
Hasta su muerte, ocurrida en 2010, Esther Seligson fue considerada una “escritora de culto” y se le etiquetaba como “la traductora del escritor y filósofo rumano E. M. Cioran”, una catalogación que ella resentía mucho, afirma el escritor y crítico literario Geney Beltrán, quien acaba de publicar —con anuencia de Leo Jozkowicz, hijo de escritora— el libro Esther Seligson. Narrativa reunida (FCE), un libro de más de 870 páginas que reúne toda la obra narrativa de Seligson, desde novelas cortas, relatos y cuentos, hasta sus diarios, memorias, minificciones y aforismos. Es una visión de conjunto y un recorrido por cuatro décadas de su escritura.
“La edición va a permitir una revisión de las etiquetas que, yo creo inadvertidamente, se le habían colocado a Esther”, dice Geney Beltrán, autor del Prólogo y de la Historia editorial del libro que conjunta la obra de esta poeta, ensayista, crítica teatral, académica y traductora, de quien el pasado 8 de febrero se conmemoró su décimo quinto aniversario luctuoso y cuya obra ha comenzado a ser muy valorada por las nuevas generaciones.
El también editor define a la intelectual nacida en la Ciudad de México en 1941 como una autora que veía la escritura como una exploración permanente, como una evolución nutrida por el cambio constante, por la búsqueda. Una evolución que se ve en este libro que reúne sus 14 obras en prosa, entre las que destacan Todo aquí es polvo, Cicatrices, Toda la luz, De sueños, presagios y otras voces y Tras la ventana un árbol.
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¿Qué permite ver el conjunto de su narrativa?
Esther pensaba más en términos de un proceso de escritura, más que un proyecto concreto que en algún momento se vuelve el libro. Sus libros, sus obras, suelen tener una estructura muy libre, amorfa, evasiva en términos formales, al grado que ella misma decía: “Yo no sé realmente si escribo un género u otro, yo lo que escribo son textos”. Y es que para Esther la escritura era una vivencia, era una forma de regresar a la experiencia más que representarla nada más; de volver a vivir lo vivido. Y en ese sentido es una escritura muy vitalista, es una escritura muy pasional, muy intuitiva, más que cerebral o más que intelectual.
¿Una autora de varios libros?
Narrativa reunida da muchas primicias, por ejemplo, del primer libro de Esther Seligson, Tras la ventana un árbol, que salió en 69, esta es la primera vez que se recupera de modo íntegro. También está la última fase de la escritura de Esther, que fue el libro de memorias Todo aquí es polvo y el libro de cuentos Cicatrices, que salió en 2009, poco después de que salió Toda la luz, así como los póstumos que están en Escritos a mano. Aquí tenemos la visión de conjunto y es posible hacer ese recorrido de cuatro décadas de escritura, pero además la edición va a permitir una revisión de las etiquetas que se le habían colocado.
Ella resentía que sólo se le viera como la traductora del filósofo Cioran, ella había traducido a Cioran en los 70, fueron amigos, escribió sobre Cioran, pero no era eso lo único que había hecho.
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¿Y sin embargo, se le considera escritora de culto?
Muchos de sus libros salieron en sellos independientes o en casas universitarias con una difícil distribución, con poca presencia en los estantes de las librerías, de tal manera que era una presencia un poco invisible o dispersa. Y ya que vemos aquí más de 800 páginas, vemos que, en efecto, escribió bastante y esa dispersión probablemente daba una visión incompleta de lo que ella había estado haciendo en el plano editorial. En el plano literario, el libro es la oportunidad para aquilatar a Esther Seligson como una figura experimental, audaz, que en el marco de la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX, fue obviada, fue colocada en los márgenes, quizá fue vista más bien como una autora de un solo registro, una autora de culto.
Lo que ocurre es que en vida hubo una escasa recepción crítica de la obra de Esther Seligson, muy pocos reseñistas y académicos escribían sobre ella, quizá en parte tuvo que ver no sólo el hecho de que publicaba en sellos de escasa circulación, sino también el hecho de que el temperamento de Esther era poco propicio para las cortesanías del medio literario. Ella era una persona confrontacional, claridosa y francota, como decimos en Sinaloa; era una persona de temperamento fuerte, y eso le agenció enemistades o animadversiones. Entonces, el hecho de que se le estigmatizara por sus rasgos personales llevó a que se pusiera en segundo término o no se revisara la impronta estrictamente literaria de su obra.
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¿Cuáles son las características de su obra?
Su estilo. Es un estilo de una gran lectora de poesía. Es expresivo, expansivo, muy sensorial. No es, en muchas de sus obras, una lectura fácil, no es una lectura para distraerse, es una lectura para hacer una inmersión en la búsqueda de la belleza. Es un estilo que obtiene un espesor muy robusto de poderío verbal, por eso es muy evocativo, por eso sirve para la comunicación, la representación de las acciones, para el mundo intimista de los afectos y de la memoria.
Digamos que ella pertenece a una estirpe que en la literatura mexicana estaría integrada por autores como José Revueltas o como Juan García Ponce, para quienes el estilo era en sí una cualidad que no solo estaba al servicio de contar una historia, sino que buscaba la belleza por sí sola. Ella, en los últimos años, sobre todo en algunos textos de Cicatrices, registra una mayor liviandad en el estilo. Es una transformación que lleva a que algunos de los textos de Cicatrices tengan una impronta más veloz, más directa. Hacia el final de su vida tuvo esa transformación de su estilo, pero a lo largo de la mayor parte de su obra hay una búsqueda de la belleza a través de la prosa.
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¿Una escritora muy intimista?
Eso también le da unidad a su obra, la inmersión en el mundo de las emociones, los afectos y las pasiones. No hay en su obra un registro de las tensiones sociales o políticas o ideológicas de la época, no es una autora que vaya en paralelo a la historia inmediata de su país. El mundo narrativo que ella representa es más bien de puertas adentro, es decir, de lo que ocurre en las relaciones interpersonales.
¿Indagadora de los mitos?
Y no solo fue el mundo mítico griego el que exploró, también tiene una novela muy extraña que parece un cuerpo ajeno en el mito mexicano o hispanoamericano, la novela mística La morada en el tiempo. Esta novela es quizá el libro más difícil, más complejo de la obra de Esther; además de que tiene una prosa compacta bellísima es una novela mística o filosófica sobre el sentimiento religioso, sobre la necesidad de Dios y sobre el hartazgo del ser humano ante el silencio de Dios.