El diseñador italiano Giorgio Armani falleció este miércoles 4 de septiembre a los 91 años. Confirmado por un comunicado de Armani Group, la empresa señaló que “el señor Armani [...] murió de forma pacífica, rodeado por sus seres queridos”. Fiel a su carácter incansable, trabajó hasta sus últimos días, pendiente de los proyectos actuales y futuros de su marca.
Hablar de sus aportes a la moda podría tomarnos mucho tiempo: fue uno de los últimos grandes diseñadores que se negó a ceder la batuta de su firma homónima. Más allá de esa resistencia al relevo, creó un universo donde la elegancia y una paleta de colores sobria se convirtieron en su sello personal.
Construir un estilo ‘Giorgio’ que fuera reconocible no fue sencillo. Armani apostó por el silencio elegante: hombreras suavizadas y trajes desestructurados que se volvieron símbolo de libertad. Con ello, transformó la sastrería en un segundo lenguaje que hablaba de poder, pero sin alardes, y entendió antes que nadie que la moda podía ser un vehículo directo al empoderamiento.
Hollywood fue su aliado perfecto. Richard Gere en "American Gigolo" vistiendo un traje Armani beige no solo creó un ícono cinematográfico, también presentó al mundo la imagen del “hombre Armani”: moderno, seguro y atemporal. Desde entonces, las alfombras rojas se transformaron en otro territorio conquistado por la casa italiana, un desfile paralelo donde las estrellas brillaban bajo su lente.
Hoy, mientras le extendemos un “hasta siempre” al rey de la moda italiana, recordamos que su visión se equipara a la de grandes como Pierre Cardin o Halston. Por eso, en De Última repasamos los momentos y looks que cimentaron la leyenda de Giorgio Armani.
La radiografía del traje masculino y el power suit
En 1970, tras seis años como protegido del sastre Nino Cerruti, Giorgio Armani comenzó a diseñar ropa de hombre y de mujer por su cuenta. Poco después, ya en solitario, se presentó como uno de los creadores más prometedores de su tiempo y fundó su marca en 1975.
Uno de los grandes retos de la firma fue despojar al traje masculino de su rígida estructura: eliminó lo aburrido y conservador para darle un aire seductor, cambiando la idea de “imponer” por la de “atraer”.
Mientras proponía hombres más etéreos y vestidos de lino, para las mujeres diseñó lo que pronto se convirtió en el uniforme ejecutivo por excelencia. De los rascacielos neoyorquinos a la política estadounidense —y pasando por el Club Campestre de Springfield en Los Simpson— el traje de Armani fue el pilar de una revolución laboral en los años ochenta. Allí, las medias negras, los stilettos en punta y los labios rojos se mezclaban con melenas voluminosas y la estela de Armani for Women, el perfume lanzado por la casa en 1982.

Durante esa década, Yves Saint Laurent era la firma para verse cool; Armani, en cambio, representaba la fuerza laboral que buscaba imponerse con sagacidad en un terreno dominado por hombres. Y lo logró: despojó a la sastrería de la disciplina rígida de décadas anteriores, donde el conservadurismo lo era todo, para darle a la moda un nuevo significado de poder.
Armani y Hollywood: cuando la elegancia define personajes
¿Qué sería de los creativos actuales si no vistieran a los rostros del momento? Giorgio Armani lo sabía antes que nadie. Transformar lo simple en icónico, convertir un traje en declaración de poder, elegancia y personalidad, fue su arte. Desde Richard Gere en “American Gigolo” (1980), Armani no solo vestía cuerpos, sino que construía universos: cada línea, cada tela, cada corte, hablaba de sofisticación y estilo atemporal.
Su influencia en el cine es imposible de ignorar. Los villanos de “Los intocables” (1987) tenían ese aire de autoridad y hedonismo que solo un Armani podía dar; los mafiosos de Martin Scorsese en “Goodfellas” (1990) adquirían presencia y personalidad gracias a trajes que respiraban poder y astucia; y Jordan Belfort en “El lobo de Wall Street” (2013) evolucionaba ante nuestros ojos, desde la sobriedad inicial hasta la ostentación total: corbatas de fantasía, camisas de seda, cortes a medida… puro Armani Suit Power.

Pero su huella no se limitó a los criminales de ficción. Héroes, anti-héroes y estrellas del glamour pasaron por su ojo clínico: desde “Batman” (2008) hasta “Bastardos sin gloria” (2009), y un desfile interminable de actrices y celebridades como Rihanna, Cate Blanchett, Julia Roberts, Jessica Chastain, Penélope Cruz y Ricky Martin. En cada alfombra roja, premio o evento privado, Armani transformaba la presencia de quien vestía, elevando el vestuario a narrativa, estilo y carácter.

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Al final, la magia de Giorgio Armani en el cine no estaba solo en la ropa, sino en la manera en que entendió que un traje podía contar historias. Que podía dar poder a un personaje, seducir sin alardes y convertirse en un referente que trascendiera décadas. Porque, en el fondo, Armani enseñó algo que los amantes de la moda y el cine celebramos: que la elegancia también puede ser protagonista.
El señor Armani también vistió a miembros de la realeza. La reina Letizia lució un traje blanco Armani para el acto de su pedida de mano en 2003. Y fue el creador del vestido de novia de Charlene de Mónaco para su boda con Alberto de Mónaco en 2011.
Armani Privé: cuando la moda se convierte en poesía
En 2005, a los 70 años, Armani decidió entrar en la alta costura. Armani Privé nació como una extensión lógica de su carrera. Desde Cannes hasta los Oscar, esas piezas demostraron que la sobriedad podía ser tan magnética como el exceso.
No es solo alta costura; es la expresión más íntima y emocional de Giorgio Armani. Cada pieza nace de un deseo profundo de contar historias a través de telas, cortes y bordados, transformando la moda en un lenguaje que habla al corazón. En sus ateliers, cada puntada refleja precisión, paciencia y pasión, y cada vestido es una obra que podría brillar tanto en la alfombra roja como en la memoria de quien lo lleva.
Desde sus primeras colecciones, Armani Privé ha sido un refugio creativo, un lugar donde el lujo se combina con la sensibilidad artística. Los vestidos fluyen como poesía visual, abrazando la silueta sin imponerla, y demostrando que la verdadera elegancia reside en la sutileza.
El corazón de Armani Privé late también en los detalles que parecen invisibles: los bordados minuciosos, los tejidos que se sienten como una segunda piel y la armonía entre diseño y movimiento. Cada desfile, cada creación, es un acto de amor hacia quienes creen en la moda como arte y como lenguaje capaz de conectar, inspirar y emocionar. En Armani Privé, la alta costura se vuelve un abrazo, un susurro de sofisticación y un homenaje al espíritu humano.
Giorgio Armani no sólo creó moda: creó emociones, historias y un universo que seguirá inspirando a quienes creen que la elegancia, en todas sus formas, es una forma de magia.
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