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Señor Director:
Por medio de la presente, deseo realizar algunas precisiones respecto a la columna publicada por Guillermo Sheridan el martes 4 de noviembre del presente año, dentro de la colaboración quincenal que realiza para este prestigioso medio de comunicación.
En su columna intitulada “El emérito que olía balones” el autor realiza varias afirmaciones falsas que me veo obligado a aclarar. Prácticamente todas sus aseveraciones, que entrecomilla no corresponden a citas o declaraciones mías. Ignoro si son creación de él o quién se las proporcionó. Sheridan sostiene que “Bastó con que un integrante de la comunidad académica lo postulara para que procediera la postulación”. Desconozco a quién cita; solo él lo sabe. Esta afirmación es falsa. Mi nombramiento obedece a un proceso establecido en el artículo 32 del Instrumento Jurídico de Creación de El Colegio de la Frontera Norte (El Colef) que a la letra dice: “Para el nombramiento del Presidente de El Colegio, con la debida anticipación, la Junta directiva a través del Consejo de Ciencia y Tecnología realizará una auscultación interna y otra externa para identificar a aspirantes a ese cargo. El resultado de dicha auscultación se hará del conocimiento del titular [en ese tiempo de Conahcyt, ahora Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación]”.
Finalmente, la Junta de Gobierno formaliza la designación y el presidente de la República expide el nombramiento. Es, pues, un proceso largo y colegiado. En el caso de 2022, en el que fui designado titular de El Colef, participamos un total de 5 personas candidatas.
La categoría de emérito del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII) no es un capricho de nadie. Me fue otorgado por una comisión de pares académicos por mi obra y trayectoria. Cuento con 38 años de pertenencia para convertirme en el investigador nacional de mayor antigüedad en nuestra institución.
Mi formación es de politólogo y he sido profesor-investigador en diversas instituciones: El Colef, UABC, UNITEC, Ibero Noroeste y la UAM Xochimilco e Iztapalapa. Al parecer a Sheridan le incomoda que haya dedicado tantos textos al estudio de los procesos electorales y de los derechos políticos de la diáspora. En cada uno de estos campos he publicado aproximadamente seis libros, para un total de doce. Además, soy autor de 4 libros de crónicas y 2 de historia oral.
Justamente, uno de ellos es Don Crispín, una crónica fronteriza, el único libro de El Colef con cuatro ediciones, la más reciente en coedición con El Colegio de San Luis, precisamente sobre este título, Sheridan cita un texto que me atribuye, pero en realidad se trata de unas líneas que extrajo del prólogo escrito por Jorge A. Bustamante.
También afirma que mi libro de crónicas El olor del balón lo “promovió El Colef y que catalogó como publicación arbitrada”, Falso: dicho libro no fue publicado por nuestra institución ni fue registrado en esos términos. Y vuelve a entrecomillar un supuesto texto mío sobre el mismo libro del cual ignoro el origen de la cita.
En la parte final de su columna lanza una provocadora sentencia: “Luego de declarar a Espinoza un gran investigador el Conahcyt [sic] de la 4T lo hizo emérito, entre otras cosas, supongo, por agredir cotidiana y violentamente a medio mundo”. Acto seguido, enlista a una serie de personas a quien, según él habría yo agredido, atribuyéndome expresiones que jamás escribí.
No niego que he hecho críticas a personas de las cuales difiero, pero nunca con el tono que él me atribuye. Un solo ejemplo: me adjudica la frase dirigida a uno de esos personajes: “necesita” “una buena batida de huevos”, expresión que jamás he utilizado. Ese es, precisamente, el nivel del escrito de Sheridan. Cierra, además, con otra falsedad: el número de citas a mis trabajos. Ignoro si, por ahorrarse el esfuerzo de verificar inventa la cifra o sus asistentes desconocen cómo realizar una búsqueda adecuada. Resulta extraño, tratándose de alguien que recibe un salario como académico en nuestra UNAM.
En definitiva, Sheridan desconoce por completo los valores y fundamentos que han guiado mi trayectoria profesional, dentro y fuera de la academia. Guardar silencio ante tantas falsedades equivaldría a avalar las mentiras y denuestos que acumula en su columna: por tanto, y en ejercicio de mis derechos como ciudadano, solicito que se publique esta réplica. Lo mínimo que podría hacer el autor es ofrecer una disculpa pública.
Atentamente
Dr. Víctor Alejandro Espinoza Valle
Presidente de El Colegio de la Frontera Norte
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