“Si no hubiese sido pintor, hubiese sido pintor”: Diego Rivera
No sólo era un extraordinario pintor: era, también, un espléndido personaje, un gran panzón y un espectacular fabulador. Tuvo, además de un gran pincel, una muy buena pluma, y corren las versiones de que era un inventor de historias muy divertido, pero también que sus historias amorosas van acompañadas de su fama como artista: Angelina Beloff, pintora rusa con quien tuvo un hijo en París y a quien, al encontrarla en el vestíbulo de El Palacio de Bellas Artes, muchos años después de haber vivido una intensa relación de amor marcada por la muerte de su hijo, simplemente no reconoció, como narra espléndidamente Elena Poniatowska en su pequeña obra maestra: Querido Diego, te abraza Quiela. Guadalupe Marín, otro espectacular personaje de la cultura mexicana, que estuvo también casada con Jorge Cuesta, y cuyos retratos pintados por Rivera son algunas de las obras más notables del pintor, y desde luego Frida Kahlo, quien es, quizá, su relación amorosa más intensa y más conocida. Diego era su “sapo”, su gran compañero con quien vivió atormentadas historias con Trotsky con quien compartió la aventura mexicana del enorme André Breton.
La mirada de Diego en el sepelio de Frida, recogida en una célebre foto durante su homenaje en Bellas Artes, es de una de las imágenes de tristeza más honda. Es inevitable al mirarlo recordar el rostro desvalido del gran Antonio Machado cuando murió su mujer Leonor, lo que hizo que Machado dejara para la literatura española y para la vida una cuarteta impresionante: “Señor, te has llevado lo que yo más quería, /escucha mi corazón clamar:/ se ha hecho tu voluntad, contra la mía,/ has dejado solos a mi corazón y al mar”.
Diego Rivera, niño virtuoso, alumno de Félix Parra y de José María Velasco, amigo de Modigliani, revolucionario en la pintura y en la vida, también era un provocador. Dicen que en alguna ocasión horrorizó a un grupo de señoras ricas al narrarles con detalles exquisitos el día que había tenido que comer carne humana. Es famoso el escándalo que propició su mural en el desaparecido Hotel del Prado, pintado en 1947, donde junto a la figura del gran Ignacio Ramírez, El Nigromante, una de las mentes más lúcidas que han existido en este país, pintó la leyenda: “Dios no existe”, en tiempos de un sociedad mexicana conservadora (aunque no hemos cambiado mucho desde entonces, hay que decirlo). Ese mural, por cierto, tiene ahora un hermoso recinto ubicado donde estuvo el también célebre Hotel Regis, a un costado de la Alameda Central en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
La Fonoteca Nacional tiene, entre otros tesoros, algunos acervos sonoros de Diego Rivera, que son parte de la colección que Televisa Radio generosamente ha dejado en sus bóvedas para protegerlos y dejarlos como legado a la nación. Se escucha una voz clara que pronuncia con cierto énfasis las consonantes fricativas y que con inteligencia e ironía responde a una entrevista de radio, realizada por el famoso Álvaro Gálvez y Fuentes. Desde luego que el diálogo no tiene desperdicio. He aquí algunos fragmentos:
P: ¿Maestro, está usted satisfecho de su obra pictórica?
R: Si estuviese satisfecho ya no pintaría, y el único tiempo en que no pinto es el tiempo en que me dan la lata y me lo quitan para pintar.
P: ¿Cree usted que su obra es trascendente en la pintura moderna?
R: Pues eso sólo puede juzgar el que la mire, es decir el público, a mí me importa nada.
P: ¿Está satisfecho de cómo ha vivido y de quién es como pintor y como hombre?
R: De ninguna forma.
P: ¿No está satisfecho?
R: No estoy satisfecho, estoy perfectamente insatisfecho.
P: ¿Si no hubiese sido pintor, que cosa hubiese sido?
R: Pues si no hubiese sido pintor, hubiese sido pintor.
P: ¿Considera que le queda algo importante para hacer en pintura?
R: En mi opinión, todo, porque nada he conseguido de lo que quisiera hacer.
Si quiere oír esta joya completa, este tesoro que resguarda la Fonoteca Nacional, tiene una oportunidad mayor: haga una visita (que le aseguro es imprescindible) a la exposición Pinta la Revolución, Arte Moderno Mexicano 1910-1950, que se acaba de inaugurar en el Museo del Palacio de Bellas Artes, luego de un periodo de exhibición en el Philadelphia Museum of Art, de Estados Unidos, país donde fue considerada una de las cinco mejores exhibiciones del año pasado. Ahí, entre cuadros verdaderamente memorables de Montenegro, Rodríguez Lozano, Saturnino Herrán, la propia Frida Kahlo, Fermín Revueltas, Abraham Ángel, Orozco, Siqueiros (no se pierda su joya poco conocida: Gershwin en una sala de conciertos de 1936), y de un recorrido virtual por los murales de Rivera, podrá escuchar las voces de Gerardo Murillo, el “Dr. Atl”, de Rufino Tamayo y de un Diego Rivera enorme, como lo fue él mismo, que también se dice que sostenía que el hombre era una “subespecie” y que tenía que reconocer la superioridad de la mujer. Elenita Poniatowska, muy jovencita, lo entrevistó y le preguntó, viéndole sus dientes pequeños: “¿Oiga, sus dientes son de leche?” y Rivera contestó: “Sí, porque de niño me alimentó una chiva…”. Vaya al Palacio de Bellas Artes o la Fonoteca Nacional y escúchelo, descubra a estos personajes y sus obras e ilumine su día.
*Director General de la Fonoteca Nacional