no está afuera, sino adentro”, asegura.

Y hay un aprendizaje que se esconde en la relación entre creador y criatura.

“Frankenstein no es la historia de un monstruo que va en busca de venganza, sino de un ser humano que busca comprensión. Si logramos entender que nuestros hijos vienen a enseñarnos y a salvarnos, quizá tengamos una oportunidad de reconciliarnos”.

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