Aparece una joven Claudia Sheinbaum que carga a su bebé, juega con sus hijos, los abraza y acompaña mientras también cocina y hasta habla por teléfono. “Como muchas mujeres, de joven me encargué de las tareas del hogar, además de ser estudiante, profesora y madre de tiempo completo. La familia es un espacio fértil para ejercer la democracia, para disfrutar del amor, para ser más justos y equitativos”, dice con voz dulce, pero firme. Es un video poderoso, que conecta porque muestra a una mujer con la que fácilmente podemos identificarnos muchas mexicanas.

Quisiera ver más de esa calidez; quisiera que esa madre que se muestra tan empática entregara buena parte de su esfuerzo a apoyar a otras madres. Como mujer, me gustaría sentirla siempre cerca de la defensa de nuestros derechos.

Las que hemos marchado y nos hemos manifestado juntas en distintas ciudades del país queremos seguridad tanto en las calles como en el transporte público, que detengan los feminicidios, que existan apoyos para los albergues de víctimas de violencia, estancias infantiles. Nada diferente a lo que seguramente esa joven Claudia esperaba de la autoridad.

Me consta que, como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, hubo en ella una intención de diálogo en algunos de los momentos más duros de las primeras protestas del 8M que vivió como gobernante. Pero algo cambió.

“¡Te hablamos a ti, Claudia!”, se leía en una pancarta y se escuchaba en los altavoces frente al Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Eran mujeres que querían hablar con ella. Cosa que no sucedió. Por eso es pertinente la duda sobre si nos escuchará en caso de llegar a la Presidencia.

Hay muchos grupos feministas, sobre todo aquellos integrados por víctimas de violencia, que le exigen solidaridad. La percepción de muchas es que es distante o hasta indolente. Mi impresión es que simplemente no abraza o no expresa su propio feminismo para no contrariar a quien podría descarrilarlo. Difícil circunstancia.

En la Ciudad de México tuvo el acierto de poner a Omar García Harfuch al frente de la policía y de dotarlo con recursos para enfrentar un problema tan sensible. Ese precisamente será uno de los mayores retos para quien sea que llegue a la Presidencia el próximo año: la inseguridad.

Si su única apuesta, en caso de convertirse en presidenta, es atacar las raíces sociales del problema, seguramente no le tocará ver los resultados. Esa posible vía a largo plazo no le entrega soluciones a una población que paga cada vez más extorsiones, que cierra sus negocios por amenazas, que huye de la violencia o vive con miedo. La delincuencia gana terreno y no se detiene. La inseguridad es una emergencia y no he escuchado a Claudia Sheinbaum proponer algo diferente a lo que ya se viene haciendo para intentar remediarla.

Aun cuando la criminalidad se ha convertido en una amenaza para la economía, el contexto del comercio internacional es actualmente muy favorable para México. El nearshoring atrae inversiones y genera grandes oportunidades. Para aprovechar de mejor manera esa coyuntura urge eficientar los trámites burocráticos y los procesos en, por ejemplo, las aduanas. Son áreas de oportunidad que ella menciona poco. Ser la candidata que promete continuidad no debiera ser impedimento para señalar aquello que puede mejorarse.

También sería deseable que como científica impulsara la investigación y el desarrollo tecnológico. Se trata de algo que no le es ajeno en absoluto. Su padre, Carlos Sheinbaum, fue ingeniero químico; su madre, Annie Pardo Cemo, es bioquímica. Ella misma es licenciada en Física. Cuenta con una maestría y un doctorado en Ingeniería en Energía y es integrante tanto de la Academia Mexicana de Ciencias como del Sistema Nacional de Investigadores.

Esa vena científica aplicada en el sector público podría ser muy afortunada. El desarrollo tecnológico aplicado adecuadamente puede ser el gran igualador social que México necesita. Las comunidades más remotas y rezagadas podrían acceder a mejores soluciones de salud y educación vía la tecnología. La inteligencia artificial provee muchas herramientas que pueden mejorar la vida de las personas y un adecuado entendimiento de ese potencial puede ser transformador para el país.

Es probable que su formación como científica la haya llevado a tomar con más seriedad la problemática del Covid. Aun cuando al inicio de la pandemia buena parte de los funcionarios federales le restaban importancia al virus, ella se distanció de esa postura. Su programa de vacunación fue efectivo. Incluso lo replicaron en otros estados. Sin embargo, lo que no fue efectiva fue la comunicación. No la vimos en hospitales o acompañando a familiares de víctimas. Las cifras de personas fallecidas las daba alguien más, con una frialdad que reducía el dolor de cada familia a meros datos. No la sentimos condolerse con sus gobernados.

Su frialdad confunde. No queda claro si es poco empática o simplemente muy poco expresiva. Como sea, el resultado es que se le percibe lejana y hasta rígida. Reservada es seguro. Me da también la impresión de que se siente incomprendida: no quiere participar del circo, pero esa participación no es opcional.

Si el voto convierte a Claudia Sheinbaum en la primera mujer en la Presidencia de México, el mensaje en términos de género será muy poderoso.

Esa inspiración para muchas será más potente y más congruente si no confunde lealtad con sumisión. Para ello será crucial que demuestre que su verdadera lealtad es con los mexicanos. Con todos, incluso con los que se atreven a discrepar.

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