Cuando el colectivo Guerreros Buscadores encontró numerosas prendas y restos óseos en el rancho Izaguirre, el grupo de personas buscadoras no dudo en referirse al espacio como un “campo de exterminio”. El término fue rápidamente replicado por activistas y medios de comunicación para referirse al predio en Teuchitlán, Jalisco, donde integrantes del Cártel Jalisco Nuevo Generación entrenaban a sus reclutas y asesinaban a aquellos que buscaban huir del lugar.
Pese a la confirmación de homicidios en Izaguirre, las autoridades federales que han atraído el caso advierten que aún no hay indicios suficientes para referirse al rancho como un campo de exterminio. “Es muy distinto que en un inmueble se cometan homicidios a que sea un campo de exterminio”, aseveró Omar García Harfuch, secretario de seguridad, durante la conferencia matutina de la Presidenta Claudia Sheinbaum este martes.
A las declaraciones del funcionario se suman las de políticos vinculados con el actual gobierno federal. El presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, generó controversia tras asegurar que el caso de Teuchitlán fue un “campañón”. "De todos modos, ahora están diciendo que hay otros lugares de exterminio, que los zapatos. Quedó claro: no es un campo de exterminio", dijo a través de una transmisión en sus redes sociales el pasado domingo.
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Pese a estos señalamientos, activistas y colectivos de personas buscadores insisten en denominar al predio como un campo de exterminio. Ante este debate público, EL UNIVERSAL consultó a Víctor Manuel Sánchez Valdés, investigador de la Universidad Autónoma de Coahuila y especialista en temas de seguridad para ahondar en el origen del término “campo de exterminio” y entender si, desde un enfoque académico, es adecuado utilizarlo en el caso Teuchitlán.
Más allá del número de víctimas
“Un campo de exterminio es un lugar donde de manera sistemática se asesinan a cientos y miles de personas, creo que todos lo tenemos claro”. Así definió Harfuch a estos espacios para argumentar que por el momento no había pruebas suficientes para catalogar al rancho Izaguirre como tal.
La Enciclopedia del Holocausto define a los campos nazis de exterminio como lugares que cumplieron la función exclusiva del asesinato en masa. “A diferencia de los campos de concentración, que servían primariamente como centros de detención y trabajo, los campos de exterminio eran casi exclusivamente ‘fabricas de muerte’”, indica.
No obstante, según Sánchez Valdés, el uso del término ha evolucionado desde la Segunda Guerra Mundial para aplicarse a contextos distintos al holocausto, como las dictaduras militares en América Latina, donde se asesinaba y desaparecía disidentes políticos vinculados principalmente con la izquierda.
En México, el término ya había sido utilizado para caracterizar la violencia del crimen organizado con el caso de la Gallera, un predio hallado en Tijuana en 2009, donde miembros del crimen organizado entregaban cuerpos a Santiago Meza López “El Pozolero” para disolverlos en ácido.
Teuchitlán: ¿adiestramiento o exterminio?
Aunque las autoridades han insistido en que el predio en Teuchitlán servía principalmente como centro de adiestramiento, el propio García Harfuch informó que las personas que intentaban huir o se negaban a colaborar eran torturadas y ejecutadas.
“Puede haber múltiples funciones en un solo sitio. Que fuera un lugar de entrenamiento no descarta que también se llevaran a cabo ejecuciones. Si hay evidencia de que las personas eran asesinadas por negarse a participar o por intentar escapar, esto hace que también pueda considerarse un campo de exterminio”, explica Sánchez Valdés.
El hallazgo de más de 400 pares de zapatos y la confirmación de restos óseos por parte de la Fiscalía General de la República refuerzan esta posibilidad. Aunque aún no se ha determinado cuántas personas fueron asesinadas ni en qué circunstancias, el académico considera que la investigación debe continuar sin restar gravedad a lo ya encontrado.
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“Porque si nos vamos a un criterio eminentemente numérico, pues son tan relevantes y daña tanto a la sociedad un espacio en donde personas 15 personas fueron torturadas y asesinadas como en el caso de cientos o miles”, puntualiza Sánchez Valdés.
El académico considera que es debatible la visión de Harfuch sobre cómo nombrar lo que ocurrió en Teuchitlán. Sin embargo, señala que “hay una propensión de este gobierno de dar carpetazo a situaciones como esta. Me parece una estrategia desacertada. Al final, muchos elementos nos llevan a lo que ocurrió ahí no sucedió en este gobierno. Pero si es responsabilidad del gobierno actual ofrecer respuestas, justicia y atención a las víctimas y generar mejores condiciones para no la repetición”, indica el investigador.