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El concierto de Residente en el Zócalo empezó con brincos y euforia, pero sería injusto abrir con otra imagen que no fuera la que quebró a todos en la plaza más grande de México.
Un niño palestino, invitado por el puertorriqueño junto a su familia, tomó el micrófono para decir algo ininteligible por su corta edad, pero todos entendieron: “Palestina libre, Palestina libre”. Hubo lágrimas y silencio.
René decidió convertir su segundo show en el corazón de la capital mexicana en una consigna: de los saltos por la educación pública a la confesión sobre su depresión, hasta el grito colectivo contra el genocidio en Gaza.
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La gente llegó desde temprano, ocupando la plancha con mantas, banderas y carteles, pero fue pasadas las 20:00 horas cuando la artista palestino-irlandesa Sara Dowling Al Husseini apareció en el escenario.
Con su chelo trazó una introducción solemne y, antes de que sonara el primer tema de Residente, lanzó un grito que marcó el tono del resto de la noche: “¡Viva Palestina!”
Residente salió al escenario entre gritos y teléfonos alzados. “¡Viene México!”, lanzó antes de abrir con “Baile de los pobres”, que prendió de inmediato la plancha. Sin dar respiro, enganchó “No hay nadie como tú”.
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Y, sin bajar el frenesí. La plancha saltó con “La cumbia de los aburridos”, mientras el puertorriqueño presentaba a la batería con un redoble que estremeció el corazón de México.
Todo era brincos, manos en alto y banderas ondeando. “¿Qué pasó, México, cómo estamos? Con toda la energía al tope para que todo el mundo lo vea. Yo quiero que todos aquí brinquen ¿estamos vivos?”, gritó.
Entonces ordenó la primera “brincada”: “La vamos a hacer en el nombre de la educación pública, gratuita y de calidad, que hay que protegerla y defenderla siempre. En nombre de todos los estudiantes que se educan… ¡Así que con toda esa energía, México, nos fuimos brincando!”.
Miles de personas saltaron al mismo tiempo, sacudiendo la plancha. Residente redobló la arenga:
“Una brincada más alta, en nombre de este país que debemos proteger de cualquiera que intente dañarlo. En nombre del amor por nuestra tierra, de quienes se han manifestado y han dado la vida para que todo cambie. Y también en nombre de las comunidades indígenas: ¡alto a la violencia!”
Tras las consignas, la música retomó su cauce y la multitud entró en terreno conocido. El Zócalo se vino abajo con “Atrévete-te-te”, coreada como un himno generacional. Miles de gargantas repitieron cada estrofa, teléfonos en alto y saltos interminables.
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Sin pausa llegó “El aguante”. “Por lo que venga… a brindar por el aguante”, entonó Residente, y la plancha respondió con un estruendo. El rapero levantaba el puño mientras la multitud brindaba simbólicamente en nombre de todas las resistencias.
Del frenesí al desahogo
El arranque, explosivo, ya sumaba casi 20 minutos imparables. Entonces René tomó aire, bajó la voz y se dirigió a los suyos: “Ahora sí empezamos el show. Gracias, gracias. ¡Se ve cabrón, se ve brutal! Yo quisiera estar allá abajo con ustedes… estoy aquí, pero quisiera estar allá abajo”.
Lo que vino fue un viraje hacia lo personal. Residente habló de disfrutar la vida pese a “lo jodido de las circunstancias”, de las pérdidas familiares que lo marcaron, y recordó que había compartido la canción con Gustavo Cerati en Argentina, aunque nunca llegaron a trabajarla juntos.
La fiesta cambió de rostro. Residente bajó el tono y lanzó una confesión cruda y sentida:
“Este tema que quiero tirar nunca lo había tocado por muchos años. Lo escribí aquí, en México, en un piso 25. Estaba pasando por algo que ni yo entendía, pensaba en lanzarme”, dijo.
“Me acuerdo que tenía un concierto, me iba a reunir con las madres y padres de los 43 estudiantes. Antes de eso dije: si mi mamá no me contesta el teléfono, me lanzo. Busquen ayuda antes de sentirse como yo me sentía en ese momento. Y mi mamá me contestó. Me ayudó poco a poco. Me fui al concierto y fueron saliendo los versos. Este tema se llama ‘René’”.
El Zócalo calló. Miles de voces que habían brincado y coreado minutos antes, lo acompañaban en susurros. “René” se convirtió en un desahogo compartido: todos cantando con él, todos en silencio.
Cuando la emoción aún flotaba, René tensó otra cuerda. Pasadas las 21:00 horas, invitó al escenario a una familia de Gaza: padre, madre y cuatro hijos que llegaron a México hace poco. La niña, Alma, tomó el micrófono: “Hola México, soy de Palestina. ¡Alto al genocidio, viva Palestina, Palestina libre!” El Zócalo rugió. Luego vinieron los más pequeños. Uno de ellos apenas logró decir “libre”; su voz se perdió, pero entendieron. Hubo lágrimas y silencio.
“Tenemos que ponernos de acuerdo para presionar a los gobiernos del mundo, porque lo que está ocurriendo es horrible”, lanzó Residente.
“No puedo creer que en 2025 haya gente que justifique esto. Hay que seguir presionando para que termine el genocidio en Gaza”.
Continuó con “Latinoamérica”. Iba a terminar, pero siguió: “No sé si se pueda superar esto, cantar aquí… con la bandera de testigo”, sentenció.
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