Del 3 al 6 de abril, se realizará la en Guadalajara. Mostraremos al mundo —de nuevo— la riqueza cultural, gastronómica, de infraestructura y deporte que tenemos en México.

Un total de 120 clavadistas competirán, representando a 23 países. Ellos vienen acompañados de sus entrenadores, preparadores físicos, dirigentes deportivos y algunos con sus familias.

No debo negar que me preocupa el tema de competir como equipo neutral, cuando somos reconocidos por nuestra excelencia en esta disciplina, pero voy más allá: Esta es una oportunidad para enseñar lo que somos los mexicanos y nuestra cultura. Ellos, todos los que estarán en torno a la Copa Mundial, seguramente probarán por primera vez unos tacos, nuestra comida más popular en el mundo; visitarán la mágica población de Tequila y llevarán de nuestra bebida ancestral al paladar de los suyos.

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Sus oídos podrán escuchar nuestra música, muy seguramente guiados por el ritmo de un gran mariachi. Sentirán la belleza de nuestro territorio en su olfato; en su vista y en el sentir, la hospitalidad que sabemos y podemos ofrecer.

Les explico las razones de esta mirada ante la Copa Mundial: Estamos demostrando que existimos, muy por encima de las dificultades, que somos capaces de trabajar con estas y encontrar soluciones.

Cuando tuve el honor de ser director de la Conade, realizamos increíbles eventos. El más impactante fue la Asamblea General del Comité Olímpico Internacional, en Bellas Artes, en 2002. No se imaginan lo que fue tener a los líderes del deporte mundial en un sitio tan histórico, lleno de arte y cultura. Ellos no sólo vivieron el momento que nos convocaba, también pisaron la revolución, la historia y la arquitectura que se construyó allí y hoy es reconocido como Patrimonio de la Humanidad.

Llevamos la competencia a otras zonas del país, como con el Campeonato Mundial de Voleibol Sub-18 en Tijuana (2001), las Copas Mundiales de Clavados en Ciudad Juárez y Ciudad de México (2001 y 2004, respectivamente). A esto se sumó el Campeonato Mundial de Pentatlón Moderno (2006) y el Campeonato Mundial de Pelota Vasca (2006).

Estoy completamente seguro de que María José Alcalá y Rommel Pacheco, desde sus cargos y con quienes aún no hablo del tema, están haciendo sus mejores esfuerzos para este evento, dejando de lado las problemáticas que se han vivido y brindándole al planeta la mejor cara de México, pero más que eso, buscando que nuestros representantes sientan la emoción de competir en casa, para y con los suyos. Ellos dos fueron clavadistas y hacen parte de la cimentación de ese gran historial deportivo de esta disciplina. Son unos dolientes que hoy buscan el mejor camino para el deporte que vivieron. Confiemos en que todo saldrá bien.

deportes@eluniversal.com.mx

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