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Los caminos que durante la tarde lucían holgados en la tercera jornada del Corona Capital comenzaron a estrecharse ayer rumbo al escenario principal del Autódromo Hermanos Rodríguez.
Playeras y sudaderas negras con logos de White Pony y Around the Fur y calaveras estilizadas se multiplicaron como señal clara de lo que estaba por venir: Deftones.
Cuando las luces se tiñeron de verde, miles de celulares se alzaron al mismo tiempo.
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El grito llegó en una ola en cuanto el cantante del grupo, Chino Moreno, apareció en escena.
La primera canción desató el caos: cervezas lanzadas al aire, abrazos entre desconocidos y un recibimiento que sólo una banda con tres décadas de historia puede provocar.
En las pantallas, figuras de cera derritiéndose y un triángulo con un círculo al centro marcaban el tono de la noche: un ritual visual que acompañaba la entrada de la banda.

Con “My mind is a mountain”, Chino soltó su primer rugido gutural de la noche y el público respondió como si estuviera en un foro pequeño y no ante miles de personas, la canción siguiente fue “Locked club”.
“Thank you, México!”, gritó Moreno, “Everybody jump!”
Obediencia total durante “Be Quiet and Drive (Far Away)”, una de esas canciones que funcionan como memoria colectiva: todos la sabían, todos la sentían, todos la gritaban.

La energía siguió en ascenso con “My own Summer (Shove it)”, el clásico inevitable.
Para entonces, el terreno ya era un mapa de mini slams improvisados y headbangs sincronizados hasta donde el cuello aguantara.
Era el punto más alto de euforia de todo el festival; no había comparación con lo vivido en otros escenarios ese día.

“It’s fucking good, ¿cómo se sienten?”, preguntó el vocalista antes de entrar en la furia acelerada de “Rocket Skates”.
Y, sin previo aviso, un giro total: el ambiente cayó a un tono más íntimo con “Sextape”, una pausa emocional (si es que Deftones alguna vez tiene pausas) que el público agradeció sin bajar la intensidad.
El reto para las siguientes bandas, como Linkin Park, era enorme: mantener la adrenalina hasta el final.

Un himno en el festival
La jornada era especial para la generación que creció entre reproductores de MP3 y MySpace: un domingo en el que los millennials tenían permiso de regresar por unas horas a la adolescencia.
El baile contra el cansancio. A las 19:10, cuando el cielo ya empezaba a teñirse azul profundo, TV On The Radio tomó el Corona Sunsets.
“Mil gracias hija México City, hello hello!”, lanzó Tunde Adebimpe con una sonrisa amplia.
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Siguió una sacudida: “Young Liars”, “Golden age”, “Lazerray”, “Happy idiot”, “Dreams” y, por supuesto, “Wolf like me”, la más coreada de la noche.
A las 20:10, un violín marcó el inicio en el escenario principal y, en las pantallas, Rivers Cuomo, de Weezer, apareció con las manos en alto.
“Hola, México”, dijo después de la primera canción.
Entre “My name is Jonas” y “Celebrity skin”, Weezer confirmó por qué, desde 1992, sigue ocupando un lugar en la memoria de millones.
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