Nací en México en 1982 en una colonia popular, un barrio marginal de Iztapalapa. Crecí en una familia con padres que se dedicaron al servicio público como trabajadores del Estado. Mi formación académica la realicé en instituciones públicas y desde niño tomé conciencia del poderoso contraste social que pervive en este país, de la fuerte crisis económica que transitamos en casa, que parecía no tener fin en aquel entonces, y de la importancia de la educación como factor emancipador en el desarrollo de mejores personas.
Decidí que estudiaría Ingeniería estando en la secundaria. Quería construir, inventar o hacer algo que fuera útil para las personas, para el pueblo. La UNAM estaba en mi horizonte, nunca visualicé otra posibilidad; deseaba formarme en la Universidad de José Revueltas, de Javier Barros Sierra, de la juventud revolucionaria; la UNAM de Adolfo Ángel Figueroa, mi padre, quien me habló, junto a mis cuatro hermanos, de lo grandioso que fue su experiencia en la Facultad de Derecho.
El primer paso lo di ingresando a la Escuela Nacional Preparatoria número 5 José Vasconcelos en el verano de 1997. Empecé por conquistar un puesto como becario en los Laboratorios de Cómputo de Fundación UNAM, donde conocí la disciplina y el servicio. Era de los pocos estudiantes que poseían conocimientos avanzados en computación, lo que me valió la postulación por quien fuera la encargada de dichos espacios. Éste fue un punto crítico pues de no haber sido por el apoyo de Fundación UNAM, es probable que hubiera tenido que emplearme en algo que hubiese modificado de forma drástica lo que ahora soy.
La Prepa 5 cambió completamente mi entendimiento del mundo. Crecí junto a miles de estudiantes bajo una perspectiva social y educativa al servicio del pueblo. Mi ingreso a la Facultad de Ingeniería ya estaba encaminado a lo que quería hacer; no sabía bien cómo, pero tenía claro que deseaba inscribirme en el módulo de Potencia Eléctrica, que se estudiaba en décimo semestre. Conocí al ingeniero Jacinto Viqueira Landa –y nos haríamos amigos hasta el día de su muerte– y, con él, a decenas de grandes profesores que moldearon mi entendimiento de la ingeniería y que nunca desdeñaron mi interés por adicionarle el factor social.
Al finalizar mis asignaturas me lancé junto a decenas de jóvenes de la UNAM a la Brigada Multidisciplinaria de Apoyo a las Comunidades de México, para contribuir en experiencias de desarrollo y participación comunitaria. Recibí la Medalla al Mérito al Servicio Social Gustavo Baz Prada al hacer mi Servicio Social alfabetizando en la Montaña Alta de Guerrero como parte del programa La UNAM en tu Comunidad. Aproveché la estancia para realizar investigaciones del patrón social de uso energético de comunidades nahuas y na savi, que fueron plasmadas en mi tesis Utilización de energías renovables en el medio rural, con la cual me recibí y concreté la meta que me propuse al decidir estudiar Ingeniería: desarrollé una propuesta de estufa eficiente de leña para contribuir con la mejora de la calidad de vida de las personas que utilizan dicho combustible y cuya apropiación está muy ligada a patrones culturales culinarios, no solamente a la pobreza de la región. Mi proyecto fue la Estufa Xalpaneca y, durante un tiempo, se convirtió en una tecnología muy divulgada y apropiada en dicha zona.
Regresé a la UNAM en 2013 para formarme en el Sistema Innova UNAM y fundé una empresa social para difundir tecnologías para comunidades de alta marginación y rezago de México desde la perspectiva de la tecnología apropiada y la eficiencia energética, luchando contra el paradigma de la escalera energética, que indica que son los más pobres quienes acceden a los peores combustibles, lo que extirpa de manera importante la relación cultural asociada al uso de combustibles y tecnología. Este paradigma finalmente explica el fracaso de cientos de programas sociales que han visto en la sustitución tecnológica el único camino para acabar con lo que llaman pobreza energética.
Mi paso por el servicio público se fortaleció en el Senado de la República en 2015, cuando fui parte de un cuerpo de asesores. Mis amplios conocimientos de política energética, que comenzaron desde la preparatoria, que se robustecieron técnicamente en la carrera de Ingeniería y que se emanciparon en mi paso por las comunidades pobres de México, me colocaron como una voz autorizada en los debates en materia energética de aquellos años. Después me incorporé a la Secretaría de Energía en diciembre de 2018, donde logré alcanzar el cargo de director general de Energías Limpias el 16 de febrero de 2021.
A la Comisión Reguladora de Energía ingresé el 29 de marzo de 2023, a propuesta del presidente de la República, el licenciado Andrés Manuel López Obrador, después de comparecer en el Senado para ser ratificado como comisionado de la CRE, encargo que desempeño hasta el día de hoy.
He repetido en innumerables ocasiones que me encuentro aquí gracias a mi enorme capacidad de decir “no”, de ofrecer alternativas, de construir horizontes y nuevos paradigmas que disputen la hegemonía de lo establecido, dando paso a lo que puede ser. Hoy soy parte de quienes contribuyen a Fundación UNAM para seguir impulsando a las nuevas generaciones y erigiendo otro futuro posible.
Comisionado de la Comisión Reguladora de Energía