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Cuautitlán Izcalli, Méx.— Ser papás fue la decisión más acertada que definió la vida de César González y Luis Méndez, quienes forman parte de una familia donde la paternidad es compartida. Para ambos, concebir a Mel, como llaman a su hija de seis años, ha sido una experiencia “fascinante”.
“Ser papás fue algo que cambió nuestras vidas para siempre, algo maravilloso que no cambiaríamos por nada”, expresó César.
Luis y César se conocen desde hace 17 años, tienen 10 años de casados por el civil y seis de haberse convertido en papás. Ellos formalizaron su unión en la Ciudad de México, pues aún no estaban legalizados los matrimonios de parejas homosexuales en el Estado de México, donde viven. Desde que se casaron hablaron de ser padres.
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“Nosotros comenzamos a platicar de tener hijos desde que nos casamos, pero Luis quería tener una estabilidad económica; asegurados bienes como una casa, un auto, le decía que mientras más pensáramos en ello, más lejana estaba la posibilidad”, relató César.
Por lo que hablaron profundamente del tema y llegaron al acuerdo de concretar una inseminación artificial, “un procedimiento que fue fácil, económico, todo salió muy bien”.
“Vi un video —creo que en España— en donde los papás compartían la paternidad, se me hizo algo muy bonito e interesante, entonces platiqué con las mamás [una pareja de lesbianas], les comenté esta parte, para que Melisa tuviera figura paterna y materna”, explicó.
Los dos matrimonios vivieron en casas separadas, algo curioso que sucedió durante la gestación fue que César —el padre biológico— tuvo antojos, mareos y algunos síntomas del embarazo; consideraron que esa fue una de las muestras de cómo la vida de ambos habría cambiado de raíz, ahora eran papás.
Aunque parecería complejo este modelo de familia en el que la paternidad es compartida con sus mamás, es decir, los cuatro participan en la crianza de la niña, ellos definen su camino como terso, pues no han sufrido discriminación, no han sido cuestionados y no ha habido preguntas incómodas, incluso en la escuela, donde otros padres y madres les reconocen el esfuerzo.
Para adaptarse a la nueva familia, los papás primero destinaban los fines de semana para irse a casa de las mamás y encargarse de su hija; después comenzaron a pasar un día juntos, luego prolongaron el tiempo y finalmente, por recomendación de una sicóloga, intercambian las semanas, una con ellos y otra con sus madres. “Por fortuna siempre hemos vivido cerca, acordamos vivir así para beneficio de los cinco”.
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Atender a la bebé fue sencillo, aseguraron, pues Mel siempre fue una niña tranquila, muy puntual, cada cuatro horas pedía alimento, despertaba, le daban la mamila, no lloraba, “no batallamos para nada. Fue algo sencillo”.
Esta pareja se identifica con la palabra papá, por varios motivos, uno de ellos es la ilusión de acompañarla en todos los momentos de su vida, desde preparar su desayuno, llevarla a la escuela, encargarse del uniforme, la educación, tomar decisiones sobre su futuro, todo con el mismo amor que la preparan para el festival de la primavera, en el que este año fue reina.
Luis resaltó que convertirse en padres les cambió la vida, porque modificó completamente su rutina, lo sacó del estado de confort, porque puede llegar una enfermedad, las tareas, actividades, los gustos que va adquiriendo su hija. Reconoció que gays o heterosexuales se rehúsan a tener hijos por el compromiso que implica.
“Sí, claro que es mucho compromiso, porque tienes a una persona que depende 100% de ti, es una responsabilidad, un amor que llega incondicional que no imaginas, es algo que cambia radicalmente”, destacó.
Ellos coincidieron en que comparten el sueño de ver a Mel florecer, crecer feliz, que conserve su dulzura, la firmeza y seguridad con que se ha desarrollado, la certeza de que sus padres siempre estarán para tomarla de la mano y convencida de que todas sus decisiones serán respaldadas.
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Luis contó que cuando Mel nació, debió permanecer en el hospital por un tiempo, en ese entonces su jefe le dio permiso para atender la salud de su hija y trabajar desde el hospital y sabía que biológicamente era hija de César, pero suya de corazón; César también pudo quedarse, y aunque no podían más que bañarla, cambiarla y cargarla el papá y la mamá biológica, Luis pudo estar en el hospital y eso ya lo sintió como un pequeño triunfo.
“Comenzamos a enfrentarnos a otras negativas o sorpresas, por ejemplo, la enfermera decía: hay que cambiarla, me la voy a llevar. Yo preguntaba, ¿no lo puedo hacer? Respondían sorprendidas, porque pocas veces un papá busca realizar estas tareas, darle de comer, cargarla”, relató.
Luis cambió de profesión, ahora es tatuador, antes era encargado de logística en una empresa de cine, mientras César se encuentra semijubilado, luego de un accidente laboral en la empresa en la que laboraba, pues cayó de una escalera y quedó afectado de la columna; sin embargo, busca nuevas oportunidades de trabajo para seguir aportando a casa recursos suficientes para el sustento de su hija, quien está habituada a clases de equitación, baile, natación y otras actividades.
Los dos resumen su paternidad como un regalo del que no podían perderse, eso los define completamente, son papás de tiempo completo, con una vida llena de planes para su hija, de la que han aprendido a ser mejores seres humanos.